El comunicador y ex futbolista Juan Branz, presentó en Rosario Machos de verdad, libro en el que bucea en el mundo del rugby para estudiar sociológicamente los mandatos de los varones y las clases dominantes.

Juan Branz posee el título de Doctor en Comunicación de la Facultad de La Plata, investigador del Conicet y futbolista. Y este jueves salió a la cancha –con el Centro Cultural La Toma como escenario– con la ovalada bajo el brazo, a presentar Machos de Verdad. Masculinidades, deporte y clase en Argentina, un trabajo que primero fue tesis doctoral y luego se transformó en libro. “Fue un laburo de 8 años. La idea de publicarlo tiene que ver con dos motivos: uno es tratar de hacer un poco más masiva la lectura de lo que había hecho, y la segunda es algo más pretenciosa y obedece a una fantasía, que no deja de ser una pequeña utopía, que es discutir con especialistas de políticas públicas determinadas cuestiones, que se transforme en material de consulta, para discutir y para pensar si podemos transformar algo de sociedades tan desniveladas, tan injustas, tan poco plurales y poco democráticas”, cuenta el autor en diálogo con el eslabón, en la previa al encuentro que se dio en Rosario, donde estuvo rodeado por Kurt Lutman, Natalia Dejalandar, Luciano Fabbri y Fernando Ferrero.

Un deporte de clase

Corría el año 2008 y Branz vio un vacío de trabajos que pongan en jaque al deporte y a las clases dominantes. Así que picó a esa área, como cuando jugaba de volante central en Cambaceres (ver aparte). “La mayoría de los trabajos tenían que ver con las violencias en el campo del fútbol, la cultura popular, la identidad nacional, vinculada al fútbol también. Había una especia de futbolcentrismo en las investigaciones de la academia. Pero nada a mano que desarmara las lógicas de qué hacen las clases dominantes en sus ratos libres y qué deporte practican, o cómo lo hacen”, cuenta este hombre que luego se adentró en el mundo de la ovalada para realizar el trabajo de campo: “Tuve que desprenderme (no sé si pude) de los prejuicios que yo tenía sobre el rugby. Quería poner el ojo en cómo se modelaba una masculinidad que denominamos por ciertas características que en el libro están desarmadas. Y cómo eran esas prácticas vinculadas a la clase social, que distan de las que nos pueden llegar a atravesar a nosotros, que no pertenecemos a esos círculos”.

Es que, según cuenta el escritor, en la ciudad de las diagonales este deporte de contacto “es un espacio que le garantiza a las clases dominantes cierto capital simbólico, cierto prestigio”, y por eso lo define como “exclusivo, excluyente, distintivo y distinguido”. Y sigue: “Así que ahí puse el ojo. Y la cuestión de la masculinidad no es menor, porque es un espacio donde conviven, diseñan, modelan, ven, sienten y actúan, entre varones. Y pensar en masculinidades es pensar en relaciones de poder, y en jerarquía. Y eso, cruzado con la clase social me parecía un objeto de estudio”.

Violencia es mentir

Detrás de esta disciplina, que se juega entre las dos H, hay un sinfín de mitos y verdades que Juan se encarga de desentrañar y echar luz en las páginas de Machos de Verdad. “Ese tipo de peleas de rugbiers como repertorio de acción no lo vi. Sí vi diferentes tipos de violencias que tienen que ver con el cuerpo, con cierta coerción hacia un otro, excesiva. Y ahí es donde pensamos en una excesiva violencia simbólica, desde el lenguaje”, analiza.

En este sentido, este hincha de Estudiantes admite que “tanta diferencia no hay entre nosotros que reproducimos y tenemos internalizada esa lógica de subalternizar a un otro, denigrar, poner en un lugar de dominado a un otro. Porque vuelvo a lo anterior: no es ni más ni menos que una relación de poder. Y está bueno desarmarla, y en ese sentido hago lo que se denomina una descripción densa de las prácticas del lenguaje que un grupo de varones reproduce”.

Foto: Manuel Costa

Además, el nacido en Comodoro Rivadavia sale con los tapones de punta contra quienes niegan al rugby como deporte de elite: “Hay un mito de que todos pueden jugarlo, y yo desarmo eso. Y digo por qué no, y lo que necesitas para jugar al rugby. Y no es plata fundamentalmente. El capital social, el de las relaciones, tal vez en ciertos momentos sea mucho más importante que tener el bolsillo lleno de plata”.

