En la revista Humor, que mi vieja compraba religiosamente (¿Por qué carajo se dirá así?) y que nosotros leíamos casi a escondidas -principalmente las historietas-, ya lo pedían a gritos en 1981. Les habrá llamado la atención o les causó gracia su apellido y arrancaron una campaña para que fuera convocado a la selección nacional. Pero el Flaco Menotti no lo citó, y mucho menos lo llevó a España en el belicoso 1982.

Había nacido el primer día del segundo mes del año 1961, en Córdoba capital, y en aquel momento jugaba, con más pena que gloria, en Talleres. De lateral por izquierda. Y de rulos.

Después del Mundial del Naranjito y del planchazo criminal de Diego al brasileño Batista, fue transferido a Vélez y la revista de sátira política, que supo tener sus versiones Sex e infantil (Humi), profundizó la movida. En la sección Pelota, la única sin dibujitos que leía de principio a fin, se cansaron de inventar rimas y chistes con el pobre José Luis de protagonista. Eso, y por supuesto también sus buenas actuaciones con la V azulada sobre el pecho blanco (y hasta quizás por alguna cábala), hicieron que el Narigón Bilardo lo llamara para integrar las filas del equipo que nos llevaría a tocar el cielo mexicano con las manos. Con LA mano, bah, y el pie izquierdo de Dios.

Había debutado en Talleres pero se retiró en Belgrano, equipo del que se confesó fanático, ganó un par de títulos continentales con Boca, y se dio el lujo de hablar con la pelota en francés, en el Nimes y en el Reims.

El 11 de diciembre de 2004, Cuciuffo, según su DNI; Cuchufo, para Walter Clos, Dolina, Sasturain, Soriano y compañía; y Cuchu, para sus amigos, se fue a cazar a la Bahía San Blás, en Carmen de Patagones. El tipo que anuló a delanteros de la talla del uruguayo Francescoli o el holandés Völler, en la copa del mundo de 1986, llevaba la carabina entre sus piernas, con el caño hacia arriba, y no pudo evitar la vizcachera que desestabilizó su camioneta y accionó el gatillo. La bala, calibre 22, ingresó por el abdomen, destruyó el hígado y se alojó en la aorta, y lo sacó para siempre del partido al que le quedaba muchísimo tiempo por jugar.

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