Cristina prepara el mate mientras el equipo de La Masa se acomoda. “¿Ustedes también son leprosos?”, sacude, al tiempo que ceba el primero. “Fijate qué calentito está”, agrega al toque, señalado el termo tuneado de Central. “Le habrá dado mucho el sol de mayo”, recibe por respuesta la amable secretaria del dirigente del Movimiento Evita y titular del justicialismo local, Eduardo Toniolli, justo cuando el edil ingresa al despacho para hacer la entrevista con este medio. “Mi vínculo con la política arranca desde el vientre materno, uno viene de una familia de militantes, de distintas ramas y diferentes expresiones”, dirá a lo largo de la charla, que comenzará en aquel temprano bautismo prenatal, y se remontará hasta este presente que lo tiene como candidato a renovar su banca en el Palacio Vasallo.

—¿En qué lugar o en qué momento comienza tu historia política?
—El lugar donde nací está marcado por la política. Nací en un marco de mucho trajín político, durante la última dictadura cívico militar, el 17 de marzo de 1977 en la localidad de Río Ceballos (Córdoba). No fue casualidad el lugar. Tiempo antes mi vieja y mi viejo, que eran militantes de la Juventud Peronista, venían escapando de la ciudad de Rosario, donde mi vieja había sido presidenta del Centro de Estudiantes de Odontología por la Juventud Universitaria Peronista (JUP), y mi viejo había sido responsable de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) de la Unidad Regional. A mi viejo lo secuestran un mes antes de que yo nazca y eso hace que mi vieja se vaya de Córdoba capital a las sierras.

El primer recuerdo que tengo de la política es durante el exilio en Francia. Nosotros anduvimos por varios lugares de Argentina hasta que pudimos salir a Brasil y finalmente vivimos cuatro años en Francia. De ahí tengo discusiones muy vívidas de los exiliados, sobre la idea de volver a la Argentina, de la recuperación de la democracia para poder venir, y todo eso me marcó. Recuerdo tardes enteras con los chicos y chicas de los grupos de exiliados, y cómo María del Carmen, una de las compañeras, nos enseñó a los pibes a cantar la marcha peronista y el himno nacional. Me acuerdo que tenía un cuadro, de esos donde se ven miles de sombrillas todo a lo largo de la costa de Mar del Plata, y que nos contaba que «en la época de Perón los trabajadores habíamos podido a veranear». No tengo dudas de que me hice peronista en una de esas tardes.

Después tengo recuerdos muy presentes del momento político de cuando volvimos al país. Una vez en la primaria, yo iba a la Mariano Moreno, me llevaron a la dirección por agarrarme a las piñas por defender a Gualberto Venesia, que era candidato a intendente del peronismo. En realidad lo que me pasaba era que no lo podía ni ver a Horacio Usandizaga, que para mi era la suma de todos los males. También tengo muy presente el proceso electoral del ‘89, de Menem, e incluso haber vivido la decepción que muchos adultos sintieron.

Imagen: Maia Basso

—¿Dónde hacés tu primera experiencia militante?
—En el Centro de Estudiantes del Politécnico, en tercer año, en el ‘93. Durante el gobierno de Menem. Recuerdo cómo me impactaron las puebladas y cortes en Cutral Có, Tartagal, el Santiagueñazo. Y cómo lo que había sido una especie de sopor, o tensa calma, empieza a estallar. Las marchas federales, ya en el ‘94. El ‘95 ya fue un año clave, por lo menos para mí y mi formación política, porque se dan enormes movilizaciones contra la Ley de Educación Superior y la Ley de Educación Federal, que afectaba a la universidad pública y a las escuelas secundarias. Tomamos el Poli dos veces, cosa que no había ocurrido desde los setenta. En ese momento se generó una gran movida estudiantil y yo me dije: «Esto es algo que me va a acompañar toda la vida». Me refiero a la militancia.

—A partir de ahí, ¿cómo sigue tu recorrido?
—Terminé la secundaria en plena ebullición política y obviamente seguía con esas ganas de seguir participando. Paralelamente iba teniendo lecturas de cosas que me encontraba en la biblioteca familiar, como (Raúl) Scalabrini Ortiz, (Arturo) Jauretche, (José María) Pepe Rosa. Siempre me gustó la historia, el revisionismo. Se juntaban todas esas lecturas, el momento político y las pocas perspectivas de insertarse donde tradicionalmente un joven con ganas de militar, que se define como peronista, debería ir a recalar. Entonces mi militancia después de la secundaria fue en la agrupación Hijos, a la que me acerqué un 23 de marzo de 1996, al día siguiente era la marcha en repudio a los 20 años del golpe de Estado. Me acerqué y después ya me quedé.

En Hijos encontré un espacio de compañeros y compañeras, donde muchos de ellos, otros no tanto, tenían una mirada política muy parecida, una historia muy parecida y compartida, aunque esto último no era lo más importante. Lo más importante fue encontrar un lugar donde poder discutir todas las inquietudes políticas de ese momento. Entender cómo ese pasado reciente tenía mucho que ver con el presente que estábamos viviendo, cómo había una ligazón entre estos y entender que era importante hacer un ejercicio de memoria; ejercicio que hizo después el pueblo argentino, que también se dio una rediscusión del pasado. Recordemos que había pasado el alfonsinismo, la teoría de los dos demonios, la sospecha de todo lo que tenía que ver con militancia política. Y eso no se había roto. Yo creo que lo que termina de romper eso es diciembre de 2001.

