La medida para incorporar a las Fuerzas Armadas en la seguridad interior cosecha un amplio rechazo puertas adentro de los cuarteles, asegura Elsa Bruzzone, del Centro de Militares Cemida, quien destaca el apego de los uniformados a la Constitución en los últimos 20 años. Denuncia que Macri pactó con EEUU y quiere reprimir la resistencia popular a sus planes de hambre y exclusión.

“Las Fuerza Armadas están muy disconformes con esta medidas”, asegura Elsa Bruzzone, secretaria del Centro de Militares para la Democracia Argentina (Cemida), especialista en geopolítica, estrategia y defensa nacional y asesora ad honorem del Congreso sobre recursos naturales estratégicos. Justamente, considera que el decreto firmado por Mauricio Macri es un condicionamiento propio de las potencias extranjeras intervencionistas ávidas de esos recursos naturales argentinos y de un modelo neoliberal de hambre y miseria que sólo puede llevarse a cabo mediante la fuerza. En ese marco, explica por qué son las mismas Fuerzas Armadas las que resisten estas intentonas, y confía en que, mediante el Congreso y el pueblo en la calle, se pueda frenar una medida que va en contra de la Constitución.
“La movilización del jueves pasado marca que la sociedad argentina tiene mayor madurez y ha comprendido que con este decreto el objetivo del gobierno es regresar a la doctrina de la seguridad nacional”, sintetiza Bruzzone, quien subraya que esa doctrina trágica en la historia argentina inculca a las Fuerza Armadas que el enemigo es interno, es la propia población, algo que las nuevas generaciones de militares rechazan “porque tienen claro que su misión primordial es la defensa del país ante la agresión de otros Estados, es decir, de una agresión externa, no ante su pueblo”.

La mujer es una referente del Cemida, fundado en 1984 por un grupo de militares retirados que se oponían a los golpes de Estado y que desde 2012 decidió abrirse a todo tipo de integrantes, siempre con los mismos objetivos. Bruzzone es, además, profesora de Historia y autora de los libros Las guerras del agua, Minería argentina la encrucijada y Manuela Sáenz amor pasión del libertador Simón Bolívar.

—Usted remarca que hay mucha bronca hacia el interior de las Fuerzas Armadas contra el gobierno…

—Porque hay que tener en cuenta que este gobierno ha terminado de desguazar todo lo que es la producción para la defensa, han desguazado Fabricaciones Militares, la fábrica de aviones, la fábrica de tanques medianos; están destruyendo los astilleros Tandanor y los de Río Santiago, les están diciendo que los van a equipar pero les están dando armamento obsoleto que tiene 50 años de antigüedad o que es reciclado; los aviones que les van a proporcionar a la Fuerza Aérea son nada más que para entrenamiento pero no para hacer frente a una agresión exterior, y planean sacar 3 mil efectivos del Ejército para incorporarlos a Gendarmería. Son muchas cosas. Van a mandar los efectivos restantes a la frontera para que Gendarmería pueda reprimir sobre todo en el Gran Buenos Aires donde la provincia está en crisis y hacia el sur del país en la Patagonia.

Pero viene de antes también: en los convenios que hizo Macri con el propio (Barack) Obama, estaba enviar integrantes de la Fuerzas Armadas bajo las órdenes de oficiales estadounidenses a imponer la paz en África, es decir a participar en las luchas internas de los países africanos y contra los grupos terroristas como el grupo Boko Haram, que iban a salir en febrero de 2017. Pero no salieron por el cambio de gobierno de los Estados Unidos. Aquellos efectivos que habían sido elegidos para entonces estaban pensando en solicitar la baja o el retiro. Es decir, hay un malestar muy grande hacia el interior de las fuerzas armadas.

—El propio jefe del Ejército se había despegado del plan para actuar en seguridad interior.

—Lo dijo muy bien el jefe del Ejército (el general de brigada Claudio Pasqualini) el 31 de mayo pasado, que la misión de las Fuerzas Armadas es «defender al país de la agresión de un agente estatal externo», que no están preparados para realizar tareas de seguridad interior, que además están prohibidas por la ley de Defensa y de Seguridad Interior, que esto requiere un equipamiento, un entrenamiento especial que lleva mucho tiempo y que el único poder autorizado para cambiar, modificar las leyes y el papel que tienen que cumplir las Fuerzas Armadas, es el Congreso de la Nación. Esta es la posición oficial del jefe del Ejército. Son declaraciones públicas de alguien (Pasqualini) que, si mal no recuerdo, fue agregado militar en México y sabe lo que pasó con las fuerzas armadas en México cuando las implicaron en la lucha contra el narcotráfico.

Pero además, han habido declaraciones de oficiales superiores a medios de México y del resto de América, que no han dado sus nombres para preservarlos, que informan de ese malestar y de la negativa hacia adentro de la fuerza a volver a la «doctrina de la seguridad nacional», de no querer a la población como su propio enemigo, porque evidentemente estos modelos sociales y económicos neoliberales no cierran sin represión. Por eso (desde el gobierno de Macri) están pensando que si las fuerzas de seguridad son sobrepasadas por la resistencia popular, hay que volver a implicar a las Fuerzas Armadas para aplastar las protestas.

