Yo no sé, no. Pedro se acordaba que cuando faltaba poco para que comenzara el torneo “Primavera-Verano” (por el tiempo que duraría), después de tres domingos en los que no pudimos completar el equipo, los de los otros equipos nos cargaban, nos decían: Ustedes deberían llamarse “Los Incompletos”, o “Somos los que estamos”.
Lo cierto es que fueron más de tres domingos, y en cada enfrentamiento tuvimos que redoblar el esfuerzo para cubrir las ausencias. Años después, Pedro me decía: si tuviéramos que hacer un gran equipo del barrio, sería éste: La actividad económica, con los pequeños talleres: un jugador. La salud, con el dispensario que quedaba medio lejos: medio jugador. La Justicia (el poder judicial ): cero jugador. La escuela, con tres escuelas públicas ejemplares: un jugadorazo. La ley (la cana): un jugador que nos despertaba mucha desconfianza. Y la política: un jugador que estaba casi ausente hasta que apareció, por lo menos para nosotros, a principios de los setenta. Y se convirtió en el gran jugador que nos ordenaba y suplía las ausencias. ¿O no te acordás que en los comités y en las Unidades Básicas se solucionaban muchas cosas. O se hacían reuniones como para reclamarle a los otros “jugadores” que funcionaran bien”.
Ahora, me dice Pedro, mirá a este equipo, el “mejor de los últimos 50 años”, el desastre que está haciendo. Y no es que le falten jugadores, sino que tiran pa’ los otros y, para lograr sus objetivos, dañan a los mejores de los nuestros: a la educación pública, a la actividad económica local, a la salud pública, y a la política en general y a los gobiernos nacionales y populares en particular. Pero, ¿sabés qué? Al partido lo jugamos igual, con algunos jugadores menos, otros lesionados, pero redoblando esfuerzos y con la convicción política que ¡Vamos a Volver! Y ahí sí que no va a sobrar nadie, me dice Pedro mirando ese caminito ausente entre la escuela, la canchita y la casa.