Yo no sé, no. Pedro se acordaba cuando en vísperas de Reyes, unos de los pibes de la barrita dijo “a mí me van a regalar una número 5 como la que juegan los de Primera”. Otro dijo “a mí una bici grande como la de mi viejo, pero con manubrio (volante) palomita”. Y un tercero: “A mí un tren eléctrico, con 20 vagones más el furgón de cola”. Y lo decía mientras miraba como pasaba un tren que iba rumbo a Tucumán, o venía, Pedro no se acordaba bien. Lo que sí se acordaba bien era del que habló del tren, Cachotita, que ligó el sobrenombre de su tío Cachota. Era el más pobre de todos y el más fantasioso, y esta última fantasía se la había creído hasta él. Y faltando una semana para Reyes, en los partidos de fútbol pegaditos a la vía, cada vez que pasaba algún tren Cachotita se iba del partido y, mirando la formación, decía: “Miren ese, el mío va a tener más vagones”.

La última vez que lo dijo recibió un coscorrón del arquero nuestro porque dejó la marca para mirar el tren y un grandote fusiló a Larubia, nuestro arquero.

Eran tiempos en los que en el barrio las fiestas seguían hasta el 6 de enero, por lo menos para los pibes que no pasábamos de 7 años y todavía nos gustaba creer en los Reyes. En cambio los más grandes de la barra, musarela, a nadie se le ocurría preguntar qué te van a regalar tus viejos.

Cuando llegó el 6 nos encontramos en el campito –sigue Pedro– para mostrar los regalos. El de la pelota numero 5 mostró su regalo hermoso y se veía que era nueva. No así las bicis, que eran usadas, como la que me regalaron a mí, que la había visto en el bicicletero de Lagos, casi Saavedra. El último que llegó esa tarde fue Cachotita, con las manos vacías. Y antes que le preguntemos, nos dijo: “Capaz que se me fue la mano con la cantidad de vagones”. Justo pasaba el Rosario-Retiro, con apenas cinco coches.

A la semana, una gringa –que ya nos conocía, y que a Cachotita lo quería mucho– se entera que éste no tenía regalos de Reyes, y va y le compra un trencito chico a pilas. La cara de felicidad de todos, y en especial de Cachotita, era increíble. “Vieron, vieron que era por la cantidad de vagones, vieron”.

Ese fue el último año que creímos en los Reyes, pero seguimos creyendo en el esfuerzo y el cariño de los viejos. Estaría bueno, me dice Pedro, que recuperemos la fantasía, los sueños, y en una de esas, si le metemos pila, los próximos 6 de enero recuperamos aparte de la número 5, las bicis y los trencitos para los pibes, un país con sueños realizables, donde el tren al que nos subamos sea largo, con todos adentro. Esto me dice Pedro mientras sentimos el silbido del tren carguero que de vez en cuando interrumpe el silencio de las siestas calurosas de enero.

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