Esto ya lo había intentado hacer el 19 y 20 de diciembre de 2001 (Fernando) de la Rúa con el jefe del Ejército de entonces (el teniente general Ricardo Brinzoni), que le respondió que «de ninguna manera iba a violar la Constitución y leyes» que si querían que saliera a las calles, el Congreso de la Nación tenía que dictar el Estado de sitio y darle las órdenes por escrito.

Y Macri ya había hecho un primer intento, en diciembre del 2016, cuando reunió al comandante en jefe del Ejército en ese entonces, Diego Suñer, con la ministra (de Seguridad, Patricia) Bullrich y con el entonces ministro de Defensa (Julio) Martínez, en donde le plantearon al jefe del Ejército la necesidad de utilizarlos en la represión de la población. La respuesta del jefe del Ejército también fue negativa, que no iba a violar las leyes. Es decir, esta es una posición constante que a su vez está ratificada por el documento elaborado por el Ejército en 2006 que se llama «El Ejército argentino en el horizonte 2025», donde determina que el país puede sufrir una agresión de potencias extrarregionales, implícitamente alude a Gran Bretaña, a la Otán y a Estados Unidos, por los recursos naturales. Entonces, determina que la función de las fuerzas armadas es defender al país, toda la territorialidad, defender los recursos naturales ante la agresión de un Estado extraregional.

—Por lo que usted cuenta, esto habla de un compromiso democrático de las Fuerzas Armadas mucho más firme de que lo que el imaginario colectivo cree.

—Es así, porque además hay que tener en cuenta que estas generaciones nuevas están formadas en democracia, entonces los planes de estudio, los profesores, lo que se estudia, se para de otra manera. Y no sólo eso, (los militares) ya no pertenecen al patriciado o a la oligarquía, como era antes. Por ejemplo, mi marido cuando ingresó al Colegio Militar de la Nación, en 1943, contaba que allí estaban los grandes apellidos oligárquicos que llevaban la mayoría de sus compañeros. Pero hoy la mayor parte son de clase media y media baja, entonces la ideología que traen es diferente a la que tenían hasta hace 50 o 60 años.

—Usted habla de la posición contra la intervención en seguridad interior por parte del Ejército, ¿pero en las otras dos fuerzas qué pasa?

—Tengo entendido que tanto la Marina como la Fuerza Aérea también están disconformes y se oponen, pero son trascendidos por abajo, no hay nada público como en el caso del Ejército, pero hay mucho descontento en las otras dos fuerzas. Sienten lo mismo que el Ejército.

—¿Es por esas resistencias la elección del gobierno de fortalecer a la Gendarmería?

— Exactamente, la idea es fortalecer sobre todo la Gendarmería pero te digo algo, a la Gendarmería tampoco la podrían utilizar en la represión interior porque, primero fue creada para cuidar las fronteras, y segundo, durante la dictadura de Onganía, entre 1966 y 1969, se le otorgó estatus militar, es decir que se la consideró como parte integrante de las Fuerzas Armadas. Ese estatus legal está vigente, por lo que hicimos nuestras denuncias, hablamos, y explicamos por qué la Gendarmería está violando todas las leyes de Defensa y Seguridad Interior.

—Estas avanzadas represivas marcar un punto de inflexión en nuestra democracia…

—Lo importante es que desde el Congreso de la Nación ya se han presentado proyectos para derogar el decreto de Macri y se ha pedido, para el 8 de agosto, en Diputados, una sesión especial para  tratar este tema. Además, hay presentaciones ante la Suprema Corte de Justicia por parte de abogados constitucionalistas, como el doctor Eduardo Barcesat. Pero también es muy importante la movilización de nuestro pueblo en la calle. Y así como hicimos retroceder el 2×1 para los genocidas, que la Corte Suprema de Justicia quería dar, podemos todos juntos y unidos hacer retroceder esta idea de regresar a la doctrina de la seguridad nacional.

La desidia hundió al ARA San Juan

“Yo creo que tiene que ver mucho con la desidia del gobierno y que el submarino no estaba en condiciones, creo en lo que escribieron los mismos tripulantes en su diario, en lo que han dicho sus propios familiares, lo que han dicho los técnicos, lo que declararon desde los astilleros, y lo que dijeron los trabajadores de fabricaciones militares. Hacía más de un año, desde 2016, que se había reducido o le habían quitado el presupuesto para hacer el mantenimiento”, considera Elsa Bruzzone. “Entonces, hay una desidia por parte del gobierno nacional porque la responsabilidad si bien va hacia el jefe de la Armada, sube al ministro de Defensa y alcanza al Presidente de la República, que es el Comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Se puede delegar autoridad, pero lo que nunca se delega es la responsabilidad, así que son responsables por acción o por omisión o por ambas cosas juntas que es lo que se llama cadena de responsabilidad de comando”, señala la referente del Cemida.

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Un comentario

  1. José Santich

    30/07/2018 en 8:44

    Mucho cuidado con el autogolpe, vieja maniobra de la derecha para cambiar algo y que todo siga igual. No sea que, hablando del malestar de los milicos, le estemos haciendo el caldo gordo a los que están arriba.

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