Decenas de hinchas y jugadoras se encontraron por primera vez y definieron horizontes: patear todos los arcos necesarios para que la pelota sea federal y feminista.

“Lo primero que se nos ocurrió para juntar mujeres en el barrio fue organizar un partido de fútbol”. La que habla es una mujer de la localidad bonaerense de San Martín. Es militante del Movimiento Evita y de la CTEP (economía popular) y cuenta sus experiencias como militantes barrial. La mujer está sentada en el césped, y el sol, cuando sale, le pega fuerte en la cara. Es una más entre varias decenas de pibas, pibitas y señoras que se encontraron en la Plaza Centenario de Trelew para ser parte del taller Mujeres y Fútbol que se realizó por primera vez este año en el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM). La convocatoria fue un éxito y superó las expectativas de todas, pero sobre todo de quienes lo convocaron. Impulsado por mujeres que juegan al fútbol, el taller se copó también de hinchas de equipos de primera. Todas feministas, todas futboleras, todas dispuestas a romper los arcos que haya que romper. El entusiasmo y compromiso fue tal que las conclusiones incluyeron la creación de una Coordinadora Federal de Fútbol Feminista, encontrarse el próximo ENM en la canchita de mujeres que juegan al fútbol y el 5 de noviembre armar trincheras en todo el país para mirar el repechaje de la selección nacional de fútbol femenino que se juega su pase al Mundial 2019.

El taller de Mujeres y Fútbol apareció este año en la grilla oficial de talleres del ENM. Antes de este 2018, las mujeres discutían sobre fútbol en los espacios destinados al deporte, actividad física, tiempo libre o recreación, y en alguna plaza jugaban picaditos. Este año cambió todo. El taller estuvo impulsado por La Nuestra, Abriendo la Cancha y Las Martas, tres espacios de fútbol femenino y feminista de la Villa 31, Córdoba y la ciudad de Santa Fe, respectivamente, que cada año y cada Encuentro organizaban partidos en la ciudad sede. Las comisión organizadora le había guardado al fútbol un lugar en una escuela bastante alejada del centro de Trelew, pero la convocatoria fue tan grande que el taller tuvo que trasladarse a su lugar natural: la cancha. Desde allí, las mujeres que juegan al fútbol y habían impulsado el encuentro vieron cómo se les sumaron hinchas de clubes de primera, militantes que tienen al fútbol como herramienta de inclusión social y experiencias de todo tipo que giran alrededor de una misma pasión: la pelota.

“Me alegra que puedan jugar tranquilas, nuestra experiencia fue complicada”, dice una miembro del equipo de fútbol del sindicato de las administrativas de la UBA. La mujer pasó los 40 años y, micrófono en mano, cuenta que llegó a jugar en la primera de River. Muchas abren la boca sorprendidas, la aplauden. Mientras, ella cuenta todas las dificultades que la atravesaron como jugadora y mujer. Desde que la traten de lesbiana hasta que no reconozcan su carrera profesional. Después, aclara que es hincha de Vélez y recibe el abrazo de un par que están cerca suyo. La dinámica se repite.

Desde que comienza el taller el sábado 13 por la tarde hasta el domingo al mediodía, el micrófono va de mano en mano, experiencia en experiencia, del norte al sur del país. Lo primero que se visibiliza es lo obvio (o no tanto): las pasiones no distinguen entre géneros y sexualidades. Las pibas juegan y miran fútbol y pelean por un fútbol que las incluya. Y si no es así, están decididas a construirlo de nuevo barrio por barrio.

“Me pasó lo que a la mayoría. Dejé de jugar al fútbol como por 20 años. Cuando volví, quedé re manija”, dice una chica que forma parte de una mayoría en el taller. Casi todas tienen entre 25 y 30 y aseguran que están recuperando un tiempo perdido, un deseo robado, ese que quedó en el camino cuando alguien determinó que la pelota era para los primos, los hermanos varones y los chicos del curso. “¿Qué hubiera sido de nosotras con la pelota más cerca?”, pregunta otra en la misma línea.

Una pibita de 17 años, hincha de San Lorenzo, agarra el micrófono y dice que toda su vida fue de la villa a la cancha, de la cancha a la villa. Su inquietud es concreta: quiere saber qué hacer con cómo la miran, con qué se canta en la cancha, con cómo la tratan. “Veo que mi comportamiento cambia, el del resto no ¿Cómo hacemos para ir?”. Todas en la ronda se ríen y dicen que sí, que la entienden. La respuesta llegará más tarde: se hace yendo, participando de estos talleres, encontrándose con otras hinchas, interpelando al de al lado. Jacinta, hincha de Boca, dice que desde que va con sus amigas a la cancha, pañuelo verde en mano, ya no tiene fumarse ser la Cachito de su grupo. Todas vuelven a reír. A todas les pasa.

El micrófono sigue yirando. Hablan las que juegan y piden profesionalizarse, tener lugar en la tele, presupuesto en el club, ligas para ellas, periodistas que las cubran, dejar de ser consideradas un pasatiempo y ser orgullo de sus instituciones. Mónica Santino, histórica DT feminista, toma el micrófono y resume: el fútbol no sólo es femenino, también es feminista. “¿Qué es eso? Por ahora, un proceso en construcción”. Santino invita a respetar los tiempos de los equipos y las compañeras y tener en el horizonte un fútbol lejos de ser empresa, que tenga mujeres tomando decisiones en las dirigencias, que cuente con relatoras y entrenadoras, que incluya como plan ir a ver los partidos de las pibas. “Recuperar la pelota”, dice y termina entre aplausos.

Las hinchas de los clubes de primera también toman la posta. Aman y siguen a todos lados a clubes y camisetas que, dicen y viven, son la cuna del machismo. Son de Boca, de San Lorenzo, de Racing, de Belgrano, de Ferro, de Rosario Central. Entre las inquietudes que se repiten, están que los clubes dejen de formar Centuriones y para eso coinciden en que es indispensable que haya comisiones de género, que se hable de Educación Sexual Integral, que las chicas no sean un pasatiempo o una excepción, sino parte del club.

“Es el club que amamos pero no nos representa como mujeres ya desde el momento en que la cuota es más barata para nosotras”, dicen las chicas de la organización Boca es Pueblo. Las pibas saben y distinguen entre rivales y enemigos. Por eso, apenas se lo nombra, Daniel Angelici recibe una chiflada general y masiva. También saben que ningún horizonte planteado es posible si ganan las sociedades anónimas. De sólo mencionarlas, las SAD también ganan sus buenos abucheos.

Pasa en cada rincón de cada Encuentro Nacional: compartir es saber que no estás sola. El micrófono fue y vino por horas y la catarsis colectiva tuvo un eje central: el del deseo. Las feministas llevan años disputando ese terreno y las que juegan al fútbol no están exentas. Se trata del deseo de patear, alentar, dejar todo en la cancha sea en el césped o la tribuna. “¿Saben lo que es el fútbol?”, reclamó una piba de San Martín. “El fútbol es amor”. Las definiciones siguieron pasando, mientras, desde bien cerca, los equipos de cinco gritaban gol, daban pelotazos a la asamblea, chivaban a más no poder. El fútbol, para las que dieron el pitazo inicial a estos encuentros feministas, lo es todo y también es deseo, picardía, misterio, diversión, sorpresa, fantasía, juego, una posibilidad, incondicionalidad, organización popular, transformación, pasión, sororidad, identidad, empoderamiento, revolución, espacio en disputa, poner el cuerpo, memoria, amor, herramienta, vínculo, compañerismo, solidaridad, trinchera, resistencia, liberación. “Y sobre todo, es nuestro”.

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