Yo no sé, no. Pedro se acordaba de aquel eclipse que todos los mayores anunciaban con tanta anticipación. En realidad, el único que hablaba de eso era su tío Pedro. Sí, Pedro tenía un tío que se llamaba Pedro, que vivía en San Miguel (Buenos Aires), que venía una vez por año y que fue quien le enseñó a mirar el cielo, a comer sandías y a encontrar frutos salvajes cerca de los matorrales de la Vía Honda. El tío también hablaba de políticas pero casi sin nombrar a nadie. Capaz que como era simpatizante del PC y también amaba a Evita, quizás esto último le eclipsaba lo primero.

Al tiempo, en tercer grado, la maestra enseñó lo que Pedro ya sabía de eclipses gracias a su tío. Fue en ese momento, me cuenta Pedro, que decidió hacer un chiste con los de atrás sabiendo que la seño lo haría pasar al frente como castigo para que diga algo sobre los planetas. Y fue así que se lució, y de paso relojeaba a una de las pibas que le gustaba, la que tenía unos ojos que parecían iluminarlo todo. Ese día, volviendo del colegio, se le acercó el hermano de la de los ojazos y le dijo: «Dice mi hermana que sabés de planetas». Pedro pensó que se le eclipsaba todo, pero el futuro cuñado en realidad le proponía que jugara para su equipo o que por lo menos explicara lo de la tierra, la luna y el sol, para usarlo en los centros. Y dio resultado. Uno saltaba frente al arquero contrario, como provocándole un momentáneo eclipse, y luego la luz del sol le disminuía la visión al rival.

Años más tarde, en marzo de 1970, los noticieros hablaban de un eclipse total de sol, pero lo vieron sólo en Estados Unidos. Aquí, mientras tanto, la figura de Perón eclipsaba las figuras de la dictadura de entonces y algunas batallas parecían iluminarlo todo. Después sufrimos eclipses fuleros, que nos hicieron retroceder, por eso hay que ir con todo en cada centro ahora que en la Patria Grande parecen eclipsarse algunos de nuestros logros, tenemos que meternos en la cabeza que pasarán, que son momentáneos, y que lo que nunca se nos debe eclipsar es la luna de nuestros sueños. Todo esto me lo dice Pedro mirando el arquito de la placita, como queriendo ir a buscar la pelo en lo alto, quizás pensando en su tío, en Evita, en el General, o en aquellos ojazos de la piba de tercero. O en todos, eso, en todos.

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