El joven boxeador de Timbúes, Isaías Spinelli, que representa a la Asociación Empleados de Comercio de Rosario, se coronó campeón santafesino amateur y ahora va por el título nacional. “Mientras pese menos de 60 kilos, lo peleo a cualquiera”, sacudió.

Isaías practicó fútbol, karate, natación y básquet. Pero a los 12 años descubrió el boxeo, gracias a la invitación de un amigo, y se quedó a vivir arriba del ring. Hoy con 20 años entrena duro en el gimnasio de la Asociación Empleados de Comercio (AEC) de Rosario, bajo las atentas miradas de Marcelo Botta, su entrenador, Joaquín Gómez, su preparador físico, y de su padre, que todos los días se toma un bondi desde Timbúes para acompañarlo. Acaba de conquistar el título provincial en la categoría de hasta 60 kilos y el próximo objetivo es el campeonato nacional. Su sueño, que planea cumplir en 2019, es convertirse en boxeador profesional.

“Cuando teníamos 12 años, un amigo me propuso empezar boxeo y fuimos a un gimnasio chiquito, humilde, en Timbúes. El primer día, el viejo que lo dirigía me dice: «Nene, hoy te voy a enseñar todo. Si mañana venís y me preguntás de nuevo algo, te meto un voleo en el culo» (risas). Me enseñó la gimnasia básica y a vendarme. Al otro día le pregunté si me vendaba y me sacó de vuelo. «Tomatelá que te arranco la cabeza», me dijo. Ahí aprendí, gracias también a unos chicos que me dieron una mano, a vendarme bien”, recuerda Spinelli en un alto del intenso entrenamiento que día a día lleva adelante en la esquina de Tucumán y Corrientes, donde está emplazado el gimnasio de AEC. “Al toque me hicieron guantear y me cagaron a palos. Era pibito y me cagué todo, así que estuve un par de semanas sin ir, pero después volví y sentí que más o menos le había agarrado la mano. Mi amigo, que tenía más condiciones que yo, dejó, pero yo seguí. Todavía seguimos siendo amigos”.

“Después me fui a otro club, en Oliveros, y estuve un año en el que aprendí mucho –continúa–. A los 16 debuté y empaté con un chico que tenía varias peleas, y a los 15 días lo volví a enfrentar y perdí. Después hice 4 peleas más allá y las gané todas. Como mi tío conocía a un entrenador de Rosario, me vine para acá y con él hice 17 peleas y gané 14. Por unas diferencias me fui de ese gimnasio. Después lo conocí a Marcelo Botta y le dije que estaba sin gimnasio y tenía una pelea, si me podía dar una mano para entrenar y arranqué acá ya hace casi dos años. Me re gustó lo que enseña él, es de otro mundo. Para Empleados de Comercio llevo 14 peleas de las cuales gané 12, perdí una y empaté la otra”.

Cuando se le pregunta si a la hora de salir a pelear piensa en algo o descarga alguna bronca, el joven púgil responde: “No, sólo trato de hacer lo que hago en el gimnasio, nada más”. Y argumenta: “Si subís con bronca y tensionado es peor. Subo a disfrutar el momento, a boxear. Antes era un manojo de nervios, no lo controlaba. Ahora también tengo nervios, pero lo controlo mucho más, las peleas te van dando experiencia y soltura, pero el boxeador que te diga que no está nervioso antes de una pelea te está mintiendo porque cuando subís al ring estás arriesgando mucho y no sabés si vas a bajar caminando porque una mano mal que te peguen y te tienen que ayudar a bajar”.

Hablando de piñas recibidas, el pibe oriundo de Timbúes asegura: “Una vez me tumbaron, la pelea fue a las 2 de la mañana y eran las 5 y yo seguía preguntando qué había pasado, si me habían pegado un mazazo en la cabeza o qué. Cuando te noquean no sentís dolor ni nada, son milésimas de segundo en las que parece que te dormís, y de golpe te despertás sin saber qué pasó. Eso sí, cuando te toca noquear a otro, que me ha tocado, está re bueno”.

Ajustarse el cinturón

Después de ganar el cinturón “AMBAPA (Asociación de Managers y Boxeadores Argentinos Profesionales y Amateurs) Rumbo a México 2018”, que le permitirá pelear por la posibilidad de boxear en el país azteca, Isaías, con la venia de Botta, decidió inscribirse para el campeonato por el título santafesino. Y le fue más que bien. “Las eliminatorias fueron en Rafaela y clasificamos 3 boxeadores. El de Venado Tuerto pasó a la final directamente por sorteo, y en la semifinal me tocó con un boxeador de Rafaela”, cuenta con una sonrisa a flor de labios, y detalla: “Pero el mismo día de la pelea, avisaron que el de Venado no se iba a presentar, por lo que esa pelea era la final. Yo era re visitante, porque el combate fue en el mismo club que entrena mi rival. Había 400 personas en contra y 8 que me alentaban a mí pero que parecían 8 mil por cómo gritaban. Parecía que íbamos a cobrar todos (más risas) pero cuando gané, un montón se me acercaron a felicitarme y a sacarse fotos conmigo. El otro era zurdo, buen peleador y muy complicado, pero por suerte lo pude superar ampliamente”.

