La inflación no da respiro a los trabajadores, jubilados y beneficiarios de prestaciones sociales. Para equiparar la pérdida experimentada desde 2015 en el poder adquisitivo con relación a la canasta básica, el salario mínimo debería aumentar en 2019 casi 8 mil pesos.

La industria argentina trabaja a media máquina, los obreros están suspendidos, se reducen sus horas de trabajo y sus salarios, o directamente pierden el empleo, mientras empresarios alertan que la caída de la actividad fabril se profundizará con el correr de los meses. El Fondo Monetario Internacional vino a observar las cuentas, propuso más ajuste para “equilibrarlas”, miró la cotización del dólar y la política fiscal y monetaria, se metió en la agenda electoral, impulsó reformas laborales y jubilatorias.

La inflación no da respiro a los castigados bolsillos de los trabajadores, jubilados y beneficiarios de prestaciones sociales. Para equiparar la pérdida experimentada desde 2015 en el poder adquisitivo con relación a la canasta básica, el salario mínimo debería aumentar en 2019 casi 8 mil pesos y las jubilaciones unos 5.500 pesos, según el Centro de Economía Política de la Argentina (Cepa). Así arrancó el año económico, con números en rojo que complican al gobierno de Cambiemos rumbo a las elecciones presidenciales.  

El macrismo y sus políticas neoliberales consiguieron que la industria nacional esté trabajando con la capacidad ociosa más alta desde 2002, después de la crisis y estallido socioeconómico de 2001. Según datos del Indec, el uso de la capacidad instalada de la industria en diciembre fue de sólo el 56,6 por ciento, una baja del 7,4 por ciento en comparación con el mismo mes de 2017. Esto significa que una de cada dos fábricas está parada, que la mitad del potencial productivo del conjunto de los sectores industriales del país está frenado. Pequeños y medianos empresarios dicen estar con el agua al cuello por la política económica del gobierno, que, como en las pasadas elecciones legislativas, ensaya algunas medidas, como alivianar cargas impositivas para pymes, en pos de suavizar el modelo de ajuste.

La baja de la producción golpea más fuerte a los sectores automotriz, textil y metalmecánico. Los primeros efectos: se recortan empleos, se contrae más todavía el mercado interno, se desinflan las chances de que empresarios industriales concreten proyectos de inversión. El indicador que muestra a media industria paralizada refleja el proceso crítico que atraviesa la producción fabril, que en diciembre experimentó un derrumbe de casi el 15 por ciento en la medición interanual y cerró 2018 con una baja total del 5 por ciento. Según las propias proyecciones empresarias, las malas noticias seguirán teniendo a la industria como protagonista, ya que el sector, golpeado por la apertura importadora, la baja del consumo, los tarifazos y las altas tasas de interés en préstamos, no encuentra piso para detener su derrumbe.  

En Rosario, en el último cuatrimestre, cerraron 46 pymes metalmecánicas y se perdieron 850 puestos de trabajo, según informaron desde la regional local de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM). Además, indicaron que hay unos 5.400 empleos en riesgo por empresas que se encuentran en procesos preventivos de crisis. Desde la UOM Rosario anticiparon una marcha conjunta de empresarios y trabajadores a Buenos Aires en defensa de la industria y el empleo, al tiempo que volvieron a pedir al Congreso que declare la emergencia en la actividad metalúrgica y se suspendan despidos y aumentos de tarifas en pymes.

El gobierno, en tanto, parece estar más preocupado en domar al dólar. Le saco presión a la demanda de la divisa estadounidense con altas tasas de interés y aceitando la cadena de la bicicleta financiera. Según diferentes analistas, la paz cambiaria es superficial. Esta relativa quietud en la cotización del billete verde, después de la devaluación del año pasado del ciento por ciento, es como una olla a presión y ocasiona serios daños a la economía real, en fase recesiva. El gobierno buscará contener el dólar, bajar poquito las tasas e intentar aminorar la acelerada marcha de la inflación, terreno en el que ya mostró un rotundo fracaso.

