El rol del radicalismo gobernando en un momento en que comienzan escucharse ruidos de cacerolas y ya no queda globos. ¿Y el campo?

El año que viene se cumplirá un siglo desde que el radicalismo en el Gobierno tuvo su bautismo de fuego antiobrero, cuando la soldadesca y la cana irrumpieron a balazo limpio en los Talleres Vasena para reprimir una protesta de trabajadores explotados.

La Unión Cívica Radical desde 2015 está gobernando junto con quienes históricamente los combatieron. Los conservadores del “régimen”, aquellos a quienes Hipólito Yrigoyen doblegó en las urnas pero ante cuyas patronales y sus embates antiobreros cedió, tanto en Vasena como en la Patagonia de los Menéndez Behety y los Braun.

Podría decirse que la impronta nacional y popular del radicalismo murió el mismo día en que nació el peronismo, que de algún modo absorbió a la dirigencia más identificada con las tradiciones yrigoyenistas.

En la actualidad, existen desprendimientos honorables de aquel viejo tronco radical, provenientes del alfonsinismo, que entendieron el aporte del kirchnerismo a las luchas populares mejor que algunos peronistas, pero lo que sobresale en la coyuntura política es la presencia de los Gerardo Morales, los José Manuel Corral, los Alfredo Cornejo, que llevan en sus ADN los vicios y odios de los viejos gorilas que aterrorizaron arrojando bombas los subterráneos durante el primer peronismo, y salieron a cazar negros peronistas cuando triunfó la Fusiladora de Pedro Aramburu e Isaac Rojas.

El gobernador mendocino Alfredo Cornejo y el intendente de Santa Fe José Corral, junto a Vidal y Peña, en los albores de Cambiemos. Foto: sitio de Ignacio Zuleta

Estos radicales serán cómplices de una nueva estafa al pueblo argentino, como la que desató en 2001 con Fernando de la Rúa ejerciendo la Presidencia, o las que perpetraron Arturo Frondizi y Arturo Humberto Illia entre 1958 y 1966.

La tibieza de Raúl Alfonsín le costó más caro que lo que estaba dispuesto a pagar, luego de haber coqueteado con el Tercer Movimiento Histórico y haber roto los puentes con la nunca probada denuncia de un pacto sindical militar que a la luz de la historia grande fue una gran infamia: Jorge Triaca padre y Ramón Antonio Baldassini no eran EL sindicalismo, y el resto de los jerarcas cegetistas de los 70 sufrieron la cárcel como casi ningún radical.

Dicho todo esto, la responsabilidad de la salida de este monumental desfalco que acaba de implosionar en las narices de los nenes bien hijos del empresariado de la dictadura, recae, nuevamente, en el peronismo. La experiencia de más de una década de gobiernos kirchneristas quiere ser soslayada por un sector del “peronismo blanco”, que se ofrece incluso como “puente” o garantes de una transición que todavía no comenzó y se perfila compleja, severa y cruenta en términos sociales.

El problema de ese “peronismo” es que le habla a los mismos interlocutores a los que interpela el macrismo. No tiene la más remota sensibilidad social, no repara en los millones de hogares en los que hace rato que en las noches no se puede poner un plato de comida sobre la mesa. Eso no es peronismo.

Un desprendimiento nauseabundo del radicalismo, la actual diputada nacional Elisa Carrió, lejos de pensar en términos de fin de ciclo autoprovocado, ya comenzó su letanía golpista, poniendo el foco en sujetos tan tácitos como ridículos: «Hay demasiados dólares de ladrones jugando contra la Argentina».

Es curioso, porque el secreto mejor guardado por el principal jefe de la banda delictiva a cargo del Poder Ejecutivo argentino es el de los nombres de quienes compran, día a día, los centenares de millones de dólares con que, según Lilita, se juega contra el país.

En su cuenta de twitter, la desquiciada legisladora sentenció: “Frente a la irracionalidad del mercado, racionalidad del gobierno y Cambiemos. Frente al intento de desestabilización, firmeza y templanza institucional”.


