La empatía de la ciudad de Rosario con Juan Domingo Perón se hizo evidente aquel 17 de octubre de 1945 con importantes manifestaciones y quedaría luego marcada a fuego en la etapa de la resistencia, después del golpe del 55. La famosa consigna “Los yanquis, los rusos y la potencias reconocen a la Libertadora. Villa Manuelita no” y las distintas acciones locales contra el golpe de Estado, le dieron a la ciudad la fama de “capital del peronismo”. Pero el idilio del líder con aquella urbe obrera e industrial había comenzado antes, desde los tiempos en que los que como Secretario de Trabajo y Previsión comenzaba a perfilarse como un defensor de los derechos de los trabajadores. Él mismo deslizaría que había sido aquí en donde le habían puesto el honorífico título de “el primer trabajador”.

En la inauguración del Hospital Regional para los ferroviarios Perón recordaba que en diciembre del 43, en Rosario, le otorgaban el título de “Primer Trabajador Argentino”.  “Ese título que exhibo con el mismo orgullo que proclamo mi condición del soldado y mi dignidad de ciudadano”, decía en un discurso realizado 23 de junio de 1944. En ese mismo acto además valoraba como hitos locales las luchas de ferroviarios, chacareros y braceros, surgidas en los “márgenes del río indio”, según una recopilación de discursos de Oraldo Britos, en su libro Mensajes del Coronel, publicado en 1984.

Pero además, habría un renglón especial del entonces secretario de Trabajo dedicado a “los periodistas rosarinos que representando a toda la prensa del interior del país en el seno de la Comisión encargada de redactar el Estatuto profesional, dieron una magnífica lección de conciencia gremial al asumir la defensa del derecho a mejorar las condiciones de vida y de trabajo de esos millares de intelectuales que van dejando a diario sus ideas y sus energías en el torrente de papel impreso”.

Desde el 18 de diciembre de 1946, con sanción en la Cámara Diputados de la Nación Argentina empezó a regir la Ley 12.908 que contiene el Estatuto del Periodista Profesional, que garantiza los derechos laborales del oficio y que lo rigen desde entonces.

El historiador británico Daniel James, quien realizó una investigación con los obreros partícipes de los acontecimientos de octubre destacaba el “comportamiento festivo y carnavalesco” y que Rosario no estuvo exenta a estas manifestaciones: “En Rosario, el cronista de La Capital comentaba acerca de los numerosos hombres y mujeres y niños, exóticamente vestidos que bailaban por la calle”.

La columna central de manifestantes en Rosario estaba encabezada por un burro sobre el cual se había fijado un letrero con la leyenda: “Ofensiva para los profesores universitarios y cierto vespertino (por el diario La Tribuna, del Partido Demócrata Progresista)”. También “bailaban en torno de una efigie de Perón al par que proferían cánticos burlescos contra la prensa, las universidades y la democracia”.

Los dos grandes diarios La Capital y La Tribuna eran los voceros de los sectores conservadores más indignados con la políticas del coronel.

A mediados de 1945, la Sociedad Rural de Rosario y la Bolsa de Comercio publicaron solicitadas en el diario La Capital oponiéndose, junto con sus pares nacionales, a la intromisión de la Secretaría de Trabajo y Previsión en la regulación de las relaciones laborales. La Federación Gremial del Comercio e Industria de Rosario pidió previamente al interventor provincial la derogación del laudo obligatorio en los conflictos, según reseñaba en un reportaje la historiadora Mercedes Prol, autora de “Estado, movimiento y partido peronista”.

Era el marco hostil al que enfrentaron las movilizaciones populares locales y que como en otras ciudades no apuntaban solo a la reivindicación política de Perón, eran un espontáneo carnaval festivo e irreverente en donde confluyeron años de postergaciones y discriminaciones que se hicieron evidentes en los ataques a sitios simbólicos de las oligarquías, a sus medios de prensa y a sus emblemas culturales.

Así, las poblaciones de los nuevos conurbanos de las ciudades más importantes aparecían en escena para marcar para siempre una nueva conformación política nacional, con una fuerte presencia de los trabajadores organizados en sindicatos y asociaciones gremiales de la que Rosario aún hoy es uno de sus emblemas.

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