Pasan los 17 de octubre y algo queda, indisoluble, con el paso del tiempo y las generaciones: las pasiones. Sin descontar la política en el medio, es posible trazar convergencias entre 1945 y 2018. “El tema de la rebelión”, dice Viviana Nardoni. “La rebelión contra el status quo, contra el sistema injusto”, reflexiona. Nardoni tiene 64 años, es doctora en Historia y directora del Museo de la Memoria en Rosario. También es mujer, militante, ex presa política, hija de peronistas que le hicieron sentir y vivir el 17 de octubre y el peronismo como si ella también hubiese estado en la plaza.

—¿Cómo pensar el 17 de octubre en clave de memoria?
—El 17 de octubre tiene dos formas de abordaje. Desde lo histórico y político ha habido muchas interpretaciones diferentes, pero desde la memoria está muy claro. Hay una memoria que habla de una insurrección popular para liberar a un líder que había preparado el camino para los cambios que se producirían después durante su gobierno, ampliación de derechos y justicia social para los argentinos y argentinas. A pesar de los distintos vaivenes que atravesó el país, hay una fuerte identidad peronista, y para quienes se sienten identificados, el 17 de octubre sigue siendo el acto fundacional del más importante movimiento político de la Argentina. Cuando decimos que el genocidio de la dictadura nos impactó a todos, creo lo propio del 17 de octubre. Es una fecha histórica porque significa un quiebre absoluto, un cambio de paradigma, y debería ser conmemorado como una fecha nacional. Pero ha sido corrido de cualquier tipo de agenda. Ni los gobiernos de origen peronista posteriores abordaron la cuestión. Lo veo muy difícil en nuestros tiempos, pero sería justicia histórica.

—¿Cómo te fuiste encontrando vos con este día?
—Tempranamente, porque vengo de una familia de militantes peronistas. Mi papá fue dirigente gremial y mi mamá fue una de las primeras delegadas censistas del Partido Peronista Femenino que trabajó cercanamente a Evita y otras mujeres. Me atraviesa y atravesó toda la vida, no sólo la fecha del 17 de octubre sino la historia del peronismo en su totalidad.

—¿Qué dimensiones tiene el peronismo y ese legado en los movimientos sociales, especialmente en el de mujeres?
—Creo que si el movimiento de mujeres se sumara permanentemente a la otra cantidad de movilizaciones que estamos llevando adelante contra las injusticias que se viven a diario, estaría plenamente acabado el destino político de esta rebelión. Creo también que los actores sociales que protestan y protestamos por las injusticias que vivimos (y que nos prometen que vamos a vivir), necesitan esa capacidad de movilización y esa fuerza del movimiento de mujeres para sumarse a nuestras luchas.

—¿En algún momento lo empezaste a pensar como mujer, con una perspectiva de género o feminista?
—Siempre. La experiencia de mi madre fue muy fuerte, porque tanto ella como mi papá sufrieron el exilio interno de La Fusiladora. De una u otra manera, mi mamá fue la más fuerte de la familia, jamás abandonó sus principios y continuó en la lucha. Cuando se presentó Carlos Menem como candidato a la presidencia, fue la única vez que no votó porque creía que iba a traicionar al peronismo. Y no se equivocó. Y cuando fue la primera elección de Cristina Fernández, estaba en terapia intensiva y me pidió que le consiga una urna para poder votar a Cristina en el hospital. Ese tipo de vivencias, más su comportamiento cuando nosotros estuvimos presos durante la dictadura, esa coherencia y esa concepción de la vida y de dónde estaba puesto el acento de la justicia social y de la soberanía, en mi madre siempre fue un ejemplo. Hay una continuidad en aquellas luchas que comenzó mi madre y los abordajes que tenemos nosotros hoy, aquí, y estoy segura que mi madre, si estuviera viva, estaría usando el pañuelo verde.

—Como Evita
—Sí, yo opino lo propio.

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