Roberto Retamoso convierte en material narrable no solo la figura del poeta Aldo Oliva sino también lo que su poesía es capaz de producir en los otros y en el mundo. La voz poética irrumpe, es un acontecimiento en el sentido existencial, estético y político.

Ya desde el título y las citas que abren el texto, la novela Prosopopeyas, de Roberto Retamoso, presentada el viernes 24 de agosto pasado en el Almacén de las Tres Ecologías, propone un diálogo, un juego entre la vieja retórica clásica y la novela moderna. El puente que se tiende desde un tiempo cercano (la novela transcurre en un Rosario reconocible) hasta Cicerón y Quintiliano, tiene que ver con una operación estética, y con una fuerte carga política, que otorga voz a las cosas, a los objetos, las ciudades, los vivos y los muertos.

“La fictio personae consiste en presentar cosas irracionales como personas que hablan y son capaces de comportarse en todo lo demás como corresponde a personas (…) Algunos teóricos mantienen con tesón la distinción entre fictio personae (prosopopeia) y sermocinatio (ethopoeia), pues la prosopopeya se limita a las cosas irracionales (y a los muertos), mientras que la etopeya afecta a las personas naturales…” afecta a las personas naturales…”, señala Heinrich Lausberg en su Manual de Retórica Literaria, una de los paratextos que sirve de disparador.

Las prosopopeyas dan lugar a juegos de máscaras en los que, por ejemplo, se les otorga voz a los adversarios políticos, y también a los quienes, a través de propuestas estéticas ideológicamente diferentes, establecen relaciones distintas entre la literatura y el contexto social en la que se ésta se produce.

En la novela de Retamoso, además, se les otorga voz a quienes ya tienen voz. Se les presta una voz otra, distinta. Se los hace hablar desde otro lugar. Y este trabajo de re-contextualización es también una operación estético-política.

En la ágil ficción de máscaras que despliega la novela, la comunidad de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) tiene un papel protagónico. Ese pequeño mundo de rivalidades, chismes y competencias, que ya tiene su propia voz, puesto en otro marco, cobra otro tono y se abre a nuevos sentidos que superan la mera parodia.

Prosopopeyas funciona como un guiñol por el que desfilan cada uno de los agentes del campo intelectual, cultural, y específicamente literario: escritores, profesores, investigadores, revistas literarias, suplementos culturales, tertulias y periodistas.

Todas las posiciones del campo y las instancias de legitimación de los agentes, como enseñó el sociólogo francés Pierre Bourdieu, están en la novela ficcionalizados y convertidos en materia narrativa.

Retamoso transmuta en material narrable no solo la figura del poeta Aldo Oliva, sino también su poesía. Y el análisis literario, y la crítica sobre la poesía de Oliva.

El proceso de producción, y también de recepción de la poesía de Oliva (es decir: lo que su poesía es capaz de producir, de transformar en los otros y en el mundo) se convierten en novela.

La novela de Retamoso es un artefacto que convierte materiales disímiles en materia narrable. La historia de un grupo de estudiantes en su proceso de iniciación poética y una historia policial con un fuerte contenido político y social conviven en la narración junto a otras historias. Y es un periodista de policiales el que hace de nexo entre estos mundos.

Cuando estos dos mundos, en principio tan alejados e incompatibles, la academia insular y autosuficiente, por un lado, y el submundo narco rosarino, por el otro, se ponen en contacto, se produce un efecto delirante. La transcodificación paródica da lugar a las secuencias más paródicas del texto.

La poesía de Aldo Oliva es una presencia permanente y cruza toda la novela. Lo que caracteriza la voz poética de Oliva, una voz potente, poderosa, aunque escuchada por pocos, es su capacidad para cambiar a quienes la escuchan. La poesía de Aldo es disruptiva, incómoda. El gesto que la sintetiza es la irrupción, el corte, la interrupción. Es un acontecimiento, en el sentido estético, filosófico y político del término.

La secuencia final de la novela sintetiza toda una noción de la poesía con relación a la crítica, a la academia y al contexto social: la voz poética produce una suerte de tajo en el tiempo. Es una pura presencia que angosta el presente y lo perturba, acosado por el pasado y el futuro que se cuela en la hendidura que produce la creación a través de la palabra.

“En este clima, la voz de Landriel, que expone, rediviva, la ignorada voz de Oliva, ha concitado la atención del auditorio que lo observa, como es lógico, en su pura presencia, en este paradójico presente que se angosta hasta volverse inasible acosado por las formas implacables del pasado y del futuro, pero que habrá de proyectarse, aunque sea por medio de la repetición de incontables presentes similares”.

Prosopopeyas, editada por la editorial Último Recurso se presentó en el Almacén de las Tres Ecologías, en Paseo de la Costanera entre Presidente Roca y Paraguay. Participaron de la presentación Norman Petrich, Roberto García y Pablo Bilsky. El cierre musical estuvo a cargo de Cecilia Tagliarini.

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