La ventaja de Bolsonaro se redujo de 18 a 14 puntos, pero no será fácil frenar el brote autoritario que ya se instaló en la sociedad brasileña. El neoliberalismo se apareó con el neofascismo para parir “dictaduras votadas”.

Más allá del resultado de las elecciones del domingo 28 en Brasil, lo que ya está confirmado es la emergencia de una ola autoritaria en ese país. Ese brote, con fuertes componentes racistas, clasistas, homofóbicos, misóginos, militaristas y oscurantistas, por sólo mencionar algunos de los ingredientes reaccionarios que lo componen, se produce, además, en un contexto regional y mundial caracterizado por el avance de las derechas, el retroceso de las democracias y la pérdida de derechos para las grandes mayorías.

El neoliberalismo se presenta por estos días, en varias partes del mundo, asociado a distintas formas de neofascismos. Cada proceso, en cada país, es distinto. No valen las comparaciones. No son precisas ni exactas, y muchas veces resultan forzadas. Pero algo tienen en común todos estos procesos.

Asimismo, los viejos términos de la ciencia política no alcanzan para designar fenómenos nuevos y en constante mutación. Pero existen ciertos denominadores comunes, aunque parciales.

En su libro Las nuevas caras de la derecha, el historiador italiano y experto en totalitarismos Enzo Traverso, utiliza el término “post-fascismo” para señalar una serie de fenómenos relativamente nuevos que poseen ciertas reminiscencias con procesos anteriores.

Al ser consultado sobre la aparición de nuevas figuras políticas de derecha con rasgos autoritarios, Traverso respondió que “no son fascistas y tampoco pueden ser definidos sin esa referencia histórica, es post-fascismo porque recuerda al fascismo en un contexto histórico nuevo”.

La ola autoritaria que tiene lugar en Brasil no es sólo una amenaza. Es un estallido de odio asesino que ya se cobró varias vidas. Se produjeron más de setenta atentados en poco más de tres semanas. Personas trans, hombres y mujeres fueron masacrados en la vía pública por el sólo hecho de pensar o sentir de una determinada manera, por sus identidades o, incluso, por llevar en la mochila una calcomanía con una expresión de repudio a Bolsonaro (“Él no”).

Estas atrocidades ya ocurrieron y son el resultado de un proceso social profundo que se vino incubando desde hace tiempo. Son un síntoma de un estado particular de una sociedad.

Los resultados de las elecciones del domingo confirmarán esta tendencia. Y solamente serán explicables en un contexto donde estas atrocidades son posibles. La afirmarán, la profundizarán o, en el mejor de los casos, la atenuarán.

Tanto Haddad como Lula advirtieron sobre la pesadilla que significaría un triunfo de Bolsonaro.

El candidato del Partido de los Trabajadores (PT) expresó su deseo de que con su triunfo el domingo comience la regresión de la actual ola conservadora que se extiende por Sudamérica: “Contamos con la fuerza de los demócratas para impedir que el fascismo se instale en el país”.

Asimismo, y tomando como base declaraciones del ultraderechista, Haddad hizo referencia a que un triunfo de Bolsonaro implicaría un alineamiento de Brasil con EEUU, e incluso la presencia de una base yanqui en el territorio brasileño.

“Es preocupante porque no tenemos la tradición de permitir bases militares de EEUU en territorio brasileño y Bolsonaro dijo que la base de Alcántara (una base de lanzamientos espaciales de Brasil) sería cedida a EEUU”, afirmó.

En materia de alineamientos internacionales, Bolsonaro rezó el credo completo del buen cipayo regional: loas a EEUU e Israel y amenazas a Venezuela. Sobre este último punto, como es su costumbre, llegó a la amenaza. El tema también estuvo presente en la campaña de Haddad, que advirtió lo que significaría para Brasil y la región.

“Puede haber una escalada armamentista en la región”, afirmó el candidato del PT al ser consultado sobre el declarado rechazo del ultraderechista al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela.

“Por la hostilidad que manifiesta con ese vecino, creo que puede tener algún fundamento”, agregó ante la pregunta sobre la posibilidad de que, en caso de que sea elegido presidente, Bolsonaro podría, incluso, emprender acciones militares contra Venezuela. “Es algo muy grave porque tenemos que recordar que Brasil no tiene conflictos con sus vecinos hace más de 140 años”, dijo.