Según expuso un informe del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas, las políticas económicas de Cambiemos –devaluación, eliminación de retenciones, desfinanciamiento del Estado, apertura y desregulación– han provocado la salida de la Argentina de unos 124.000 millones de dólares en sólo tres años. “El ajuste para suplir la fuga recayó sobre las políticas públicas destinadas a los sectores más vulnerables, los subsidios, las jubilaciones y los salarios”, se señaló.

Si bien el dólar, al cierre de esta nota, promedió los 39 pesos, con intervención del Banco Central, el informe citado arriba proyecta un escenario más o menos estable durante los primeros meses del año, gracias a los dólares que ingresarán del agro y por los desembolsos del FMI, que por estos días concretó la tercera revisión de las metas ajustadoras que Argentina se comprometió a cumplir en el acuerdo de rescate firmado el año pasado entre el organismo y el gobierno.

La valorización financiera, modelo que se implementó en la última dictadura y durante el menemismo, deja a los bancos como grandes privilegiados del modelo M: en 2018, ganaron más de 172 mil millones de pesos. Según el último informe del Banco Central, el sector financiero registró utilidades un 121 por ciento por encima de las de 2017. En un contexto de crisis generalizada, los bancos sacaron provecho de la corrida cambiaria del año pasado, además de verse beneficiados por las altas tasas de interés pagadas por las letras del Banco Central.  

Tres en el primer mes

El costo de vida, cada vez cuesta más, aunque la economía se enfríe. 2018 terminó con casi 50 por ciento de inflación, la cifra más alta en 27 años. Mediciones privadas ubicaron a la inflación de enero, el primer mes del año, en torno al 2,5 por ciento, mientras calculan que en todo 2019 estará arriba del 30 por ciento. El índice de precios al consumidor del Indec dio una inflación en enero del 2,9 por ciento, algunos puntos por encima de las consultoras privadas.

Así, la inflación acumulada con relación a enero del año pasado trepó al 49,3 por ciento. A pesar de las políticas monetarias contractivas, los aumentos de tarifas de servicios públicos impulsados por el gobierno nacional, junto con las primeras recomposiciones salariales del año, recalentaron la inflación mensual.

Entre las principales conclusiones que dio el Cepa en su informe titulado Evolución de los precios minoristas de productos básicos, se indicó que “el incremento de la canasta básica en el mes de enero fue de 3 por ciento respecto de diciembre de 2018, 63 por ciento con relación a de enero de 2018 y 244 por ciento respecto de octubre de 2015. Dentro de los mayores aumentos de alimentos de enero 2019 se destacan las carnes y los lácteos. Según el Cepa, con respecto a los mayores aumentos de alimentos desde octubre de 2015 se anotan especialmente los incrementos sufridos por los productos de consumo básico como aceite, arroz y harina.

De acuerdo a la medición del Instituto Estadístico de los Trabajadores, dependiente de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo, la inflación de enero para los gremios fue del 2,7 por ciento, impulsada por servicios vinculados al turismo, el transporte público y los gastos del hogar. Por el impacto de tarifazos y aumentos de precios de combustibles y productos de la canasta básica, el ritmo de avance del costo de vida sigue en febrero y continuará en los próximos meses.

En una entrevista concedida a FM Pasión, una radio de Buena Esperanza, una localidad de la provincia de San Luis, el presidente Mauricio Macri aseguró que la actual situación económica de la Argentina es mejor que la de 2015, cuando comenzó su gobierno. La recesión, la caída de la actividad productiva, la inflación récord, la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos, los cierres de fábricas y comercios, los despidos masivos, el aumento de la desocupación y la pobreza, el consumo planchado en un mercado interno en declive y la creciente deuda externa, todos indicadores negativos que atravesaron hasta el momento la gestión amarilla, no cuentan en el análisis de la realidad que hizo el líder del PRO, a quien le cuesta confesar su amor por el ajuste.

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