El creador de Germinal Terrakius fue distinguido en el Concejo Municipal tras cuarenta años de trayectoria. En diálogo con este periódico y uno de sus secuaces (Hilo Negro), Franchi recordó a sus maestros, habló de actuación, y alzó las banderas del arte popular y colectivo.

El Concejo Municipal de Rosario reconoció esta semana al actor, director y dramaturgo, Miguel Franchi, por su aporte significativo a la escena local y la cultura popular. Por iniciativa de la Comisión de Cultura y Educación, y promovido por el concejal Eduardo Toniolli, el también docente fue acompañado por su entrañable personaje, el periodista deportivo Germinal Terrakius que, desde un tiempo a esta parte, incursionó en la política doméstica con su Partido de la Alegría al Poder (Papo). La jornada histórica en el Palacio Vasallo, incluyó números artísticos y el acompañamiento de amigos y seguidores coyotistas, movimiento que reconoce a Germinal como líder y conductor.

En diálogo con Marcelo Valenzuela, o Hilo Negro, el hombre de las contratapas de el eslabón, Franchi se remontó a sus orígenes en el teatro rosarino, habló de la técnica y la emoción actoral, y de su actualidad que por estos días está emparentada al Galpón Tablada, un reducto cultural autogestivo que lo tiene como referente junto a otros artistas.

Miguel, ¿cómo fueron sus comienzos en el teatro?

—Yo trabajaba en el estacionamiento de lo que era en su momento la plaza Pinasco, y en 1978 tuve un compañero que fue uno de los mejores actores que vi en la ciudad, trabajaba en otra estación del Automóvil Club Argentino. Fue Héctor Luarencena. Recuerdo que veía cómo preparaba algunas cosas de sonido, cosas que grababa en el segundo subsuelo, como frenadas de autos por las noches, cosas que eran como persecuciones. A mí eso me despertó mucha curiosidad. Aparte de que éramos unos jodones. En esos momentos algunos me insistían que vaya a estudiar teatro, como el Negro Luna. Hacíamos actuaciones improvisadas sin saber lo que era el teatro. Yo no sé si había ido una sola vez en mi vida a un teatro, hasta que finalmente de tanto que me decían me anoté en un taller en el Teatro del Mercado Viejo, que era San Juan 1021,  y que lo dirigía David Edery y Elisenda Seras. Antes de eso, lo que me empujó mucho fue el Teatro de la Ribera, fui como ocho veces a ver El Jorobadito en la versión de Aldasoro.  Cuando se hacen las reseñas de la ciudad el teatro La Ribera está bastante olvidado para mi gusto, teniendo en cuenta el compromiso que tenían con la realidad social y política. Yo miraba esos actores y decía « Yo quiero hacer esto» y ahí empecé.

Yo recuerdo a principio de los ochenta haber visto en el teatro del Mercado Viejo, obras como El acosador Público. ¿Cuáles fueron las que lo marcaron?

Yo también la vi, tenía un doble estímulo al ver actuar a David Edery en el El acosador público, también para alguien que recién empezaba era muy estimulante porque era extraordinario el trabajo que él hacía. A mí me gustó también mucho el Stéfano de Arteón, de Emilio Lensky, en el rol de Stéfano. Estamos hablando de una generación anterior a la mía, finales de los setenta, principio de los ochenta. Yo tenía treinta años más o menos. Esa generación de actores era un poco más grande que yo, tenía eso, que cuesta un poco describirla ahora, estamos hablando de gente que tenía una potencia muy particular: Néstor Laurencena, David Edery, Emilio Lensky. Después, yo empiezo a actuar en un obra que se llamaba Rebelión en la playa de estacionamiento, que dirigía Edery, en Teatro Abierto 82. Teatro Abierto había empezado en Buenos Aires y después vino para acá, en el café concert Aureliano. El texto es de José Moset, otro de los nuestros, el papá de Diego, es lo que se dice un autor teatral: porque muchos de nosotros hemos escrito obras por distintos caminos. Yo he escrito más en creación colectiva o desde la improvisación, salvo Gol de Oro. Pero volviendo a José, era un autor, escribía teatro, estudiaba la dramaturgia, y ahí actúo con Antonio Postiglioni, que hay que ponerlo a la par, me gustaba tanto como los que nombré antes. Era un actor ¡Pero, Mamita! Cuando estabas en el escenario, en Rebelión… el personaje de él lo avasallaba al mío, y quedábamos mirándonos a veinte centímetros de distancia, y él me agarraba de la solapa, y me maltrataba, me golpeaba, y estar mirándose con un tipo así, bueno, dentro de toda esta chifladura que es la actuación, a mí me enseñó más que muchas lecciones de teatro y más que muchos libros. Mirarle a la cara a Postiglioni era como una condensación de muchas lecciones de teatro.

