Que cada quien vote a quien lo desee, que se trata de una Paso, no de la general. Y después, el que gana conduce y el que pierde acompaña.

Eso no es necesario decirlo con el peronómetro en la mano, pero es preciso ponderarlo en función de que los procesos colectivos muchas veces conllevan al renunciamiento a determinados purismos individuales, que aunque sean muchos, no necesariamente constituyen un colectivo.

Y si no, que se explique con honradez intelectual cómo en 2015 algunos de Tarta Abierta andaban diciendo que votarían a Daniel Scioli tapándose la nariz, o defendían a Florencio Randazzo porque lo cargaba a Scioli por ser manco, en un encuentro de ese mismo espacio. Después, el hombre que todas y todos proclamaban como el mejor intérprete del “proyecto” terminó siendo el enemigo público número uno.

Y el hombre que se negó a ser el candidato a gobernador de Buenos Aires porque estaba para Presidente o nada, acabó cosechando menos de 5 puntos en la peor elección de la historia para el Partido Justicialista bonaerense. Los individualismo, a menudo, tienen costos altísimos.

Parece que a Cristina Fernández de Kirchner, como a Juan Perón, se la invoca según la conveniencia de cada quien, pero parece que se está por reunir con Eduardo Duhalde, y ya estoy sintiendo los sordos rumores del purismo.

Cuéntenla como quieran, enfrente está el enemigo, y si el sable está mellado, no hay tiempo de salir a buscar la chaira ni de pasarle Brasso. No quiero un peronismo en el que sea más fácil pelearse con los compañeros que con el enemigo. ¿Saben por qué? Porque el peronismo es mucho más grande que los Perotti, las BIelsa, los Bossio, Pichetto, y la lista puede incluir a muchos y tantos otros.

Ojalá alguno de ellos alguna vez trascienda al peronismo, pero por ahora, todas y todos son mucho más chiquitos que el peronismo, y si uno o dos nombres nos van a dejar en el llano, peleando entre nosotros, mientras los otros arman su festín a costa de las grandes mayorías, repito, no cuenten conmigo.

El libro de quejas es más largo que la Biblia, pero no ofrece salvación alguna, y hasta la peor versión del peronismo siempre será mejor que los tibios gorilas o la oligarquía asesina.

Y si no podemos ponerle límites a un gobernador, lleve el apellido que sea, dediquémonos a ser parte de una ONG, porque en ese caso, el peronismo nos queda grande. Me incluyo, me cabe como a cualquiera.

En las fotos, los que pueden llegar a ganar si el peronismo y sus aliados siguen jugando el juego que más le gusta al enemigo.

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