Esa conquista le permite ahora ir más allá. “Lo próximo grande que se viene es el campeonato más importante para un boxeador amateur, que es el Nacional, que se disputa a fines de octubre o principios de noviembre”, dice con orgullo el representante santafesino, que tenía en mente convertirse en profesional este año pero que finalmente lo pateará para el que viene: “Como se presentó esta oportunidad, quiero seguir en el amateurismo. Quiero ver cómo ando en este torneo nacional y me gustaría también hacer unas peleas con chicos amateur que también andan bien, para medirme contra los mejores, y después sí, hacerme profesional”, explica, y adelanta: “La semana que viene tengo una pelea, para sumar en la libreta, sumar experiencia y seguir en ritmo. No se sabe el rival, porque cuando hay un festival, te llaman y si querés te anotás. Igual, siempre que den hasta 60 kilos, yo peleo contra cualquiera”.

Cotto, el bueno

El púgil que en cada triunfo exhibe una bandera del sindicato mercantil que reza el reclamo por el descanso dominical, elige a Miguel Cotto –que nada tiene que ver con el empresario supermercadista cercano a Macri y militante incansable contra los derechos de los trabajadores del sector– como su preferido en su rubro. “Me gustaba mucho Miguel Cotto, hasta que se retiró. Pero lo sigo mirando”, cuenta Isaías en referencia al puertorriqueño que le arrebató el título a Sergio Maravilla Martínez en 2014, lo que luego precipitó al nuestro a colgar los guantes. “Además miro mucho boxeo cubano, por la técnica, y también me gusta el boxeo aguerrido, así que miro mucho el mexicano”.

Así como se le anima a los rivales, este pibe también se atrevió a probar varios deportes por fuera del cuadrilátero, pero en todos tambaleó. “Los practiqué a todos: fútbol, natación, básquet, karate, y seguramente algún par más que ni me acuerdo”, rememora Isaías, que se confiesa “malísimo” a la hora de patear una pelota del más popular de todos los juegos. “Quería jugar de defensor pero me ponían siempre arriba, porque si me mandaba una cagada era preferible que sea lejos de nuestro arco”, admite entre carcajadas este hincha de Newell’s, que a medida que crecía en lo suyo, perdía la pasión por la redonda, y por los colores rojinegros: “Antes iba mucho a la cancha, pero ahora el fútbol pasó a un segundo plano. Hoy mi carrera me preocupa más. Me pongo contento si gana y un poco triste si pierde, pero ahora soy hincha mío”.

Que nadie se atreva

Carlos Spinelli, su hijo Isaías y el entrenador Marcelo Botta, en la escuela de boxeo mercantil | Foto: Manuel Costa

Si decimos que la escuela de boxeo mercantil es la segunda casa del Isa, nos quedamos cortos. Allí pasa la mayor parte de su día, tiene sus amigos, compañeros, y el apoyo incondicional de su familia, que no conoce de fronteras y kilómetros cuando se trata de estar tras sus pasos, y tras sus puños. “Mi viejo me acompaña siempre, a todos lados”, dice, y no exagera. Es que Carlos es fiel asistente y apoyo moral para todos los concurrentes del lugar, pero sin dudas que por su hijo se desvive, como así también Sandra, la madre que se queda en Timbúes atendiendo el negocio, y sobre quien recaen todos lo premios que Isaías consigue una vez que el réferi le levanta la mano. “Mi viejo viene todos los días acá. Se toma un colectivo desde Timbúes, una hora cuarenta de ida y otra de vuelta, para estar en los entrenamientos. Y mi vieja se queda con la tienda que tenemos allá para que él pueda venir”, cuenta con emoción. “Ahora estoy viviendo acá en Rosario, porque todo me queda más cómodo y más cerca, así que a mi vieja la veo poco”, concluye este jovencito, que admite que “se la extraña”. Pero aclara: “Cada premio que gano, sea medalla o cinturón, se lo regalo a ella”.

Su mejor alumno

Foto: Manuel Costa

En la escuela de boxeo que comanda Marcelo Botta se respira ese deporte a toda hora. Su puertas están abiertas de lunes a sábados, bien en la esquina de Tucumán y Corrientes, donde boxeadores y boxeadoras le entran duro con sus guantes a las bolsas que cuelgan del espacio que le pertenece al gremio mercantil. Uno de ellos, con asistencia perfecta, es Isaías Spinelli, a quien su entrenador le pone todas las fichas. “Hace poco más de un año y medio que me eligió para que lo guiara en sus peleas”, cuenta uno de los que más conoce sobre el deporte de los golpes en la ciudad, que así define a su pupilo: “Es un boxeador explosivo, peligroso, de muy buena pegada, pero por sobre todas las cosas muy técnico, es muy buen contragolpeador y su boxeo se basa en una excelente defensa por lo que es muy difícil golpearlo”.

Botta, que entrenó a campeones como Piero Carloni y Victoria La Leona Bustos, asegura que Isa –como llaman todos al reciente campeón santafesino– “en este momento no tiene techo”. Y argumenta: “Todos los días va aprendiendo algo nuevo, mes a mes se va puliendo y pelea a pelea uno nota que va creciendo técnicamente y en sus movimientos”.

De su manual de estilos, influenciado por la escuela del gran Amilcar Brusa, Marcelo explica que “el boxeo no es solamente tirar golpes, sino que es pegar y no dejarse pegar. Y se basa en una estrategia de combate, en diferentes técnicas”.

“Él realmente absorbe lo que uno humildemente le va diciendo y lo genera arriba del ring”, afirma el apasionado DT, que no se guarda elogios: “Hay dos clases de boxeadores: los campeones de gimnasio y los campeones de ring. Isaías se convirtió en campeón de ring al obtener el título santafesino”.

Este hombre, que sobre la lona alcanzó a pelear en el mítico Luna Park hasta que un accidente automovilístico lo bajó del cuadrilátero para siempre, analiza el futuro de su joven aprendiz: “Nos pusimos una meta de hacer varias peleas más amateur y el año que viene ya poder debutar como profesional”.

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