Mientras el debate prehistórico se desarrolla puertas adentro del recinto, afuera la multitud se expande, hora tras hora, por las arterias de la zona del Congreso. Como un flujo de sangre caliente, las chicas y mujeres avanzan, circulan, de una punta a la otra de Rivadavia, desde Callao hasta la 9 de Julio. Crear atajos, alargar el camino para volver a la posta inicial. Estrategias improvisadas para no perder la manada. Una chica pregunta cómo van los numeros allá adentro, y otra responde, “sigue 38 a 31”, seguimos caminando. Glitter, choripan y el rouge que se corre entre la mayonesa y el chimichurri: estamos todas atentas al detalle, una nueva estética, de furia vital organizada en alegría, ahora somos divas montoneras, amazonas purpurinas, locas empañueladas, como las Madres, y las Abuelas. Hay frío, empieza a llover fuerte y el viento levanta capas, pañuelos y paraguas. No hay lamentación, no hay queja. El reparo siempre es la otra, y algún toldo o techito de edificio porteño para guarecernos en el camino de la gran marcha de la historia.

Foto: Lucía Greco

Ya todas sabemos el resultado y no hay expectativas de revertir la votación, pero a nadie le importa el dictamen extemporáneo del patriarcado, ese que como la fumata blanca solemne del Vaticano se ventiló agónicamente durante toda la jornada desde la cúpula del Parlamento. Fumata con tufillo a momia, a complicidad criminal y misoginia. Abajo, en la calle, la marea apretujada huele a todo menos a derrota. La realidad incontrastable es la victoria colectiva, más tangible que cualquier pronóstico a corto o mediano plazo: son miles y miles de pibas, niñas y adolescentes que empujan, que se cagan de risa, que le dicen chau a Macri, que mandan a laburar a los curas. Y advierten que sino se cae, al sistema que nos oprime lo tumbamos nosotras. Es inevitable fantasear con los hijos y las hijas, frutos del deseo, de esta gloriosa juventud. ¡Van a ser más libres! En esta apuesta no hay medida de tiempo. ¿El año que viene, el próximo? Será ley.

Foto: Carla Scolari

Mientras tanto, nos seguimos organizando, creando lazos de solidaridad, autocuidado y procurándoselo a la compañera. Seguimos creando estrategias para que ninguna se quede sola, porque a la clandestinidad no volvemos nunca más. La gran mayoría de manifestantes aguantó hasta el final de la votación, abrazada por la noche maldita, haciendo la historia. Esperamos ansiosas el mensaje de Cristina y para muchas fue un alivio. Hizo la lectura que puede hacer una dirigente de su talla, advirtiendo la necesidad impostergable de incorporar el feminismo a la política, porque el feminismo está ahora mismo en la calle, ahí donde se libran las batallas, donde se ganaron históricamente todas las conquistas populares. Quien quiera oír que oiga. La discusión sobre la legalidad simbólica y real del aborto es punta de lanza, nuestro grito es un grito sostenido por el imperativo del deseo, de recuperarnos y reconocernos en nuestros propios cuerpos, después de siglos y siglos de sujeción y disciplinamiento. El aborto legal, seguro y gratuito será ley, pero nuestra revolución es irreversible.

Foto: Lucía Greco

 

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