Los hinchas de fierro acompañaron al equipo pesar de lo adverso de la jornada tormentosa. El campo de juego absorvió el tremendo aguacero que durante casi todo el día se desplomó sobre Rosario. Pero los rojinegros no pudieron cantar victoria.
Los gritos se polarizaban entre el aliento y la reprobación. Al final también, mientras algunos aplaudieron y reconocieron el esfuerzo del equipo, otros silbaron aún con la bronca del clásico encima y con la impotencia de no cosechar de local; eso sí, todos, mojados hasta los huesos.