En blanco y negro, sin medias tintas, ni colores. Como era de esperar, el presente y el destino nacional se hacen cada vez más sombríos de la mano de Mauricio Macri y su programa neoliberal. Todo va de mal en peor. Y lo peor, al contrario de lo que decían hasta los últimos dos spots desde el gobierno, aún no pasó.

Con la reciente megadevaluación, mientras los ganadores del modelo –los exportadores y banqueros– celebran la criminal suba del dólar y continúan la fuga de sus verdes, el devenir de la vida cotidiana se oscureció todavía más para las mayorías populares. Los precios aumentan sin parar, los salarios no alcanzan, la desocupación se multiplica, el mercado interno se contrae, las reservas se esfuman, más fábricas y comercios cierran. La deuda externa, que ya estamos pagando con dolor y muerte, se multiplicó como nunca en la historia argentina.

El hambre arrecia. Se ve como a fines de los años 90, en las familias que recorren los contenedores de la basura; ante las delegaciones de Ansés, donde los pobres organizados reclaman aumentos en la Asignación Universal por Hijo y jubilaciones mínimas; o frente a supermercados como el de Sáenz Peña, Chaco, donde fue fusilado Ismael Ramírez, el pibe de 13 años que recibió un balazo en medio de la represión a vecinos y vecinas que buscaban comida.  


Blanco sobre negro, el panorama también se aclara para muchos de los que compraron el buzón de Durán Barba, Peña, Clarín y La Nación. El relato de ficción que irradian desde sus pantallas para la confusión general, surte cada día menos efecto. La campaña de engaño pierde efectividad a medida que lo real emerge, en facturas que asoman debajo de la puerta, en telegramas de despidos, en persianas cerradas, en estómagos vacíos.

Negro y blanco no es una metáfora para quienes integramos la cooperativa La Masa y producimos el semanario El Eslabón. Las subas exorbitantes de precios e insumos también pegan sobre este proyecto. Con el último incremento del papel prensa, excusado en la reciente “corrida” del dólar, el principal costo de este semanario va a completar un aumento acumulado, desde enero de 2016 hasta hoy, de un 153 por ciento.

Nos hicieron creer que estábamos para imprimir a cuatro tintas, pero nos llegó el sinceramiento macrista y el tarifazo de Papel Prensa, la firma monopólica controlada por Clarín y La Nación que maneja el mercado del papel de diario a su antojo, desde que se apropiaron la empresa gracias a los servicios de los genocidas de la última dictadura cívico militar.


Un 2 de septiembre de 1999, El Eslabón salía a la calle por primera vez, en blanco y negro, con el compromiso de plantarse como una trinchera de comunicación frente al avance neoliberal, de ofrecer una alternativa a los medios hegemónicos en los kioscos de diarios o en los bares de la ciudad. A 19 años de aquel inicio, blanco y negro vuelve ser el tono de la resistencia.

De un plumazo, el ajuste de cambiemos nos quitó la cuatricromía y un pliego, aunque también nos aumentó las ganas –la bronca– y la necesidad de seguir denunciando lo que ocurre. Los colores retornarán, sin dudas, cuando pinte otro tiempo, ese que desde estas páginas alentamos a nacer.

Editorial publicada en la edición 368 de El Eslabón, el semanario que produce la cooperativa de prensa La Masa, editora también del diario digital redaccionrosario.com. Después de años de haberse impreso en cuatro colores y de 20 páginas, desde este sábado el semanario sale con dos colores (negro y cian) y 16 páginas. El periódico se distribuye todos los sábados en los kioscos de diarios y revistas de Rosario. Para recibirlo a domicilio (por 150 pesos por mes), se puede pedir a eleslabon@eleslabon.com.ar.

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