Ajustes del FMI, devaluación de la moneda, aumento en combustibles y tarifas, corrupción e injerencia de EEUU y la UE fueron algunos de los disparadores de la bronca de la oposición y los movimientos sociales. En décadas pasadas, en nombre de la “ayuda humanitaria», integrantes de la ONU cometieron violaciones.

El caso de Haití es típico de aquella maniobra que en el ámbito de la propaganda política y la manipulación de masas de denomina “fijación de agenda”. La crisis política, social y humanitaria de este país es más grave que la de Venezuela. Pero los ojos del mundo están puestos en Venezuela porque los grandes medios hegemónicos que responden a los intereses geopolíticos y geoestratégicos de EEUU y las potencias europeas así lo disponen.

La “fijación de agenda” es una forma de censura. Nos dice de qué tenemos que hablar. No prohíbe, por el contrario. Nos dice que sí hablemos de un tema peor nos presenta ese tema de una manera determinada, sesgada, interesada. Mientras todos los ojos están atentos y aleccionados para juzgar, evaluar y seguir de cerca cada detalle de la crisis venezolana, el pueblo haitiano se desangra. Y solo los medios alternativos, cooperativos y en manos de trabajadores se ocupan de lo que allí acontece.

Apenas una muestra más, por si hiciera falta, de que no importa la democracia, ni la calidad institucional, ni la crisis humanitaria de Venezuela ni de ningún otro país del mundo. Lo que mueve a las grandes potencias son intereses que nada tienen que ver con esos altos valores. La historia del mundo así lo demuestra.

“En Haití estamos en presencia de un fracaso rotundo de un sistema”, aseguró Henry Boisrolin, miembro del Comité Democrático Haitiano en declaraciones al sitio de noticias Sputnik. “Más del 70 por ciento de la población activa no tiene trabajo, la renta per cápita está cerca de los 800 dólares al año, y la tasa de analfabetismo es del 70 por ciento en el campo y mayor al 50 por ciento en zonas urbanas, no se puede hablar de un sistema educativo y de salud, y el Estado no maneja absolutamente nada”, agregó Boisrolin.

La pobreza afecta al 80 por ciento de los 11 millones de habitantes de Haití, mientras una cuarta parte no puede cubrir siquiera sus necesidades alimentarias básicas. La expectativa de vida es de sólo 64 años, según índices de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (Cepal).

Según el especialista “desde 2010, la comunidad internacional puso de forma fraudulenta a distintos presidentes y el actual, Jovenel Moise, ganó las elecciones con menos de 500 mil votos sobre un padrón de 6 millones doscientos mil, entonces por más que descartáramos el fraude, podrá tener legalidad pero no legitimidad”, señaló el miembro del Comité Democrático Haitiano.

Boisrolin aseguró que el gobierno de Moise está “sostenido por el CoGroup, una entidad que se autoproclamó amiga de Haití y está conformado por los embajadores de EEUU, Canadá, Francia, España, Brasil, la Unión Europea y la OEA”.

“Son ellos los que deciden qué hacer y dónde. La mandamás de este grupo es la embajadora norteamericana Michele Sison. Esto también es lo que se está rechazando el pueblo haitiano en las manifestaciones”, dijo el académico e integrante del Comité Democrático Haitiano.

Esto último se hizo evidente en las últimas manifestaciones, en las que se quemaron banderas de EEUU. Los ajustes del FMI, los aumentos en las tarifas, muchos de ellos disparados por la escasez de combustibles, la corrupción generalizada, y la injerencia de EEUU y los países europeos en los asuntos internos de Haití, que es tratado como una colonia, disparó la bronca de la población contra el presidente.

El 7 de febrero comenzaron las masivas protestas en las calles. La represión dejó un número de muertos que, según cálculos extraoficiales, podrían ser más de cincuenta.

También produjo rechazo en la población el apoyo del gobierno al intento de golpe que se está desarrollando en Venezuela.

Venezuela ayudó a Haití vendiéndole petróleo a precios subsidiados. Finalmente, condonó la deuda. Es decir, le regaló el petróleo. Y ahora el gobierno haitiano respalda el golpe contra Maduro. Esta es otra de las causas de la bronca de los manifestantes.

La actitud Moise en la OEA fue considerada “entreguista” por buena parte de la oposición y los movimientos sociales. Se acusó al mandatario de “traidor”.

EEUU intervino en reiteradas oportunidades en Haití. Invadió ese país cuantas veces quiso. Sacó y colocó gobiernos a su antojo, como por ejemplo, en la historia reciente, la destitución del presidente Jean Bertrand Aristide. Y sigue dominando a la clase política gobernante.

En este marco, y en medio de la embestida de EEUU contra Venezuela, partidos como el Revolucionario Socialista Rasin Jan Pep ratificaron en un comunicado “su apoyo al presidente legítimo de Venezuela” y criticaron que Haití fuera uno de los 13 estados títeres que hostigan a la patria de Chávez en el foro de la OEA. Asimismo, intelectuales y movimientos sociales también se unieron al rechazo a la sumisión de Moise, recolectando firmas para exigir al Parlamento que revierta tal votación y pida la anulación del voto.

Un texto firmado por los más importantes artistas e intelectuales de la nación caribeña, precisa que “Venezuela, además de Petrocaribe, financia proyectos en beneficio del pueblo haitiano, hasta el punto de que junto a Cuba son los dos únicos estados del mundo cuya cooperación es útil para nuestro país”.

