La desocupación, la inestabilidad laboral y los tarifazos castigan sin pausa a las familias. Una realidad que, a poco del inicio escolar, obliga a reflexionar sobre qué pasa en este escenario clave donde se enseña y aprende. “La escuela es el espacio institucional donde más se concentran los actores sociales, y por ello donde más notorias son las carencias cuando hay políticas económicas que llevan a la hambruna y la desocupación de importantes sectores de la población”, opina el doctor en psicología y docente universitario Roberto Follari.

El 2018 terminó en Rosario con 70 mil personas desocupadas: 22 mil más que en 2017 (Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz). Números que en lo cotidiano se transforman en inestabilidad económica y emocional para las familias, y que –al decir de Follari– “influyen negativamente” en quienes aprenden.

El especialista también se refiere a la disyuntiva en que se ubica a la escuela y sus docentes cuando hay que atender la urgencia de la alimentación. Considera que esa necesidad imperiosa no puede ser descuidada pero también dice que hay que insistir para que la asuman otros trabajadores y no afectar lo propio de la tarea de enseñanza. Follari es un reconocido educador de la Universidad Nacional de Cuyo. Ha sido profesor invitado de posgrado en la mayoría de las universidades argentinas, además de otras de Ecuador, Venezuela, México, España, Costa Rica, Chile y Uruguay. Es autor de numerosos libros, entre ellos “Teorías Débiles (para una crítica de la deconstrucción y de los estudios culturales)”, “La proliferación de los signos (la teoría social en tiempos de globalización)” y “La selva académica (los silenciados laberintos de los intelectuales en la Universidad)”. En 2017 fue distinguido en el Senado de la Nación con la Mención Juana Azurduy por la Sociedad Argentina de Análisis Político.

Crisis y aprendizajes

A los datos del ajuste económico se suman otros urgentes de responder. Hace poco, docentes del norte provincial compartían con este medio la preocupación por lo que dejan las inundaciones en las poblaciones (“Un comienzo de clases incierto en el norte provincial” 26/01/19). En particular, hablaban del aspecto “social” de las familias que perdieron todo y la cercanía del inicio de clases y cómo impactaría esa situación en el tiempo escolar.

“Obviamente, influye de manera fuerte”, dice Follari al ser consultado por El Eslabón y sugiere un reacomodamiento de la organización de los tiempos escolares: “Si el porcentaje de afectados es grande sobre el número total de alumnos, habría que empezar las clases en fecha posterior, y quizá alargar después una hora las clases diarias. Si es un porcentaje menor, podría iniciarse el dictado escolar para el resto de los inscriptos, y luego darles a los afectados un tiempo diario extra dedicado a compensar esas horas”.

—Una situación similar se replica en las miles de familias que han perdido su trabajo, lo ven amenazado o lo que ganan no les alcanza para llegar a fin de mes. ¿De qué manera afecta a los aprendizajes?

—Mucho. Hay niños a los que se lleva a trabajar, o incluso a pedir, acorde la condición social del caso, y para ello se los retira de la escuela. Pero aún los niños cuyos padres hacen el esfuerzo para que sigan concurriendo a la escuela, llegan mal alimentados (lo que incide en su atención y su aptitud intelectual) y/o están cargados con la tensión psíquica que traen desde sus hogares, donde la angustia y la incertidumbre influyen negativamente al estudiante, aunque este no lo advierta.

—La cantidad de chicos en los comedores escolares y que demandan la copa de leche es creciente. ¿Estamos otra vez frente a una escuela que desplaza la enseñanza de la matemática, la historia, las ciencias… para dar de comer? ¿Qué hacer?

—No se puede faltar a atender lo primero, como es la alimentación de los niños. Seguro que algunos serán mandados a la escuela sólo para que tengan acceso a alimentos. Pero hay que insistir en que debe haber trabajadores y trabajadoras sociales que se encarguen de estas situaciones, para que los docentes puedan ocuparse de la enseñanza. Si ello no ocurriera –que es lo más probable, con estas políticas de ajuste interminable que nos imponen– habrá que resentir en algo la enseñanza, en tanto la alimentación es una necesidad más primaria. En todo caso, podría tratarse de alargar levemente el horario diario para que el tiempo destinado a merienda no disminuya el de dictado de clases.

—¿Qué papel ineludible debe asumir la escuela frente a estas situaciones sociales tan críticas?

—La escuela es el espacio institucional donde más se concentran los actores sociales, y por ello donde más notorias son las carencias cuando hay políticas económicas que llevan a la hambruna y la desocupación de importantes sectores de la población. Por ello, puede ser también la escuela un espacio donde reflexionar sobre los modos de reclamo, de participación e intervención social que las alumnas y los alumnos, en tanto ciudadanas/os, pueden tener para hacer reconocer sus derechos no atendidos.

70 mil personas desocupadas en Rosario

“El mercado laboral se derrumbó en 2018 en Rosario y la desocupación creció cuatro puntos porcentuales en comparación con el año anterior. La tasa de desempleo llegó al 14 por ciento, con 22 mil pérdidas de fuentes laborales”, se lee en el portal de Radio Universidad. La afirmación se apoya en el informe del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz. El estudio revela que la desocupación en el último trimestre de 2018 llegó al 14,24 por ciento, frente al 10,28 por ciento registrado a finales de 2017. Y la tasa de subocupación alcanzó al 15,17 por ciento.

Esos porcentajes significan que “la cantidad de desempleados pasó de 48.850 a 70.883”, “22.033 personas más que están sin trabajo y están buscando activamente uno”. El estudio también muestra que los sectores más castigados son los jóvenes hasta 29 años y las mujeres.

Fuente: El Eslabón

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