Un fiscal federal pidió este semana 10 y 7 años de cárcel por tráfico de drogas para el cuñado y la hermana de Esteban Alvarado, un ladrón de autos largamente mencionado como narco y nunca investigado por ese delito. Su sombra en varias causas y el vínculo con la Policía.

El pedido de pena de siete años de prisión por violación a la ley de drogas para Yanina Carina Alvarado y de diez para su pareja Fabricio Germán Lorincz por parte de un fiscal federal, parecería que comienza a cerrar el círculo judicial sobre la figura del hermano de la primera y cuñado del segundo, Esteban Lindor Alvarado, un hombre condenado por robo de autos e imputado desde hace un mes por el crimen de un opaco financista de trágico final. Pareciera, porque aún resta conocer la sentencia del tribunal que juzga a la pareja y a otras ocho personas por narcotráfico, delito del que está sospechado Esteban desde hace años, sin que ninguna instancia judicial se lo reproche formalmente. Su perceptible caída en desgracia constituye el corrimiento del negocio ilegal de comercialización de estupefacientes de uno de los últimos jugadores que, según la visión de autoridades y expertos en el tema, habían logrado cierto equilibrio pacífico en Rosario junto a Los Monos, la barrabrava de Rosario Central y Luis Gringo Medina. La acción letal de las balas y el más civilizado Poder Judicial volvieron inestable ese equilibrio y sólo uno de esos pilares se mantiene en pie.

Mapa roto

El 26 de mayo de 2013 fue asesinado a balazos Claudio Pájaro Cantero, uno de los líderes de la banda narcocriminal Los Monos, nacida y criada en la zona sur de la ciudad.

El desinterés por los caminos institucionales de los demás integrantes de la cúpula produjo varios crímenes en venganza de esa muerte, algunos probados judicialmente, otros arrojados a las antojadizas derivas de la leyenda.

Siete meses más tarde era el cuerpo del Gringo Medina el que visitaba la morgue judicial para una pericia: una decena de balazos había clausurado la vida del presunto narco que tenía empresas y emprendimientos de apariencia lícitos, y que había dejado Rosario para residir en un country de la localidad bonaerense de Pilar.

Eso dos crímenes, según un informe presentado a la Legislatura por el diputado del Frente Social y Popular, Carlos Del Frade, encontraban justificativo en lo que denominó “la reconfiguración narco” del territorio rosarino.

A modo de mapa, el documento señalaba que Medina manejaba el tráfico ilegal de estupefacientes en la zona Oeste de la ciudad, Alvarado en el centro, Los Monos en el Sur y el jefe de la barra de Rosario Central, Andrés Pillín Bracamonte, hacía lo propio en el norte. Delfín Zacarías participaba de ese delicado equilibrio comercializando de Granadero Baigorria hacia el norte.

Como a diferencia de las demarcaciones de los Centros Municipales de Distritos estas otras fronteras son más lábiles, las cosas no siempre salen bien.

El Pájaro Cantero fue asesinado y la banda que lideraba comenzó por primera vez un declive de orden judicial –sus principales cabecillas fueron condenados el año pasado-; Medina también fue muerto a balazos; Zacarías fue condenado en 2018.

Esteban Alvarado, que estaba en prisión cumpliendo una condena a seis años por robo de automotores en el Gran Buenos Aires que eran desarmados en Rosario o convertidos en mellizos, sobrevivió a las desgracias que acompañaron las suertes de los otros jugadores del negocio narco. Bracamonte continúa al frente de la barra Canalla, no existe causa federal en su contra.

La sombra del Esteban

Antes de terminar de cumplir la condena por robo de autos, Alvarado –que gozaba de libertad condicional por haber cumplido las dos terceras partes de la pena- quedó en el centro de la investigación por un crimen.

Lucio Maldonado, un prestamista con antecedentes, apareció muerto de tres disparos, uno en la nuca, cerca del casino City Center, el 14 de noviembre último.

