Las perspectivas son poco alentadoras para el mes de las elecciones, coinciden los analistas. Baja industrial, deterioro de ingresos, más aumentos con alta inflación, sumada la sostenida caída de la actividad, que a corto plazo no proyecta signos de recuperación, pintan un cuadro alarmante para el macrismo cuando llegue la hora de los votos.

¿Cómo llegará “el octubre económico”? Adherentes y críticos del gobierno nacional coinciden en proyectar cifras negativas no sólo para el mes en el que se desarrollarán las elecciones presidenciales, sino para todo 2019. Mauricio Macri, después de pisar la cáscara de banana inflacionaria, al anunciar una baja en el nivel de precios de enero 24 horas antes de que el Indec informe lo contrario, buscará maquillar su plan económico neoliberal y desviar las preocupaciones económicas para mejorar chances electorales, pese a tener poco margen de maniobra por estar atado al acuerdo que firmó con el Fondo Monetario Internacional, principal proveedor de dólares. Los datos duros que se proyectan para cuando abran los comicios generales, con más desempleo y más pobreza, encienden una luz de alarma en el dream team gobernante.

Por eso funcionarios del Gabinete prefieren esquivar temas económicos que horadan la calidad de vida de la población y se concentran en el terreno político, no menos pedregoso por las compulsas internas. Mientras tanto, el dólar, que abandonó la relativa calma y superó los 40 pesos, los tarifazos y las remarcaciones en las góndolas meten más presión inflacionaria, al tiempo que se profundiza la pérdida de poder adquisitivo de los ingresos y se hunde el consumo.

Es un hecho que las urnas de octubre, ni hablar las de las Paso de agosto, recibirán los votos de los ciudadanos en un contexto de recesión económica como resultado directo de las políticas ajustadoras que viene aplicando el gobierno desde su llegada a la Casa Rosada. También reinará el creciente temor a perder el empleo, quizá el tema que más preocupa a los argentinos (sobre todo de clase media) junto a cómo llegar a fin de mes.

Si bien Cambiemos apuesta a mejoras transitorias o poder exhibir leves síntomas de recuperación de la actividad al momento de las elecciones, todo indica que con este rumbo se intensificará un escenario de crisis socioeconómica y laboral, con conflictividad en alza, protestas sindicales y de organizaciones sociales que calentarán la calle, difícil de tapar por los medios oficialistas y el derroche de optimismo que vende a diario la alianza gobernante. Es toda una incógnita si la profundización de la crisis hará mella en el perfil electoral de Cambiemos en los comicios presidenciales, porque además del bolsillo juegan otras cuestiones, ideológicas, culturales.

Todo negativo

El aparato productivo-industrial está golpeado y sigue en fase recesiva. La Unión Industrial Argentina estimó que la producción manufacturera cayó más de 10 por ciento en diciembre pasado frente al mismo mes de 2017. Así, según sus cálculos, la actividad fabril cerró 2018 con una baja de 3,4 por ciento. Un informe elaborado por el Centro de Estudios de la UIA avizora que la industria caerá hasta 2,5 por ciento durante 2019.

En tanto, la consultora Fiel anticipó que la industria se contrajo en enero un 8,5 por ciento, con el sector automotriz como el más castigado, con un retroceso de más del 32 por ciento. La mitad de las máquinas están paradas. Todos los días cierran empresas y comercios, hay reestructuraciones, suspensiones, despidos de personal, procedimientos preventivos de crisis.

El presente fabril es oscuro y, como lo muestran diferentes relevamientos, las expectativas empresarias son pesimistas y están fundadas en el continuo achique del mercado interno, por lo que se prevén nuevas caídas. La baja de la industria se da en un contexto de contracción de la economía en general. Todos proyectan una nueva baja del producto bruto interno para el año en curso. No se vislumbra ninguna reactivación. En el Presupuesto, el gobierno estimó un retroceso moderado del 0,5 por ciento. Sin embargo, el FMI, la Cepal, el Banco Mundial y la Ocde proyectaron que el PBI argentino bajará en 2019 entre 1,6 y 1,9 por ciento, mientras varios especialistas calculan que la economía caerá alrededor del 2 por ciento.

En sintonía negativa, la Organización Internacional del Trabajo espera un mayor desempleo durante este año en el país. La desconfianza de que el gobierno revierta la situación es transversal. Pese a todo, el macrismo parece más concentrado en reducir el gasto público para cumplir con la meta de déficit cero que espera el FMI que en atender los principales nudos problemáticos que enfrenta la economía real.

Año verde

El dólar volvió a la primera plana de los diarios y a la agenda de los noticieros. Es un elemento perturbador y la presión cambiaria subirá a medida que avance el cronograma electoral. El gobierno apuesta a superar el test verde y domar esta variable económica como única garantía de que no estalle todo por el aire. La cotización de la divisa estadounidense superó los 40 pesos, con una sensación térmica cercana a los 40 grados, para agregar un poco más de nerviosismo a la situación de volatilidad que reina también en el humor social. El gobierno prefiere que no se hable del dólar, pero sus ansias parecen inalcanzables.