A través del proyecto Petrocaribe, firmado con Venezuela en 2005 durante la presidencia de Hugo Chávez y continuado durante la gestión de Nicolás Maduro, se dispuso la venta de petróleo con créditos blandos y con grandes ventajas para Haití. Después Venezuela le condonó la deuda, y esos fondos debieron ser empleados en infraestructura de salud, educación, viviendas y otras necesidades de la población. Pero esos fondos fueron tragados por la corrupción. Las denuncias están basadas en una investigación del Tribunal Superior de Cuentas, que señaló que el desfalco sobrepasa los dos mil millones de dólares.

Es decir: los fondos condonados por Venezuela para salud, vivienda y educación fueron tragados por la corrupción. Y el gobierno actual acusa de “dictador” a Maduro, quien ayudó a Haití, y en cambio se arrodilla ante los dictados de EEUU y Europa, que invadieron y arrasaron a Haití en reiteradas oportunidades.

El voto de Moise en la OEA contra Venezuela fue catalogado de “innoble, irreflexivo e incomprensible para los haitianos que aprecian la generosidad de este país (Venezuela) hacia nosotros” y aseguraron que el acto los ha “cubierto de vergüenza y ridículo”.

En medio de esta ola de indignación, líderes opositores como André Michel, pidieron a la Policía que arresten al mandatario por “falta de legitimidad”, ninguno de los involucrados en la actual crisis parece tener respuestas para hacer de Haití una mejor nación, con una economía sustentable y felicidad para sus habitantes.

El pueblo pide la renuncia del presidente

“El país está paralizado. La administración pública no funciona. Las escuelas están cerradas”, informó el dirigente de la confederación que nuclea a los trabajadores públicos y privados de Haití, Jean Bonald Golinsky Fatal en el sitio oficial de CLATE (Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales).

Los manifestantes levantaron barricadas en las calles de Puerto Príncipe y bloquearon las principales rutas del país desde que comenzaron las protestas el 7 de febrero.

“La situación económica está cada vez peor. La moneda nacional se devaluó en 50 por ciento. La miseria no para de crecer. El pueblo haitiano no puede vivir más así”, explicó Golinsky Fatal.

“La situación es muy grave”, señaló el titular de la CTSP. “El pueblo pide la renuncia del presidente Jovenel Moise, pero hasta ahora no hay ninguna respuesta por parte del gobierno”, agregó.

“Inclusive el sector privado, que apoya al gobierno, ha solicitado un diálogo nacional. Sin embargo, la oposición y las organizaciones sociales no quieren el diálogo con el presidente, porque él es un profesional de la mentira”, afirmó el dirigente.

“No podemos seguir aplicando las políticas que nos impone el FMI. Debemos pensar en otro plan económico”, concluyó.

Atrocidades en nombre de la “ayuda humanitaria”

Haití también es un buen ejemplo de las atrocidades que se cometen en nombre de la ayuda humanitaria. Integrantes de los llamados cascos azules de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) fueron acusados de cometer abusos sexuales en ese país. Asimismo, transmitieron enfermedades como el cólera y el HIV, que causaron epidemias que dejaron miles de muertos.

La primera misión de los cascos azules llegó a Haití en los años 90 del siglo pasado luego de una intervención militar de la ONU para restituir al presidente Jean Bertrand Aristide. Sin embargo, la participación de esta fuerza multinacional ha sido cuestionada en varias oportunidades. En abril de 2017 se dio a conocer un informe publicado por la agencia de noticias Associated Press (AP) que reveló una compleja red de violación de derechos que rodea al cuerpo militar.

Son más de dos mil denuncias contra cascos azules y otro personal de la ONU por abuso y explotación sexual en todo el mundo. El informe asegura que en más de 300 de las denuncias, las víctimas eran menores. Y Haití figura entre los sitios donde se cometieron estos delitos.

En el reporte recogen los testimonios de decenas de mujeres, niñas y niños que denuncian haber sido víctimas de abusos sexuales de parte de miembros de la organización.

La evidencia muestra que al menos 134 miembros del contingente de Sri Lanka participaron entre 2004 y 2007 de violaciones, explotación y abuso. Luego de una investigación de parte de la ONU estos fueron retirados de la fuerza, pero ninguno cumplió condena por sus actos. No se trata de los únicos. Cascos Azules de Bangladesh, Brasil, Jordania, Nigeria, Pakistán y Uruguay también tienen denuncias en su contra.

Los problemas no se limitan a los abusos. Muchas veces las secuelas del abuso se mantienen tiempo después de que los victimarios se retiraron. Embarazos no deseados, infecciones de enfermedades de transmisión sexual como el VIH y epidemias de cólera son algunas de las secuelas con las que deben luego lidiar una población que, además, es considerada la más pobre del mundo, donde dos de cada tres haitianos vive con menos de dos dólares al día.

El secretario general de la ONU, António Guterres, ya se había manifestado en 2015 sobre estos abusos: “Digámoslo con una sola voz: no toleraremos que nadie cometa o consienta la explotación ni el abuso sexual. No permitiremos que nadie tape estos delitos con la bandera de la ONU”.

La organización no gubernamental Blue Code ha comenzado en los últimos años a mantener estadísticas de los abusos, pero en muchas ocasiones la ONU desconoce los nombres de los oficiales que participan en los contingentes de los cascos azules. La organización registró 145 denuncias solo en 2016.

El pueblo de Haití tiene motivos para manifestar su bronca en las calles.

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