Había desaparecido unos días antes. El rastreo de los investigadores del auto de Maldonado les permitió establecer que el “desaparecido” había estado en el barrio Los Muchachos, ubicado en cercanías de la comuna de Piñero. Allí tiene una casa quinta –según la investigación- Esteban Alvarado.

La Justicia pidió su captura pero el Esteban no apareció. Recién el 2 de febrero fue detenido en Río Tercero, Córdoba. Unas semanas después fue imputado con prisión preventiva en Rosario como posible autor intelectual del asesinato de Maldonado, cuyo cuerpo baleado fue encontrado con un cartón que decía: “Con la mafia no se jode”.

El fiscal que investigó a Alvarado en San Isidro por el robo de autos entregó en los tribunales rosarinos una pila de CD con escuchas que hacían presumir su participación en el comercio de estupefacientes. Ese material no derivó en una investigación judicial.

Su nombre volvió a aparecer como fantasma tras el crimen de Medina. La madre del Gringo, Ana María Frascona, dijo en 2014 que a su hijo lo había mandado a matar “el de arriba”, en referencia a alguien “de la política”, y que el crimen había sido ejecutado por la “Banda de los Rosarinos”, nombre con el que se conoció a la banda de Alvarado por la sustracción automotor.

En la causa provincial seguida a Los Monos, el nombre del Esteban también apareció en las escuchas –según una charla entre Monchi Cantero y el policía encubridor de la banda, Juan Chavo Maciel- presuntamente ligado al comercio narco.

El diálogo es el siguiente:

Monchi Cantero: “Cuchá, y esos que rompen los huevos ya sé por qué rompen los huevos, yo fui a hablar con este y este sabe bien la posta. Viste que habían hecho una laburo de una chata apenas empezaron ellos”.

Chavo Maciel: “Ahh, la Kangoo, allá en 27 (de Febrero) y Alsina”.

Monchi: “Sí, qué se yo, la chata la había puesto el Esteban, para hacer el laburo este para que queden bien para que agarren esto”.

Maciel: “Sí, pero eso se sabía hace rato, lo entregaron a ese laburo, si no agarraron a nadie”.

Monchi: “Bueno, eso lo armó el Esteban con ellos. Luis se llama… Luis se llama el que está a cargo de todo, el secretario me parece”.

Maciel: “Y, no sabría decirte, ¿el socio de Quevertoque puede ser?”

Monchi: “Ahí está, no me podía acordar el apellido, Luis Quevertoque, sí es ese. Ése es el socio del Esteban, viste que te dije que andaban, tenían pollos ellos”.

La conversación sugiere que el secuestro de una camioneta con drogas fue una entrega pactada entre Alvarado y el entonces subjefe de la División Judiciales de la Policía de Rosario, Luis Quevertoque. Arreglado previamente porque, como dice Maciel, no hubo detenidos: “Sí, pero eso se sabía hace rato, lo entregaron a ese laburo, si no agarraron a nadie”.

En las escuchas de una causa federal, Alvarado vuelve a ser nombrado por un hombre condenado por homicidio –como partícipe- y narcotráfico. El Ojudo César Treves dialoga telefónicamente con un policía detenido, Germán Almirón, de la División Judiciales, y le dice que “Alvarado está pesadito, le están averiguando que tiene como 19 homicidios, están averiguando porque está como nombrado pero… está todo en el aire”. También se lo menciona, en esas escuchas, como presunto aportante a una campaña política.

Barrio policial

Cuando la Justicia avanzó sobre Alvarado en el legajo por el crimen del prestamista Maldonado, se encontró que una vivienda del complejo Condominios del Alto que figuraba a su nombre o de sus familiares, residía un oficial del área de Inteligencia de la Policía de Investigaciones (PDI), Javier Makhat.

