La formación de un frente de salvación nacional se consolida con la incorporación de sectores que dejan de lado vetos que esterilizan toda chance de victoria. El movimiento obrero debe estar representado en ese espacio, y falta delinear un programa para el día después de llegar al Gobierno.

Hace poco tiempo, el ingeniero en electrónica y telecomunicaciones Ariel Garbarz tuiteó: “El FMI hace el presupuesto, Bonadio imparte justicia, la DEA protege la frontera, el HSBC combate el lavado, los evangélicos deciden la educación sexual, La Anónima vigila los precios, el Ejército entrena a la AFIP y Laura Alonso investiga la corrupción. ¿Qué puede salir mal?”. Un fresco de la Argentina macrista.

La humorada viene a cuento porque en tiempos de conformación de un frente nacional que presente armas el año que viene en la contienda electoral contra el núcleo de poder dominante, es preciso entender si lo que se enfrenta es Godzilla o un Chirolita del Departamento de Estado, y si lo que se está construyendo gira en órbita alrededor del imperio o es una fuerza aplastadora, dispuesta a barrer con la clase parasitaria que le roba el pan a los más vulnerables.

Daniel Adrián Leone, quien se define como librepensador, desde ese lugar –usualmente árido– se anima a entrarle a esta última cuestión: “Cuando uno construye identidad a partir de un Cuco siniestro, si el Cuco siniestro desaparece, tu identidad se cae a pedazos. Más que a (Jacques) Lacan que dice mucho pero no dice nada, hay que ir a (Sigmund) Freud y la Compulsión de Destino. Por eso, es tan peligroso andar sobredimensionando imbéciles elevándolos a la categoría de Cuco siniestro. Por ejemplo, la unidad del peronismo no se tendría que dar «en contra de Macri» sino a favor de la Nación. Los políticos no tendrían que «medirse» con Clarín o peor, con algún peón rechoncho tipo Lanata sino simplemente hacer la gran Dragon Ball y explicarle que son «de otra dimensión». Nunca un político que ostenta o aspira a ostentar la representatividad del pueblo en su conjunto debería elevar a la categoría de igual a un personaje que habla por sus intereses mezquinos o peor, a lo mercenario, defendiendo los intereses de alguien más por dos monedas”.

Tan simple como categórico, al entramado que se va perfilando como el gran frente que combatirá con Cambiemos en los próximos comicios presidenciales le está haciendo falta mucho de esa mística Dragon Ball: un peronismo invencible, rodeado de aliados que están dispuestos a cortar de un tajo todas las cabezas de la Hidra neoliberal y cerrar el camino a un nuevo retorno, superar el mito de Sísifo de una vez y para siempre.

En el blog Zonceras Abiertas de América latina, un artículo de Marcos Domínguez echa luz sobre tópicos que también merecen ser visitados a la hora de interpelar al electorado, a franjas más amplias que aquellas con las que se está de acuerdo en casi todo: “Diremos que todo electorado vota orden. El desorden no se vota. En este sentido, se vuelve necesario abandonar el clásico imaginario del progresismo culposo a la hora de vincularse con valores como el orden, la seguridad, la movilidad social ascendente con dinámica de méritos deseables para la realización de la comunidad (trabajo, esfuerzo, dedicación) y demás cuestiones que hacen a la representación de mayorías sociales. Porque las mayorías están no sólo para hablar de ellas en foros y centros culturales, sino para representarlas”.
La reflexión se hace a dos puntas, merodeando lo sucedido en Brasil, y en lo que puede suceder en la Argentina en 2019, esto es, dentro de cinco minutos, porque también están los que dicen que “falta mucho”, y lo que falta es nada, en términos de tiempo, y casi todo en lo que hace a contenidos.

La unidad que está en marcha

El fin de semana pasado, Juan Grabois y otras figuras políticas y sociales lanzaron el Frente Patria Grande, en Mar del Plata. Lo acompañaron el economista Itaí Hagman y la diputada del Parlasur y dirigente feminista Cecilia Merchán, quienes vienen de conformar la Plataforma Nacional por una Nueva Mayoría.

La elección de Mar del Plata de por sí indicó un comienzo auspicioso, porque estuvo vinculado con el aniversario 13 del “No al Alca”, aquel 5 de noviembre de 2005, mientras se desarrollaba la IV Cumbre de las Américas.

A través de un comunicado de prensa los referentes de Patria Grande señalaron: “Este nuevo Frente aspira a ser uno de los componentes de un frente patriótico más amplio liderado por Cristina Fernández de Kirchner”.