Por ahora la gestión Macri sube o baja la tasa de interés como típica medida para administrar el mercado de cambios pese a la secuela negativa sobre las pymes. Y piensa en frenar cualquier intento de corrida preelectoral con agrodólares de la futura cosecha de soja, que pinta bastante bien pero que todavía deberá sortear posibles inclemencias climáticas, y los desembolsos del FMI, que si bien no son de libre disponibilidad sirven para engrosar las reservas del Banco Central. Una fuerte disparada del dólar como la del año pasado sería fulminante para la economía y debilitaría las posibilidades electorales del oficialismo. De todos modos, es número puesto que la demanda de dólares va a crecer con el correr de los días, el precio irá subiendo y los efectos inflacionarios de esa escalada serán representarán otro hachazo para el poder de compra de los salarios.

Precios y salarios

A Macri y al gobierno se le hace imposible sostener seriamente que el nivel inflacionario marca una tendencia a la baja. Después de un 2018 de 50 por ciento promedio de inflación, en enero fue del 2,9 por ciento, según el Indec, un porcentaje mayor al 2,6 por ciento de diciembre y al 1,8 por ciento de enero de 2018. Y se espera una cifra superior para febrero, con impacto de la suba de combustibles, tarifas, transporte y productos de la canasta básica. Las conjeturas más optimistas calculan 3 por ciento para febrero, mientras que varias consultoras proyectan 3,5 por ciento para el segundo mes del año. En marzo impactará la suba de la canasta escolar, la cuota de colegios, el aumento en el rubro indumentaria por el cambio de estación y nuevos incrementos tarifarios. La inercia inflacionaria, como se ve, no se detendrá.

Andrés Asiain, director del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (Ceso), explicó que el alza de precios con recesión económica se da porque “la inflación no es monetaria ni de demanda”. El economista entiende que “hubo un shock de costos de la devaluación que todavía se continúa trasladando a precios, sumado a las subas de tarifas y a las altas tasas de interés que incrementan costos financieros. Todo eso sobre una inflación inercial que ya estaba en contratos de alquiler, en los créditos, en las expectativas de paritarias”.

El piso inflacionario para 2019 se ubica alrededor del 35 por ciento. Así, en los cuatro años de Cambiemos la inflación llegaría cerca del 190 por ciento. Recesión económica con alta inflación, combo letal para enfrentar el veredicto de las urnas. El gobierno estimó para este año una baja de la inflación a 23 por ciento. De cumplirse, cosa extraña, se volvería al nivel que dejó el anterior gobierno, después de cuatro años de destrucción del aparato productivo, indicadores económicos en rojo y un creciente endeudamiento, que llevó la deuda externa al 90 por ciento en relación del PBI. Mientras, los trabajadores intentan en negociaciones paritarias que sus salarios no pierdan por goleada frente al índice de precios al consumidor, como ocurrió el año pasado.

La crisis económica recorta poder adquisitivo de los ingresos y el consumo se viene a pique. Según el último informe del Instituto de Trabajo y Economía (ITE) de la Fundación Germán Abdala, en el primer mes de 2019, el consumo se contrajo 9,3 por ciento y marcó la octava baja consecutiva. “El consumo continúa en contracción, afectado por la caída de los ingresos reales y las altas tasas de interés”, se señaló en el reporte del ITE.

“La venta de autos nacionales en enero cayó a la mitad de la registrada el mismo mes de 2018 (-54%). Por su parte, de acuerdo a Came, las ventas minoristas se desplomaron en enero un 10 por ciento y cerca de un 77 por ciento de los comercios registraron una baja en sus ventas. Y el crédito real en pesos cayó un 21,9 por ciento anual”, se repasó en el informe que refleja el derrumbe mensual del consumo.

Las grandes mayorías compran menos, porque tienen menos para gastar, o directamente no tienen. “El salario mínimo se ubicó en los menores niveles en términos reales desde 2004”, indicaron desde el Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma. “El valor actual del salario mínimo (salario de referencia, hoy en 11.300 pesos) representa menos de la mitad de la canasta básica que mide el Indec”, señalaron.

Analistas coinciden en que las perspectivas para el 2019 están lejos de ser alentadoras. Antes de emprender la gira por Asia, Macri escuchó diferentes opiniones de economistas ortodoxos que le pintaron un panorama desalentador de cara a las elecciones de este año. Es más, el presidente se enojó con Carlos Melconian, hombre de confianza del líder del PRO, por hacer púbicas sus críticas al plan económico y al acuerdo con el FMI, al que calificó de “picapiedra”. Lo cierto es que la situación seguirá crítica porque la marcha de la economía real muestra cada vez más signos de debilidad y no hay nada que haga vislumbrar una reactivación antes de poner a prueba de votos el experimento neoliberal que Cambiemos ambiciona prolongar en el tiempo.

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