—¿Qué referencias políticas te marcaron?
—En ese momento las referencias eran históricas, revisar la historia, los sesenta, los setenta, los cincuenta, leíamos con fruición todo lo que encontrábamos. Tratábamos de recurrir a compañeros y compañeras que tenían una historia de lucha y que uno se sentaba y trataba de aprender de eso. Íbamos a charlar con Héctor Quagliaro, referente de ATE, el Colorado. O Eduardo Zanella, que había sido abogado de presos políticos, militante peronista. Y después tipos que convocábamos a la facultad, cuando empezábamos alguna militancia universitaria con compañeros que generamos un espacio de discusión política y de formación, que se convirtió en la Cátedra Arturo Jauretche y luego en el centro cultural que llevó ese mismo nombre. Y ahí organizamos charlas, tal vez para 30 o 40 personas como máximo, con tipos como Norberto Galasso, Fernando Pino Solanas, Alcira Argumedo, Jorge Enea Spilimbergo.

Imagen: Maia Basso

—¿Y referentes del mundo de la dirigencia política?
—La primera vez que puedo decir que hay un tipo con el que me referencio políticamente fue con la aparición de (Néstor) Kirchner. Más allá de que no lo voté, creo que porque todavía no había hecho el empalme entre pensar la realpolitik y cómo efectivamente se mueven las fuerzas reales, más allá de lo ideológico, en el campo de la política y las pujas de poder.

—¿Cómo se dio el proceso hacia esa otra dimensión de la política, que derivó con el tiempo en una diputación provincial, un mandato como concejal y que hoy te tiene nuevamente como candidato para el Palacio Vasallo?
—Fue una concatenación de hechos. Se da todo ese proceso de 2003 y 2004 en que nos empieza a atraer la figura de Kirchner. Un punto de inflexión fue el discurso de asunción en la Asamblea Legislativa. Mientras discutíamos ese proceso, tanto en Hijos como con los compañeros del Centro Cultural Jauretche, me llama Matías Bonansea, de Hijos Córdoba, y me cuenta que estaba empezando a militar y a armar lo que en ese momento era el MTD Evita, y en una ida de Córdoba a Buenos Aires, vino y me convenció de acercarme.

Y la participación electoral se dio muy rápido, en 2005, con el objetivo no de entrar al Concejo, ni por una aspiración personal, sino para consolidar un espacio de varios grupos que se empezaban a juntar alrededor del MTD Evita. Fuimos con la candidatura del padre Joaquín Núñez. Y después producto de decisiones del momento terminé encabezando la lista. Después en 2007 acompañamos a Rafael Bielsa como candidato a gobernador y María Eugenia Bielsa encabezaba una lista de concejales y la acompañamos en un lugar no expectante, sino para empujar. Volvimos a tener una participación en 2009 Y en 2011 por una decisión política acompañamos la candidatura de Agustín Rossi a gobernador, en la que participo en una lista que se llamó Jóvenes para la victoria, que fue una cosa novedosa, que nos permitió que algunos compañeros y compañeras ingresar a la Cámara de Diputados de Santa Fe. Ahí fue la primera vez que tuve un cargo institucional.

—Después de esa experiencia vino la oportunidad de ser concejal, y hoy estás lanzado a una nueva candidatura, ¿con qué mirada de la ciudad encarás esta campaña para renovar la banca en el Concejo?
—No se puede desgajar el diagnóstico de la ciudad y del laburo que hicimos estos años en el Concejo, de lo que está pasando en la Argentina, que indudablemente es un proceso muy negativo de destrucción de derechos en todo sentido, de entrega nacional, que en nuestra ciudad, como suele suceder en los ciclos nacionales, golpea duramente. En ese marco lo que aprendí rápidamente acá es que el Concejo es la primera ventanilla del Estado municipal, y del Estado en general. Lo que le pasa a cualquier hijo de vecino en la ciudad, por más que no tenga que ver con las competencias del Concejo, terminan acá, o empiezan acá. Desde los comerciantes que cierran porque pueden pagar la boleta de la luz, hasta hechos que tienen que ver con la violencia urbana, con la seguridad. Y eso, al que le apasiona la política y la búsqueda de construcción de alternativas que incorpore al conjunto de nuestro pueblo, como es mi caso, te motiva. Y es un trabajo cotidiano. En las cosas que abordamos desde el Concejo, por más pequeña que pueda parecer, se juega el vivir bien de de miles de rosarinos y rosarinas, que por otro lado tienen siempre un anclaje con lo nacional.

Yo no me puedo desentender de un proceso electoral donde además se va a elegir intendente, gobernador y yo formo parte de un espacio político, que es el peronismo. No hablo de una alternativa que incluya al peronismo sólo. Ahora, sin el peronismo es imposible transformar este escenario adverso que estamos viviendo. Y me parece que hay que repensar el rol de lo local en esa construcción. Sin caer en el municipalismo, porque no creo en esa línea, que por otro lado ha sobreexlpotado el Socialismo, que nos ha mostrado sus limitaciones porque terminó con un techo que no sirve para resolver los problemas de nuestro pueblo.

Sin caer en el municipalismo, tampoco hay que creer que todo lo resuelven los grandes procesos nacionales, como si no estuvieran hechos también de hechos locales. Si algo hemos pecado en el proceso de 2003 al 2015 es que quizás nos faltó la fuerza y dedicación para generar referencias locales, que es uno de los modos en que se expresa esta democracia liberal que tenemos. Porque lo que queremos, los cambios profundos que queremos las organizaciones populares, se resuelven en la calle, pero también convenciendo al conjunto de nuestro pueblo. Y eso, muchas veces, en el marco esta democracia liberal, y más con la Boleta Única, se expresa en personas concretas. Hay que apuntalar eso, y mucho más en campaña. Las campañas suele ser una tribuna, y ahí uno tiene la oportunidad de, intentando ser los más ameno posible,comunicar el contenido profundo de lo que uno piensa y de lo que quiere transformar.

 

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