Grabois, titular del espacio, agregó desde el estrado: “Todos coincidimos en la reivindicación crítica del ciclo popular latinoamericano y del argentino. Por lo que significó en términos de recuperación de derechos, redistribución de la riqueza y de perspectiva geopolítica latinoamericana. Este frente es un lugar para todos los que queremos enunciar este posicionamiento de reivindicación crítica y contra la guerra judicial que se desató contra Cristina Fernández de Kirchner”.

Todo lo promisorio de ese arranque –que venía a superar un posicionamiento en extremo crítico de parte de Grabois hacia el proceso 2003-2015–, tuvo tropezones innecesario a partir de ulteriores declaraciones del joven discípulo del Papa Francisco a diferentes medios de comunicación, en especial una frase que sintetiza las tensiones con el kirchnerismo que aún perduran en él: “Quiero que vuelva CFK, pero sin los corruptos e hipócritas”.

Pero al explicar esa frase el ruido fue aún mayor, porque entre quienes señaló como aquellos que no deben volver con CFK, nombró a Julio De Vido, sin condena por hecho alguno de corrupción, considerado por casi todo el espectro peronista como un preso político, y a Amado Boudou, quien sí recibió sentencia pero en un juicio en el que jamás se probó que haya delinquido en el proceso de quiebra de la empresa Ciccone.

En una entrevista que el periodista Roberto Navarro le realizó, Grabois insistió en ese punto: “No puede ser que exista gente que hace discursos revolucionarios desde Puerto Madero arriba de una Harley Davidson. Nosotros con eso no tenemos nada que ver”.

El conductor de El Destape tuvo que salirle al cruce y le recordó que “desde la Harley Davidson estatizó el sistema previsional”, ante lo cual Grabois sostuvo que Boudou “pudo haber hecho mucho más que eso”.

Qué o cuánto suman esas declaraciones a la conformación de un frente de unidad para restablecer un proyecto de Nación es una incógnita que no puede soslayarse o dejar pasar de largo en pos de no hacer olas durante ese proceso.

Mucho menos debe acallarse cualquier crítica sólo porque la propia Cristina bendijo el lanzamiento de Patria Grande con un mensaje audiovisual especialmente grabado para la ocasión, sobre todo porque quienes ponen ese apoyo como una especie de antídoto ante cualquier cuestionamiento al honestismo de Grabois son los que antes decían que no todo lo que diga CFK debe ser texto canónico.

Elegir la agenda del enemigo, cuando en realidad sobre lo que hay que poner el acento es en las políticas de un modelo al que le importa un maple de huevos la honestidad, consolida la idea de que la unidad requiere de un doloroso aprendizaje.

El capitalismo anglosajón, el socialismo real, la socialdemocracia, el comunismo chino, las teocracias, ningún modelo político pudo evitar contener en su seno nichos de corrupción. De hecho no debe existir organización social, desde un club a una mutual, en la que no existan acciones que quiebran el contrato original de confianza entre sus integrantes ¿Qué marca la diferencia, entonces? La política. Se da de comer o se hambrea, se educa o se embrutece, se crece en términos equitativos o se concentra brutalmente en pocas manos los bienes de todas y todos. Se tiene Patria o se entrega todo al mejor postor. Y esta última es la peor de las corrupciones, pero está ausente como tópico en el debate de todos los programas de televisión que dicen abordar la política.

En un recomendable artículo publicado por la revista digital Zoom, el escritor Teodoro Boot se mete de lleno en estas y otras cuestiones, y no por nada lo tituló “Entre puros y corruptos”.

El autor ataca, precisamente, los problemas que encierra el honestismo. “«Cristina tiene que volver sin los corruptos», dice Juan Grabois en Mar del Plata. ¿Quién puede dudarlo? Ni los corruptos –o especialmente ellos– van a desmentir semejante declaración de buenas intenciones. Pero como es sabido, a medida que una fuerza, cualquier fuerza, se afirma en el poder, los corruptos brotan solos, como los hongos después de la lluvia”.
Y al toque, Boot deja atrás el tema, para calar con la faca hasta el hueso: “La importancia del encuentro realizado el sábado 27 de octubre en Mar del Plata no radica en las declaraciones. La importancia del Frente Patria Grande conformado por varias organizaciones sociales y políticas no necesariamente kirchneristas ni peronistas –y hasta progresistas, para horror de algunas viudas tristes de Felipe II– no radica en las apelaciones morales ni las buenas intenciones sino en el intento de dar organicidad y perspectiva política a algunos de los sectores no representados ni expresados por las estructuras tradicionales”.

