La frase “Toman a los niños de rehenes” es una de las más escuchada y replicada en tiempos de paros docentes. Desde el gobierno se lanza, los medios hegemónicos replican y buena parte de la sociedad la comparte ¿Qué encierra esta idea? ¿Cuál es la intencionalidad que guarda? ¿Qué discusión dar?

La educadora Patricia Redondo, profesora de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de la Plata, asegura que sostener esa idea habla de un profundo desconocimiento de lo que acontece en las escuelas. Invita a desandarla y a develar que apunta a demonizar a la docencia, porque la intencionalidad final, en tiempos de macrismo, es el de la mercantilización educativa. “Nosotros no solo tenemos que discutir que los niños no son rehenes de los maestros, tenemos que argumentar y explicar que los paros, las medidas de fuerza que se toman son para dar cuenta que defender la educación pública implica un acto de resistencia y que allí hay una dimensión política que también enseña”, expresa en charla con El Eslabón.

– “Toman a los chicos de rehenes”. Una frase corriente que ante cada paro docente se replica desde los medios y voces del gobierno, y de hecho repite parte de la sociedad ¿Qué es lo primero que se te ocurre pensar ante este discurso?
–Lo primero es pensar que quien enuncia eso tiene una distancia enorme con lo que acontece en las escuelas. Vengo hace rato trabajando en escuelas de sectores populares, con problemáticas sociales intensas, incluidas del gran Rosario y ciudad de Santa Fe, donde está claro que no son solo los maestros quienes educan, sino que desde una cocinera hasta quien está en la puerta recibiendo tienen una posición educativa. Enunciar que las maestras y los maestros, los profesores y las profesoras, todo el personal de una escuela, tiene de rehenes a los chicos me produce una sensación de un enorme desconocimiento de todo aquello que sostiene y ha sostenido por décadas a la escuela. El de educar es un trabajo que pocas veces se puede calcular, al decir de Estanislao Antelo (pedagogo). Es un trabajo muy desmesurado, de una cotidianeidad que representa no solo el tiempo que se está en el aula sino un conjunto de variables que incluye vínculos con las familias, tramas para sostener muchas veces sin los recursos necesarios un nivel académico que esté a la altura de enseñanzas que se renuevan. Decir y pensar que un docente que asume una medida de fuerza en defensa de la educación pública tiene a los niños como rehenes es no comprender de qué se trata el asunto de la educación. Es hablar desde un lugar muy cargado de prejuicios. Allí hay que poder dar cuenta de qué se trata nuestro trabajo de enseñar y por qué la disputa del salario  – que no es el salario sino una condición salarial – está cargado de un proceso de filiación social y de reconocimiento por parte de la sociedad de un trabajo que garantiza la transmisión cultural. Reducir el conflicto docente a la frase “los niños son rehenes” es un discurso cargado de hostilidad y de culpabilización hacia un sector que por años viene reivindicando la defensa de sus derechos laborales pero asociados a la defensa de la educación. Si hay algo que distingue a la Argentina de otros países latinoamericanos es que la docencia argentina asume la defensa de sus derechos, más la defensa de la educación pública.

–También hay una intencionalidad en quienes repiten esta frase. ¿Qué es lo que se busca al instalar esta idea?
–Desde que asumió el gobierno macrista hay en marcha un desmantelamiento de políticas que garantizaban procesos de distribución de bienes. Por ejemplo, el Plan Nacional de Lectura; la reducción del presupuesto para las políticas de la primera infancia, como la construcción de los tres mil jardines prometidos por el presidente; hay subejecución del presupuesto educativo y desmantelamiento de programas que muchas veces se dejaron como mascarones de proa pero se los vaciaron de recursos y de equipos para mantenerlos. Ese vaciamiento está acompañado de un proceso de avance de la mercantilización y privatización en todo el país de la educación pública (cita el informe de la Ctera “La privatización educativa en la Argentina”). Para eso es necesario culpabilizar y demonizar a quienes son los actores principales de la educación pública. Uno de los actores principales son los docentes. Y entonces se pueden lograr ciertas articulaciones discursivas para justificar un conjunto de medidas. Por ejemplo, que una gobernadora (María Eugenia Vidal) diga que “los pobres no llegan a la universidad” justifica que se ajuste el presupuesto de las universidades del Conurbano Bonaerense. En un supuesto enunciado que es “el gobierno de la transparencia y sinceridad”, hay un sociedad que escucha esos argumentos y se pregunta “para qué van a gastar si los pobres no llegan a la universidad”. Al mismo tiempo hay otras líneas de argumentación que se van articulando y se instalan en el sentido común; lo hacen opacando la intencionalidad de las políticas más duras que son las de mercantilización y privatización. Hay que discutir estas cuestiones en su complejidad, centrar la discusión sobre cuál es el proyecto educativo que queremos para una sociedad verdaderamente democrática, y no para esta sociedad excluyente que tiene como mano derecha a las fuerzas de seguridad, la del gatillo fácil, que quiere una ley de baja de imputabilidad, que quiere castigar a los jóvenes, con represión en la calle día por medio. Es decir nos están restringiendo el estado de derecho al conjunto de la sociedad. Nosotros no solo tenemos que discutir que los niños no son rehenes de los maestros, tenemos que argumentar y explicar que los paros, las medidas de fuerza que se toman son para dar cuenta que defender la educación implica un acto de resistencia y que allí hay una dimensión política que también enseña.