Cuando el escándalo aún no se había apaciguado, el diario La Capital reveló el contenido de un mail enviado por un funcionario policial a sus superiores de la Secretaría de Delitos Complejos, en abril de 2013, que afianzaba la hipótesis del encubrimiento policial.

El correo electrónico, incorporado a la causa de la Justicia ordinaria seguida a la banda Los Monos, tiene como emisor al comisario Gustavo Gula Pereyra, acusado y absuelto en el juicio a la banda narco.

Y dice: “Andrés (por Ferraro, superior de Pereyra) haciendo averiguaciones me entero que en la Dirección está el oficial Macat (sic). De muy buena fuente me dijeron que es un soldadito de Esteban Alvarado”.

Gula relata que Alvarado habría donado tres lotes en un barrio de Roldán a Makhat, al comisario Gonzalo Chino Paz –ex Drogas y actual jefe de la Unidad Regional de San Lorenzo- y al policía Chamullo Di Franco, también con paso por las áreas antinarcóticos.

Según La Capital, “en el texto consta que todos los lotes de los policías que reciben terrenos de Alvarado están juntos, que las obras fueron conducidas por el mismo maestro mayor de obras y que quien le paga es «el oficial Macat»”.

Lazo familiar

El jueves 14 de marzo el fiscal federal Federico Reynares Solari pidió la pena de 10 y de 7 años de prisión para el cuñado y la hermana de Alvarado en un juicio oral por tráfico de drogas que lleva adelante el Tribunal Oral Federal 3 de Rosario.

Los nombres de Fabricio Germán Lorincz y de Yanina Carina Alvarado tal vez no hubiesen ganado notoriedad pública sin la trayectoria previa del Esteban.

El fiscal también pidió 8 años de prisión para Gustavo Ariel Ramírez; 6 y medio para Miguel Ángel Lotufo; 6 para los imputados Natalia Scarcelo, Mario Ezequiel Salgado y Sergio Tesán; y 4 para Yamil Gerónimo Yadu.

De acuerdo a la acusación, los imputados eran miembro de una banda narco que tenía dos líneas de comercialización de estupefacientes: una destinada a consumidores más selectos a los que le proveían drogas sintéticas, y otra que vendía cocaína y marihuana.

Lotufo, Ramírez y Lorincz están acusados como organizadores del tráfico de sustancias estupefacientes. En tanto, Scarcelo y Alvarado llegaron a juicio procesadas como coautoras de tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, agravada por haber sido cometido en forma organizada.

Según el fiscal, Lorincz y Ramírez vendían marihuana y cocaína en Rosario, Roldán y Carcarañá, mientras que Lotufo coordinaba la comercialización de drogas de sintéticas.

La Policía secuestró en diciembre de 2014, en 25 allanamientos, diez kilos de marihuana, 2 kilos de cocaína, pastillas de éxtasis y 1.700 dosis de LSD.

Antes de las pericias sobre el material incautado, una parte de la droga se perdió en el juzgado de primera instancia, lo que obligó ahora al fiscal Reynares Solari a solicitar una pena menor para Lotufo.

Según lo previsto por el Tribunal Oral Federal 3 de Rosario, el jueves próximo será el turno de los alegatos de las defensas y en esa audiencia fijará la fecha para dictar la sentencia.

Fuentes judiciales consultadas por el eslabón consideraron que el expediente podría haberse resuelto mediante un procedimiento abreviado, mecanismo establecido en la ley que permite reducir las condenas y por el cual el acusado acepta el delito que se le endilga. La portación de apellido le jugó en contra a Yanina y a su pareja, que durante el juicio dijo que él sí vendía drogas pero que su mujer no tenía nada que ver.

Con el nombre de Esteban en las crónicas periodísticas, el fiscal y el TOF3 decidieron llevar el caso a juicio oral. Si el proceso concluye con condenas, tal vez pueda pensarse en el declive de Alvarado. Que, no es menor recordarlo, edificó su leyenda como presunto narco mientras cumplía condena en una prisión.

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