El escriba, que además es un singular cuadro político, recorre con su mirada el vasto espacio que queda aún sin edificar ese gran frente nacional, y acomete contra los responsables de ese estado de cosas.

“El déficit, el olvido, el desinterés no fue sólo de las estructuras políticas, percudidas hasta el tuétano por décadas de posibilismo, «operadores», claudicaciones y gerenciamiento. Los trabajadores de la «economía popular», las organizaciones de trabajadores excluidos, los mil eufemismos con que se puede aludir a los trabajadores precarizados, privados de empleo no es un «detalle» sin importancia: supone carecer de haberes regulares, vacaciones pagas, licencias por enfermedad, aguinaldo, aportes previsionales y obra social, entre otros «privilegios» de que gozan los trabajadores formalizados), literalmente expulsados de la sociedad y condenados a trabajos cada vez peor pagos, forzados a la marginación y la «pobreza estructural», tuvieron su razón de ser en las carencias conceptuales, organizativas y políticas de la dirigencia obrera”.
Para Boot un problema realmente grave es que “la notable cantidad de empleos creados durante la década kirchnerista, la universalización de las prestaciones sociales y previsionales, el persistente aumento del salario real, las distintas estrategias implementadas para promover la distribución indirecta de ingresos, las medidas anticíclicas que buscaron preservar los avances en medio de la crisis internacional, no consiguieron suturar esa ruptura social que, en no pocos casos, incluso se profundizó”.

De modo que en un futuro gobierno nacional y popular, habrá que esforzarse más, profundizar esas políticas y… que ya no sean necesarios determinados movimientos sociales, porque si de algo ha dado muestras de ser exitosa la Justicia Social es para que la representatividad del laburante sea a través de los sindicatos.

Y algo de eso agrega el bueno de Teodoro: “Si se quiere criticar los doce años del último gobierno popular por su incapacidad para revertir ese al parecer inevitable proceso de creación de dos especies humanas habitando un mismo espacio geográfico y político, se puede. Y se debe. Pero si por esa falencia se los quiere descalificar, se erra. En especial cuando muchas veces resultan ser los propios excluidos o, mejor dicho, sus organizaciones, las que parecieran aceptar como inevitable esa ruptura social. Para decirlo a lo bestia: el sentido último, el propósito de las formaciones que buscan organizar a los excluidos debería ser desaparecer, autodestruirse como mensaje de Misión imposible; la llamada economía popular no es otra cosa que el conjunto de estrategias con que las gentes buscan sobrevivir a una cada vez mayor concentración del poder económico y una más pronunciada desigualdad de ingresos. Ante la cual, dicho sea de paso, no corresponde la resignación: para acabar con la pobreza y la exclusión, es imprescindible acabar con la riqueza y el privilegio”.

De elecciones también se vive

En síntesis, de lo que se tratan algunos movimientos y sacudones en derredor de la unidad como condición necesaria para crear un Frente Patriótico Nacional es la constatación de que, a pesar de las campañas en su contra, la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner sigue escalando en su intención de voto.

Es más, según varios consultores ajenos al andamiaje kirchnerista, CFK le ganaría a Mauricio Macri en un eventual balotaje, y esta semana que pasó, otro relevamiento indica que vencería a Macri también en primera vuelta, y con una ventaja que evitaría la realización del balotaje.

Si la encuestadora Reyes-Filadoro no se equivocó feo al llevar adelante el relevamiento, la muestra indica que la ex mandataria se ubica, además, en el primer lugar de las preferencias entre quienes fueron consultados sobre la “principal figura opositora al gobierno de Mauricio Macri”. Cristina, en ese rubro, registra un 60 de preferencia, frente a un 13 de Hugo Moyano y un 10 de Sergio Massa.

Se entienden algunas reuniones y otros recelos, e incluso se debería estar alertas ante estos guarismos, que pueden tentar a más de uno a hacer la “Gran Lula”, sobre todo si se toma nota de que respecto de las chances electorales CFK vencería a Macri en primera vuelta por 34 a 28 por ciento, y si hubiese que ir a un balotaje, la diferencia sería de 46 a 37 por ciento. En un lejano tercer puesto ingresaría Sergio Massa, quien sumaría 9 puntos de intención de voto.

Si en cuatro meses estos números crecen a favor de la ex jefa de Estado, será cuestión de empezar a programar el Frente Dragon Ball y poner en marcha la topadora.

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