–¿Qué más hacer? ¿Qué tener en cuenta para desandar estos discursos?
–No hay que dejar de conversar en las comunidades, hay que hablar mucho con los grupos familiares. También, si existiesen, hay que poder desandar nuestros propios núcleos duros de miradas excluyentes hacia los sectores populares. Hay que poner sobre la mesa los argumentos sobre los sentidos de la enseñanza en las escuelas. Hay que asumir otras prácticas y poder multiplicarlas. Por ejemplo, una escuela que investigué inicia las clases en febrero visitando las casas de sus alumnos guiados por ellos. Son niñas y niños de una escuela especial. Hace más de 10 años que sus docentes han decidido empezar conociendo las casas de las familias, a las que llegan guiados por sus alumnos, no llevan la dirección. Y siempre llegan a destino. Para un maestro de la escuela pública, que va guiado por un niño muchas veces marcado por la sociedad como incompetente, a conocer y conversar con esa familia, llegar a destino significa que se sacó su guardapolvo para volvérselo a poner de otra manera, y con otro nombre. Para volvérselo a poner a sabiendas de los derechos de la educación y a sabiendas también que ese derecho solo va a poder ser defendido entre varios, entre muchos actores, que no alcanza solo con los maestros.

–Un claro trabajo con la comunidad…
–Claro. También estoy impulsando y participando desde el fallecimiento de Sandra y Rubén (directiva y auxiliar docente que murieron en la escuela al explotar una garrafa) en una mesa interuniversitaria con ocho universidades (de Luján, de José C. Paz, de La Plata, UBA, General Sarmiento, Lomas de Zamora, Moreno y la Unipe) para acompañar el proceso de Moreno, donde los directores, el Suteba y los movimientos sociales decidieron no volver a las escuelas en las condiciones que estaban. Después de las muertes de Sandra y Rubén, se detectaron 250 edificios con problemas, hoy tienen 190 edificios en obras. En esos meses se instaló un laboratorio, un yacimiento pedagógico. Las escuelas daban clases en la plaza, en las veredas, colgaron sus pizarrones de las rejas. El viernes de la semana pasada hicimos una jornada con 300 maestros, que llamamos “Hacer escuela en Moreno, una lucha que enseña”. Los propios maestros dicen que ya no son los mismos; daban clases de matemática en la vereda y a veces las madres contestaban el ejercicio que tenía el profesor. O en otro caso, donde las directoras decidieron calificar con las familias. Se ha abierto un universo de una experiencia educativa inédita y de una lucha inédita que no doblegarán. Una madre nos dijo: “Nosotros aprendimos con las maestras y los maestros de Moreno que teníamos el derecho a que nuestros niños tengan una escuela segura. Y también que podemos saber más de matemática, de lengua, porque venimos aprendiendo con nuestros niños”. Tenemos mucho por andar. Frente a estas acusaciones de que “los niños son rehenes” tenemos que dar cuenta que el amasado cotidiano de la escuela pública todavía tiene mucho para florecer.

Fuente: El Eslabón

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Un comentario

  1. Un Tarado Más

    08/03/2019 en 20:50

    Todo muy lindo lo que decís, pero la mercantilización y privatización es un proceso que se viene dando de hace unos 25 años por lo menos, con el gobierno de Menem, cuando pasó al ámbito provincial la educación secundario, y luego se profundizó con la gestión de Kirchner y Fernández. Este gobierno lo único que hace es continuar con esas políticas. Prueba de lo que digo es el intenso crecimiento que tuvieron las escuelas de gestión privada. Criticar a una gestión en particular y no hablar de todo el proceso que se va dando hace más de una gestión me da la impresión de que el artículo tiene más intencionalidad política que una sincera intención por mejorar la educación. Eduardo.

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