El gobierno que en los últimos 35 años de democracia concentra el mayor sostén posible de parte del establishment, la administración que más ayuda recibe del mundo financiero internacional, de golpe es atenazado, según Carrió, por un intento desestabilizador. ¿Quiénes son los “ladrones que están jugando contra la Argentina?». Elisa no responde a esos interrogantes. No está para eso. Está para encubrir la fuga más escandalosa de divisas desde la de la Alianza que también la tuvo en sus filas. En aquellos años quería investigar esos movimientos que desangraron al país. Casi 20 años más tarde, prende petardos para que se mire hacia otro lado mientras los camiones de Prosegur van camino a Ezeiza.

Los estertores de un poder que resiste

Este viernes, el periodista Raúl Dellatorre advirtió, en Página 12 , lo que está ocurriendo en la economía real: “Firmas líderes suspendieron la entrega de productos hasta definir nuevas listas de precios. La industria mediana no accede a insumos o materias primas, y cuando lo logra se los cobran cotizados en dólares. Muchos bajan las persianas y esperan «a ver qué pasa»”. Y en la misma edición, se hizo referencia a la respuesta de la Sociedad Rural (SRA) ante los rumores de una posible reposición de las retenciones al sector agropecuario para de alguna manera paliar la escasez de dólares. El presidente de esa entidad, Daniel Pelegrina, advirtió: “Sería volver a tropezar con la misma piedra, sería un error”.

El pope de la oligarquía agroexportadora agregó: “Ya se probó este camino y cuando se pusieron las retenciones el interior se achicó, hubo menos producción y menos exportación”.

Sin nombrarlo, Pelegrina habló de las retenciones que el gobierno kirchnerista instrumentó y terminó con el conflicto político y económico comandado por la Mesa de Enlace, integrada por la propia SRA, y sus socias Carbap, CRA, y la complicidad de la Federación Agraria y Coninagro.

El titular de la SRA opinó que no está bien que el Estado “espere en el puerto a toda la producción para sacar un bocado de su precio”. Y remató: “Creemos que es mucho mejor contribuir con el pago del impuesto a las ganancias. La crisis tiene otros orígenes y las retenciones serían retroceder y alimentar la crisis. Las retenciones recortan la capacidad exportadoras”, mintiendo como es la costumbre de su sector.

En el marco actual, es más necesario que nunca un programa de salvataje nacional que contemple la recuperación del control del comercio exterior, aniquilar el dispositivo montado a través de la ley de entidades financieras, otorgar poder real al movimiento obrero organizado, generar los mecanismos para producir, explotar y controlar desde el Estado las fuentes energéticas, desmontar el delincuencial sistema de medios hegemónicos, materializando más allá de las herramientas legislativas la pluralidad de voces y el derecho a la información como un bien social.

Está claro que se trata de una tarea ciclópea, pero constituye apenas la punta del iceberg de un programa de restitución del único proyecto de Nación que contiene a las grandes mayorías, y les otorga a éstas el poder para tener a raya al enemigo que históricamente se interpuso en el camino para evitar la consumación de una Patria Justa, Libre y Soberana.

La magnitud de tamaño desafío, lamentablemente, se choca con un consignismo que, lejos de tomar nota de la dramática encrucijada que atraviesa la Nación, sólo apela a la recuperación de algunos derechos perdidos en la etapa anterior, por cierto invalorables, pero representativos de lo mucho que queda por recorrer hasta aplastar a la hidra que vive en las entrañas de la Patria.

La salvaje represión del viernes a los trabajadores despedidos de Agricultura Familiar por parte del Ministerio de Agroindustria, en manos del ex jerarca de la Sociedad Rural Luis Miguel Etchevehere muestra los estertores de un poder agónico que se sustenta en la casi certeza de que no será juzgado y escarmentado. Y es precisamente eso lo que hay que garantizar: el juicio y castigo a los responsables del crimen social inaugurado el 10 de diciembre de 2015.

 

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