Flor Monfort es periodista y escritora, y se desempeña como sub editora de Las 12, el suplemento feminista que está cumpliendo 20 años. El ultimo sábado de setiembre estuvo en Rosario presentando Luna Plutón, su primer libro de poemas. En charla con El Eslabón, habla sobre el feminismo, los medios y sobre su poemario, que hace eje en la maternidad, un tema lateral durante muchos años dentro del feminismo, y que había quedado en las sombras por las luchas por el aborto legal, pero que ahora recobra visibilidad como parte del reclamo por la igualdad de derechos.

En Luna Platón, Monfort habla de la maternidad y del puerperio, en tono conflictivo y a la vez vital. La maternidad tantas veces edulcorada fue un tema de rechazo durante muchos años dentro del feminismo, que la veía como símbolo de una sociedad patriarcal que sólo valoraba a las mujeres como “buenas madres”. Pero ahora, el derecho de ser madre profundiza sobre una problemática muy amplia atravesada de forma lineal por la sociedad machista y desigual. La maternidad hoy es mirada con “otros ojos” por el movimiento de mujeres, admite Monfort, quien habló con El Eslabón luego de la presentación de su libro junto a la periodista Sonia Tessa y la escritora Dahiana Belfiori, en el Centro Cultural Quetepasa, de Ricchieri 340.

Flor Monfort, Dahiana Belfiori y Sonia Tessa /Foto: Arde Libros

—Se están cumpliendo 20 años del suplemento Las 12, un puntal del feminismo en la prensa, uno de los pocos lugares dedicados específicamente a la mirada de género. ¿Qué ha significado para vos?
—Yo venía de trabajar en revistas femeninas no feministas, como Para Ti, OhLaLa!, en editoriales como Atlántida y La Nación, en experiencias muy hostiles, no exentas de precarización. Te diría que la precarización más grande que vi en mi vida fue en La Nación, donde hay manejos sumamente perversos como los de privarte de viáticos para una nota o los de hacerte ir a hablar con las marcas para conseguir anunciantes y nunca hacerte parte económica de esa pauta publicitaria, que ellos venden por miles de pesos. La verdad es que La Nación es un lugar espantoso para los periodistas. Y no es que me fui al paraíso, porque Página|12 no deja de ser una empresa cuyos patrones también han sido muy injustos con el colectivo de trabajadores, pero por suerte estamos organizades.
Hace nueve años que trabajo en Las 12, en Página|12, y para mí ha sido un oasis porque yo venía de trabajar no sólo con empresas hostiles y precarizadoras, sino en medios en donde yo no podía expresar mi verdadero pensamiento que siempre fue feminista.
Yo soy hija de feminista, de un trabajadora de prensa feminista. Entonces, para mí, entrar a trabajar en Las 12 con Marta Dillon, con Luciana Peker, con Liliana Viola, esas compañeras de fierro que tienen mucha más trayectoria que yo en el periodismo de género, que me enseñaron lo que es trabajar con perspectiva de género, hacer territorio, entrevistar a víctimas, trabajar con violencias tan brutales como son las violencias machistas… Bueno, fue una felicidad enorme.
—No hay muchas propuestas similares…
—Creo que es único en el mundo, porque no muchos diarios de tirada nacional pueden decir que tienen un suplemento feminista, así que en eso somos pioneras. Este suplemento tiene 20 años, arrancó con nombres como María Moreno, que escribió creo la primer nota de tapa, Moira Soto, Sandra Russo, tantas mujeres tan potentes que hicieron que lo que hoy es una revolución en las calles –lo que dice Luciana Peker «la revolución de las hijas»–, se haya empezado a gestar en ese suplemento ya hace 20 años, es un orgullo muy grande. Y una lucha permanente siempre por nuestros derechos, por insistir en que las trabajadoras estamos doblemente precarizadas porque somos cuidadoras, casi todas madres, jefas de familia, con lo cual tenemos una doble responsabilidad, que es la de criar a nuestros hijes y también mantenerlos económicamente. Y en eso, el periodismo, el mundo del trabajo en general, es muy injusto con la equidad y con la especificidad que tiene el género.
—Y eso fue también, digo la maternidad, lo que te motivó a incursionar sobre una temática que estuvo despegada del feminismo durante mucho tiempo ya que se consideraba reproducía el sistema patriarcal.
—Totalmente. Creo que en los últimos años el feminismo empezó a mirar la maternidad con otros ojos pero porque la maternidad y las mujeres –y también las lesbianas que empezaron a devenir madres, siempre fueron madres quienes quisieron, pero empezaron a ser madres visibles con derecho, madres reconocidas por el Estado–, fue un movimiento cíclico, y nos empezamos a expresar de otra manera en relación a la maternidad, sacándole toda esa cuota de edulcoramiento.
También es verdad que las luchas saturan mucho los colores de cada consigna y entonces cuando estamos a favor del aborto pareciera que estamos en contra de la maternidad, y me parece que los últimos años fueron como afinando un poco el discurso, diciendo que podemos estar a favor del aborto legal, pero no por eso no reivindicar los discursos que hablan de la complejidad de la maternidad, de maternidad y lesbianismo, de maternidad en soledad, de alianzas sororas entre mujeres para maternar bien. Y también para interpelar a los varones que son padres, ¿no?, ya que muchas veces les cuesta reconocer ese rol porque el patriarcado se ha encargado de enseñarnos que ser madre y hacer familia es un tema de mujeres, que los cuidados domésticos son un tema de mujeres y no de varones. Me parece que esa insistencia del feminismo en hacer de los cuidados algo de todes, está dando sus frutos y está haciendo que la maternidad y la paternidad tengan otra visibilidad y otra puesta en palabras en los discursos, en la literatura, en las reflexiones, en la teoría.

Foto: Arde Libros

—En cuanto al periodismo de género y la agenda sobre estos temas, ¿esto está creciendo o le falta mucho aún?
—Me parece que los medios han aprendido el feminismo, que ya no pueden decir «crimen pasional», por ejemplo, y que «femicidio» ya es una palabra que se ha popularizado. De todas maneras siguen estigmatizando. Lo que está pasando es una revolución del periodismo que hoy está en las redes sociales y tiene pequeñas expresiones autogestivas. Cada pequeña organización que comunica tiene un eco en la sociedad porque, bueno, no es como antes, como nos criamos nosotres, que había que ir a leer el diario para enterarse de lo que pasaba o ver la televisión. Ahora, comunicadores pareciera que somos o podemos ser todes. Me parece que es valioso todo ese esfuerzo, sobre todo cuando es autogestivo, y es espectacular. El tema es cómo se irradia eso a los medios hegemónicos. Todavía Clarín y La Nación siguen teniendo suplementos «de mujeres» donde las lesbianas están invisibilizadas, o las gordas, la traba, la puta, las olleras, las planeras… es como que insisten en el modelo de hegemonía sobre lo que tiene que ser una mujer: flaca, linda, exitosa, y a la que se le sigue preguntando cómo combina maternidad y trabajo. A ningún hombre se le pregunta cómo se combina paternidad y trabajo.

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