Por su parte, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva advirtió sobre el peligro de que Brasil caiga, por desesperación, como ha ocurrido en otros países en otros momentos de la historia, en una aventura fascista: “No podemos dejar que la desesperación lleve a Brasil en la dirección de una aventura fascista”, señaló Lula en la misiva en la que además llamó a la unidad de todos los demócratas en torno a Haddad, quien “representa la supervivencia del pacto democrático” para frenar el avance del autoritarismo.

Una esperanza para frenar la embestida autoritaria

En los últimos días, y luego de una verdadera fiesta neofascista, con manifestaciones a favor de Bolsonaro incluidas (caracterizadas por un tono y un clima violento y cargado de odio) una encuesta reciente marcó un leve repunte de Haddad, que logró acortar la enorme distancia que le sacó el ex militar.

De todos modos, siempre de acuerdo a los sondeos, parece muy difícil que se pueda revertir la tendencia a favor del ex militar. Bolsonaro fue el candidato más votado en la primera vuelta con el 46 por ciento de los votos. Haddad obtuvo el 29 por ciento. El ultraderechista conservó esa ventaja durante buena parte de la campaña con vista a la segunda vuelta. Recién en los últimos días se habría achicado apenas un poco esa diferencia, que sigue siendo enorme y difícil de descontar.

De acuerdo a la encuesta publicada por la TV Globo y el diario O Estado de Sao Paulo la ventaja de Bolsonaro cayó de 18 a 14 puntos (del 59 al 57 por ciento). Haddad, en cambio, subió de 41 por ciento a 43.

Según explicaron las empresas consultoras, el cambio pudo haber estado relacionado con la denuncia del financiamiento ilegal de campañas por Whatsapp por parte de empresas que apoyan al ex capitán del Ejército y una declaración sobre “encarcelar o exiliar a opositores” por parte del ultraderechista.

El odio y la mentira siempre votan a la derecha

La avalancha de noticias falsas a través de las redes sociales, especialmente Whatsapp, la financiación ilegal de estas estratagemas, y la incidencia que tienen en la decisión de los votantes, y por consiguiente en el funcionamiento de las democracias, es una problemática que se está discutiendo, a nivel gubernamental, legislativo y académico, en todo el mundo.

El caso Brasil es sólo uno entre tantos. Pero se lo considera, junto con la elección de Donald Trump como presidente de EEUU, uno de los ejemplos más graves de vaciamiento de la democracia a través del uso de la mentira y el odio diseminados mediante las redes sociales.

De hecho, se denunció que en Brasil actuaron a favor de Bolsonaro asesores de campaña del propio Trump, expertos en diseminar noticias falsas.

“Durante cierto tiempo Internet y las redes sociales que generó se vieron como una posibilidad sin precedentes para la expansión de la participación ciudadana en la democracia. En la actualidad, a la luz de lo que sucede en Estados Unidos y Brasil, podemos decir que serán más bien las sepultureras de la democracia, en caso de que no se regulen. Me refiero en particular a dos instrumentos: las noticias falsas y el algoritmo”, señaló Boaventura de Sousa Santos en su nota “Brasil: las democracias también mueren democráticamente” publicada el 25 de octubre en Página 12.

“Las noticias falsas siempre han existido en sociedades atravesadas por fuertes divisiones y, sobre todo, en periodos de rivalidad política. Hoy, sin embargo, su potencial destructivo a través de la desinformación y la mentira que propagan es alarmante. Esto es especialmente grave en países como la India y Brasil, en los que las redes sociales, sobre todo Whatsapp (cuyo contenido es el menos controlable por estar encriptado), son ampliamente usadas, hasta el extremo de ser la más grande, e incluso la única, fuente de información de los ciudadanos (en Brasil, 120 millones de personas usan Whatsapp)”, agrega Boaventura de Sousa Santos al tiempo que hace referencia a una investigación que dio resultados alarmantes.

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Un comentario

  1. Nadia

    28/10/2018 en 17:06

    Buenos días. Quería preguntar al autor de la nota Pablo Bilsky si podía reproducir el texto en otra página / diario online. No sé de qué otra forma comunicarme con el autor así que, por favor, contactarme acá o por mail. Desde ya muchas gracias.

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