La otra vez usted me contaba que Marcello Mastroianni decía que el actor no se tiene que afligir, que el que se tiene que afligir o poner contento es el público. Quiero que me diga algo más sobre ese eje de la interpretación, que me hable de la memoria emotiva.

Fijate una cosa Marcelo, estamos haciendo esta nota, y vos me tratás de usted, como nos tratamos cuando hacemos de Germinal Terrakius e Hilo Negro. Así han sido nuestras vidas. En la radio hemos construido esa loca ficción como en Pasen y vean, y todo lo que hicimos en vivo también. Y en los asados, donde la protagonista es la amistad, con los coyotistas. Nosotros dos estamos enganchados. Yo ahora estoy hablando como Miguel y nos tratamos como en la ficción, somos un poco locos y un poco niños jugando como Hilo y Germinal, pero no voy a escapar a la pregunta, el tema de la emoción y la verdad, no sé cuánto hace que hago teatro, debe hacer unos 40 años, y nunca me preguntaron tantas veces por otro tema, que por la emoción y la verdad. ¿Será que estamos tan preocupados de qué es verdad y qué es mentira? Yo creo que son los tiempos que corren, la gente quiere saber si le estamos mintiendo cuando en realidad sabe quienes son los hijos de puta que les están mintiendo. Tal vez lo pueda zanjar alguien que estudie el teatro, algún crítico o estudioso, pero la paradoja de Diderot, digo, para hacerla corta: él plantea que si el actor se emociona pierde técnica, y si usa mucha técnica se enfría, esa es la paradoja. No sé cómo cada uno lo resuelve, en una misma obra uno puede transitar distintos momentos adhiriendo a una cosa, o a la otra. Por ejemplo, anoche vi una película que ni el nombre sé, mi compañera me dijo que actuaba el Chino Darín, pero en el final, antes que suban los títulos, aparece Miguel Ángel Solá, un actor al que yo admiro, lo que me parece es que acá está la respuesta a tu pregunta. En el último segundo, Solá, que está reencontrándose con su hijo, según parece, están los dos, y le ceba un mate al hijo y le dice: “Quisiera detener el tiempo, ahora”, con un plano muy cercano, y bueno, conmovedor, y yo no había visto la película entera. ¿Qué es lo que hace Solá, se emociona? Yo creo, arriesgaría, que se emociona con ese texto, con la belleza del posible encuadre que esté haciendo el que hace cámara, con la belleza de la música que no está sonando en ese momento, cuando dice ese parlamento, pero que harán después en un estudio de grabación, con la belleza de las ideas, con la belleza de la vida, y, Miguel Ángel, entrenado a ser permeable, no le cuesta nada emocionarse, como si fuera ese padre. Y yo creo que Marcello Mastroianni tiene razón porque es italiano, y en ese momento él convivía con los norteamericanos, decía, «Si yo vuelvo así afectado como Marlon Brandon a mi casa, ¡mi mujer me mata, cómo pueden sufrir así!». Los curtía, pero había un océano entre esos mundos, otro sistema de la memoria emotiva. El teatro se produce cuando se encuentra con el espectador, yo la verdad no estoy en contra de ningún teatro ni  metodologia, estoy en contra de la metodología que se considera única.

—Siguiendo con su trayectoria, en un momento determinado aparece ese personaje que muchos conocimos en la radio: Germinal Terrakius. El humor combinado con guión propio, y textos de Fontanarrosa, ¿Cómo arrancó eso?

