Las pibas de Pogo en el Córner se juntan semanalmente a jugar a la pelota, sin demasiadas reglas pero con un objetivo claro: aportar a la lucha por los derechos de las mujeres. Vienen de participar de un festival internacional de fútbol femenino y organizarán la próxima edición en Rosario.

María Eugenia, Luciana y Evangelina son parte del colectivo (“colectiva”, nos corregirán luego) Pogo en el Córner, que desde hace un par de años viene utilizando al fútbol como una herramienta de transformación feminista. Se juntan los miércoles alrededor de las 19.30, en Moreno y el río, y hacen rodar la pelota y la palabra. El fin de semana pasado participaron del III Festival Internacional de Fútbol Femenino y Derecho de las Mujeres, cuyo lema fue “Gambeteando al patriarcado: hacia el fútbol feminista”, en el que se decidió que la próxima edición, en 2019, tendrá como sede a Rosario. Ellas, junto a Las Kurdas y La Revancha –otras agrupaciones de la ciudad con las que comparten experiencias– serán las encargadas de la organización.

El festi

El cámping del Centro Unión Empleados de Comercio de Santa Fe, en la ciudad capital, fue escenario del III Festival Internacional de Fútbol Femenino y Derecho de las Mujeres, que se realizó del 17 al 19 de noviembre, y que tuvo al equipo Las Martas como anfitrionas. “Allí se puso en evidencia cuáles son los distintos modos de pensar el fútbol porque había diferencias entre los grupos”, remarca Luciana, y amplía: “Pensamos hasta dónde es sano que sea competitivo y hasta dónde es molesto, porque la idea es que nunca deje de ser divertido. Toda esa diversidad lo hizo enriquecedor, porque había muchas experiencias distintas”.

Por el verde césped corrieron detrás del balón más de 150 mujeres provenientes de Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Santa Fe, y hasta de Brasil, Perú, Alemania y Paraguay. Luego, el partido continuó en paneles y talleres, donde se paró la pelota para debatir sobre la apropiación de las canchas para desarticular el patriarcado, entre otras cuestiones de la agenda feminista. “Fue un encuentro para hablar de la experiencia de cada grupo en el fútbol, y en vinculación con el derecho a las mujeres, al feminismo. Porque no todas las que asistieron tenían ese recorrido en el feminismo. Acá en Rosario hay mucho fútbol femenino, pero la idea es juntarse para intercambiar visiones. La idea es analizar distintas situaciones que nos atraviesan, desde una perspectiva feminista”, remarca Luciana, y añade: “Hubo charlas de actividades relacionadas al fútbol, como fotógrafas, escritoras, técnicas, árbitras, una ronda de debate, proyecciones”.

Foto: Evan Ochoa

Como representantes locales, también se calzaron los cortos las pibas de Las Kurdas y de La Revancha, que además se encargan de difundir el fútbol femenino en redes sociales y en un programa radial. La cooperativa La Poderosa, de Santa Fe, se sumó a la jornada aportando fútbol y el catering.

Los partidos que allí se disputaron eran con las reglas tradicionales, aunque hubo momentos en los que decidieron romper con eso, y desconocieron el reglamento. “Nos tocó jugar por el tercer puesto con las Kurdas y lo que hicimos fue mezclar los equipos y jugar como lo hacemos los miércoles en Moreno y el río”, cuenta Evangelina, que ya palpita el encuentro del año próximo, donde harán de locales: “Estamos pensando en debatir las reglas o jugar algunos partidos sin ellas, mezclar las formaciones y que la concentración de dos equipos que tienen que jugar al otro día la hagan juntas”.

La primera edición del Festival –promovido por las organizaciones La Nuestra de Buenos Aires y Discover Football de Alemania– fue en Capital Federal, y la del año pasado en Córdoba, organizada por las chicas de Abriendo Cancha.

“En Rosario explotó el boom del fútbol femenino, pero la idea es que participen aquellas que además apuntan al fútbol feminista”, anuncian e invitan las entrevistadas.

Enfermas de fútbol

“La pelota contagia un montón”, asegura Luciana –y coincide el resto– a la hora de explicar los motivos de que este popular deporte corra por sus venas. “Desde chiquita tengo varias secuencias con amigas de la infancia de jugar a la pelota, pero por motivos que tienen que ver con cuestiones culturales, netamente patriarcales, dejamos de hacerlo, porque nos gastaban los pibes”, recuerda, y agrega que luego cruzó su vida con la de Maru “que andaba con una pelota para todos lados y eso te contagia”.

María Eugenia recibe el pase de su compinche y se larga a contar su experiencia con la redonda en los pies: “Yo arranqué hace unos años atrás porque unos amigos me transmitieron la pasión por la pelota y no puedo creer de todo lo que me perdí de ese juego”. Y remata: “Es muy entretenido lo que se genera cuando se encuentran personas a jugar a la pelota”.

En cambio, Evangelina conoció el mundo de la redonda prácticamente desde que tiene uso de razón: “Juego desde chiquita, con mi hermanos, primos, que siempre éramos un montón y vivíamos jugando la pelota”. Cansada de “las reglas del futsal, de los árbitros, de la asociación y de todo ese ambiente”, Eva –tras sus pasos por Velocidad y Resistencia, Tiro Suizo y Politécnico– se la jugó por Pogo en el Córner, donde hoy juega y milita. “A las chicas las conocí en una fiesta que organizaron para juntar plata para este viaje. Previo a eso nos habíamos encontrado en una cancha jugando un picadito con Higui. Así que al toque me prendí”. señala. Y concluye: “Además, con el tema del feminismo, esto posibilita conocer un montón de cosas que de todos estos años que juego al fútbol nunca había vivido de esta manera. Y dan ganas de contagiarlo a todas las pibas que conozco”.

Vení a jugar

Pogo en el córner es un espacio abierto e inclusivo. “Podés invitar a quien quieras –dice María Eugenia–, le decís que caiga a las 19.30 un miércoles a Moreno y el río, y listo. No hace falta tener conocimientos previos ni nada, sólo ganas de jugar a la pelota y divertirse”.

“No tenemos muchas reglas, sólo marcamos los arcos y los límites son hasta donde te dé para correr”, se suma Luciana, y detalla: “Las chicas que están desde el principio suelen definir al espacio como «anarcofútbol», porque la idea es romper con el sistema, una cancha sin límites, un partido sin tiempos. No jugamos con posiciones y tampoco hay equipos definidos, sino que lo vemos ahí”.

“Lo que nos pasa cada vez que nos juntamos es que nos hace reflexionar sobre un montón de cosas que nos pasan, que vivimos cotidianamente y es compartido. Es un lugar para pensarnos y hacernos de nuevo”, acota Evangelina.

“A veces somos 4, otras veces 12. En el invierno se complica más”, añade Maru y concluye: “Después siempre sale el tercer tiempo en alguna esquina de la zona y ahí charlamos y debatimos sobre cosas que nos pasan a todas y que queremos transformar”.

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