Organizado por la Facultad de Ciencia Política, el encuentro renovó debates en torno a las “deudas pendientes” en materia educativa, haciendo hincapié en las dificultades de acceso que padece gran parte de la sociedad argentina.

Para quienes participaron del reciente Congreso sobre Democracia, que entre el 10 y el 13 de septiembre organizó la Facultad de Ciencia Política, el encuentro fue una expresión cabal del potencial de la Universidad pública, la consolidación de una visión sobre la misma –la apertura a otros saberes, el diálogo con otros actores y el imperativo de hacerla más inclusiva– y, por tanto, una manera más de defenderla en tiempos en que a toda su comunidad la acechan los recortes del gobierno nacional. Como parte de una tendencia que se viene consolidando desde hace años, durante cuatro jornadas se reactualizó el debate sobre la democracia abriéndolo a otros campos de conocimiento más allá de la Teoría Política, a través de cientos de conferencistas distribuidos en paneles, talleres y otras actividades; trascendió lo académico integrando las expresiones artísticas, que tuvieron el protagonismo de la apertura y del cierre; y promovió la visibilidad y participación de muchas organizaciones sociales, cuyos territorios no suelen ser las aulas.

“El congreso pone en evidencia cómo pensamos a la Universidad pública. Además de ser un encuentro académico, es una plataforma política, una especie de tribuna para poner en valor un conjunto de principios en los que nosotros inscribimos la idea de Universidad que defendemos. Y la facultad en todos sus matices se apropió del encuentro: no hubo espacio académico, político, institucional que no haya estado involucrado”, dijo el decano de Ciencia Política, Franco Bartolacci, sobre el XIII Congreso Nacional y VI Internacional sobre Democracia, “Los escenarios democráticos del siglo XXI. Disrupción, fragmentación, nacionalismo, populismo y nuevos actores globales”. En clave de balance, expresó su “reconocimiento a los docentes de la facultad” y resaltó el hecho de que tanta participación fue dando un perfil “autogestivo, horizontal” –más allá del trabajo del comité organizador– a esas intensas jornadas de días atrás.

Bartolacci, quien ha sido parte del comité organizado desde su primera edición –coincidente con su ingreso a la Facultad–, recuerda las razones por las que se pensó el Congreso. “Nació en 1994 frente a la avanzada neoliberal, el desfinanciamiento de las universidades y en momentos en que se estaba discutiendo la ley de educación superior, que era muy resistida”, rememora. Y vuelve al presente para afirmar: “Por la situación que atravesamos estos últimos meses, y que seguimos atravesando, el congreso nunca ha sido más fiel a ese espíritu inicial”.

Parte de una transformación

La decisión de iniciar con el espectáculo Despertares y cerrar a pura murga con Modestia aparte –sumado a otras intervenciones durante las jornadas– da cuenta de una apertura, que según Bartolacci “es parte de la transformación que va haciendo la Universidad, en el sentido correcto”. Y, al respecto, explica: “Durante mucho tiempo entendimos a la Universidad pública como una institución con una tendencia fuerte a mirarse a sí misma y poco diálogo con otros actores. Eso se empezó a romper en la última década y media, y esa ruptura se hizo carne en la cultura institucional de las universidades nacionales”.

Por otra parte, agrega que “siempre estuvo la asociación casi directa de que la excelencia respondía a un criterio estrictamente académico, no asociado a otras manifestaciones” y reivindica un cambio en la “construcción institucional, que venimos empujando desde hace algunos años” y que –resalta– se ha plasmado “en un conjunto enorme de iniciativas que vinculan a la Universidad con el medio, desde distintos lugares, y que encuentran en el congreso también una expresión: antes, parecía un espacio reservado al mundo académico e intelectual; ahora, entran manifestaciones culturales, organizaciones sociales”.

Lo dicho lleva al decano a plantear que “la Universidad tiene que dejar de ser un espacio de saberes clausurados, de transferencia hacia alguien que no los tiene, para ser un encuentro de saberes, donde vamos al encuentro del otro para enriquecer la vida universitaria. Todo eso en nuestra facultad, particularmente, está muy arraigado y tiene una impronta muy específica en el congreso”.

Para Bartolacci, ese es el camino: Soy de los que creen que en general generamos mucho pero todavía nos falta mucho más, habida cuenta de la responsabilidad de los universitarios, que deriva de la decisión colectiva de la sociedad de destinar muchos recursos para la formación de profesionales y la producción de conocimientos en una de las regiones más desiguales del planeta”. Luego, amplía la idea: “Hay sectores que hacen un esfuerzo enorme para que nosotros podamos estar en las aulas y que probablemente no han venido a la Universidad o no puedan mandar sus hijos. Por eso, debemos profundizar una estrategia que devuelva relevancia política a la Universidad pública. El objetivo tiene que ser achicar la brecha que existe entre la sociedad de nuestro tiempo y la Universidad que tenemos, y eso nos tiene que llevar a repensar todo; por ejemplo: los trayectos de formación académica, cómo trabajamos para romper la frontera universitaria para que lleguen los que hoy todavía no acceden, cómo hacemos modernas instituciones que en general son elefantes burocráticos y cómo construimos una Universidad feminista”.

Los temas de la democracia

“Logramos asociar la idea de democracia no sólo a una cuestión de la que tenga dar cuenta exclusiva o necesariamente la Ciencia Política”. De esta manera, Franco Bartolacci fundamenta el fortalecimiento del perfil interdisciplinar del Congreso sobre Democracia, donde confluyen especialistas de distintos campos. Es que, sostiene, “la democracia es un fenómeno muy complejo, un orden que no está para nada construido, que está en permanente resignificación y todas las disciplinas tienen problemas de los cuales dar cuenta. Ese fue un trabajo que también se fue construyendo artesanalmente para que toda la comunidad académica de la Facultad se sintiera cómoda, con interés de involucrarse”.

Respecto de las cuestiones más salientes sobre la democracia que se abordaron en el encuentro, detalla: “Primero, una cuestión vinculada al clima de época, respecto del estado de la democracia en América Latina, no asociado sólo a nuestro país sino a toda la región, y que, con sus matices, pone en tensión una idea más tradicional de lo que entendimos por democracia: los partidos y la representación, como los pensamos en los 80, ya no existen. Y también está en discusión que si bien las elecciones se siguen haciendo a través de ellos, la representación tiene otras formas que desbordan ampliamente a los partidos como canales”.

Luego, refiere a las “deudas pendientes” de la democracia: “la cuestión de las fuerzas de seguridad y demás, que es uno de los temas no resueltos después de treinta y pico años de democracia; y las desigualdades estructurales. América Latina, Argentina también, inclusive a pesar de ciclos económicos favorables y otros no, siguen siendo una de las regiones más desiguales del planeta”.

Por último, menciona “el interrogante político, de cara a un año electoral”, que tras el triunfo electoral de Cambiemos en 2017 parecía indicar que habría un segundo mandato de Macri. Al respecto, observa: “Hoy se abre una incertidumbre por el impacto social que las medidas económicas están teniendo y se abre también incertidumbre respecto de qué es lo que va a hacer el espacio opositor, porque buena parte de lo que pueda pasar en 2019 está asociado a cómo se articule en términos electorales”.

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