—Yo empecé con Germinal en el canal de cable de Firmat en 1991- 92 . Era un programa para niños. Iba a todas las escuelas, los maestros me llamaban, y entonces si había una clase especial lo actuabamos con los alumnos. Estaba muy buena la experiencia. Espero que al público le haya parecido buena. Me acuerdo que mi hijo Julio me hizo un dibujo. Yo le dije, ¿cómo te parece que tiene que ser este viejo loco? Suelo perder ese dibujo entre mis papeles, le tengo que sacar una foto. Después vine para Rosario y Germinal empezó a buscar un público adulto. Ya estaba en la radio TL 105, y empezó con su rol político. Y ahí empezamos a tener toda esa serie de programas Pasen y vean, El club del Coyote. Pero primero estuvo El Mañanero, que para mí fue un programa histórico de la radiofonía rosarina. Con gente muy dinámica, muy divertida, ahí Germinal tenía su columna, Después tuvo su programa propio. Eramos actores en radio, actuabamos y también improvisamos… ¿Estamos grabando, no?

—Sí, sí.

Entonces seguimos. Esto sí me importa decirlo. Eduardo Toniolli me propuso esto de la distinción, es una intención que tenían ellos, su bloque. Él mismo me planteó si me parecía bien a mí o no, y después lo pensé y a mí no me tiene que parecer nada. Estoy madurando algo, que lo voy pensando con los que me cruzo, es nuevo en palabras, pero siempre lo viví. Yo creo que hay artistas que preparan algo; en cultura, pintura, música, teatro, cine, lo preparan y lo ofrecen, y desde que se profundizó la separación del artista y su comunidad, que esto es anterior al Moliere en teatro, esa cosa especial que se le confiere al artista se dio hace siglos.

Hoy hay músicos por ejemplo, que a nosotros nos gusta y escuchamos, que se plantan ahí y gracias a eso nos cobran unas entradas siderales pero no importa, eso es por culpa de los mercados, que no los podemos disponer, y el viene, se para y dice «miren acá estoy yo, admiren lo que hago y miren qué bien lo hago». Si es un recital durará tres horas, y si es teatro una hora. No es mi caso, yo puedo hablar de nosotros, sino no estaría acá, en tu casa. Esto se construyó desde nosotros, yo siento que si tengo más tiempo de vida me voy a acercar cada vez más a lo que yo creo que es la tribu. En la tribu está el pescador y está el que cuenta historias cuando vuelve el pescador, aunque un día kurt Lutman me agregó: «también el pescador cuenta historias». Yo estoy más cerca de eso, yo no desprecio lo otro, no desprecio al artista en la cúspide, ellos sabrán, sabrá la gente. Yo sé lo que a mí me pasó, a mí me dan esta cosa, el Artista Rosarino Distinguido. Me lo dan porque no se lo pueden dar a cada espectador que me vió por primera vez cuando hice una morisqueta, que no eran morisquetas, sino un tropezón, porque era tímido y hacia un payasito que tenía que alcanzar un objeto y tropecé para que los niños de barrio Las Flores se rieran, en la escuela Itatí. Esa fue mi primera actuación.

Desde ahí para acá, yo fui bancado por la gente, que somos nosotros mismos. Yo soy la gente. Quiero decirlo, y no me da verguenza para nada. La gente y mis compinches me han bancado aún actuando mal, cuando se me despegó un bigote, o actuando bien sólo tres minutos en una obra que duraba una hora.

Yo les agradezco, somos lo mismo. Y esos tipos volvían después. No me crucificaron. Yo he estrenado obras con ideas mías que yo mismo arruiné, y se me ocurrió a mí, que querés que haga. Digamos, yo no soy un artista imprescindible. Y ustedes los coyotistas lo saben, porque se reúnen sin mí. Entonces el Concejo les tendría que dar un premio a todos los oyentes de la radio. Yo lo recibo porque me encanta y lo vamos a festejar, todo lo que podamos. Vamos a hacer un obra que se llame Distinguido Germinal para reírnos de la distinción. Porque lo que nos distingue a nosotros es que somos un grupo. Yo soy una artista que forma parte de un grupo, ¿quiénes son los otros integrantes del grupo? Los espectadores. Eso.

Galpón Tablada

Miguel Franchi no quiere soslayar la apertura en 2018 del Galpón Tablada (1°de mayo 3024), un reducto artístico autogestivo que lo tiene como uno de los referentes. El actor expresa en modo de síntesis que las actividades del lugar durante estos meses dieron “un balance muy positivo”, y cuenta tres títulos que tuvieron como protagonista a Terrakius: Germundial 2018, Rumbo a Qatar, y Germinal 2019, la obra que lo proyecta para las elecciones del año que viene.

Entrevista completa a Miguel Franchi por Hilo Negro. Producción: periódico El Eslabón número 380. 

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