En cuanto al título del libro, fuerte como el choque de los scrum, revela que fue idea suya y discutida con la editorial. “Tenemos que pensar qué hacemos los varones ante la denominada ola feminista, que me parece una de las revoluciones más potentes y más transformadoras que podemos llegar a experimentar. Por ahora digo que se necesitan estrategias. Pienso en acompañar esto con un silencio reflexivo”, sostiene el autor del libro que salió a las canchas justo una semana después de la denuncia de abuso de la actriz Thelma Fardini contra su colega Juan Darthés. “Estaría bueno pensar cómo fui llegando a esto en un vestuario de fútbol, con esos mandatos que tenemos que cargar, el vínculo con las mujeres, con quienes hemos sido muy bastardos, y no por mandarnos una cagada ni mucho menos. Pero tener internalizado ciertas formas de vincularnos emocionalmente a una piba, o pibe según la orientación sexual, tenemos que repensarnos sí o sí, y lo más rápido posible, ese tipo de prácticas”.

El investigador, cuyo trabajo es inédito en la historia social del rugby en Argentina, insiste en acompañar el movimiento feminista “de una manera en la que nosotros no seamos los protagonistas, porque ya demasiado mal hicimos y demasiada opresión generamos. Es momento de cerrar la boca, pero en términos reflexivos”.

El penal más largo del mundo

El 5 de abril del 2003, Cambaceres y Atlanta se enfrentaban en un duelo clave por la permanencia en la B Metropolitana, en Ensenada. El partido transcurría sin goles, hasta que a diez minutos del final, el árbitro Alejandro Toia cobra penal para el Bohemio. Pero lo raro empezó después, diría Sacheri. Cuando el encargado de ejecutar se aprontaba para hacerlo, los simpatizantes del Camba se treparon al alambrado y ante la negativa a bajarse, se suspendió el cotejo, que se reanudó casi un mes después (en cancha de Argentino de Quilmes y a puertas cerradas), con el tiro desde los doce pasos que culminó en el fondo de la red. En ese partido, que tranquilamente pudo ser el del relato del Gordo Soriano, debutó en el Rojo Juan Branz, quien antes tuvo que superar muchísimas lesiones.

“Después de quedar libre de las divisiones juveniles de Estudiantes, por petiso entre otras cosas, no me dieron más ganas de jugar al fútbol porque era una frustración muy grande a los 16 años. Hasta que un tipo me fue a buscar a mi casa y me llevó a Cambaceres, que en esa época estaba en Primera C, y en el primer entrenamiento me fracturé el peroné. Después, estaba para debutar a los 18 y me enfermé. Y luego una seguidilla de operaciones, dos en los hombros y dos más en las rodillas”, relata el ex mediocampista acerca de todo el calvario que debió padecer antes de su debut, que tampoco fue un día sencillo. “En ese equipo estaba Julio Chiarini, que atajó en River, y ambos quedamos libres. Estuve entrenando 3 semanas en un equipo del Argentino A, mientras estudiaba, porque me interesaba. Me sostenía más o menos económicamente, pero estaba todo roto, así que no pude jugar ni entrenar más. Después de cada entrenamiento se me caían las lágrimas del dolor”, cuenta este muchacho que tras colgar los botines siguió ligado al deporte de la redonda: “Dirigí en ligas comunes, fui ayudante de campo en Berazategui, en Camba”.

Desde los 5 años corre detrás de una pelota y dice ser hincha de los equipos que dirige Marcelo Bielsa. Pero como está en territorio rosarino y no quiere herir susceptibilidades, aclara: “También me gusta mucho Roberto Fontanarrosa”.

Por último, el egresado de la UNLP admite las miserias que le tocó vivir en los vestuarios: “Ahí el machismo estaba internalizado, y uno reproduce. No me preguntaba eso en aquel momento. Recuerdo una vez estar viajando en micro para jugar en cancha de All Boys y como estaba leyendo, repasando algunos apuntes, me dicen: ¿qué estás leyendo, putito? Como si la práctica de la lectura en el mundo del fútbol estuviera prohibida. Si no seguís determinados mandatos, sos puto. Todo se reduce a eso, a cierto marcaje de qué es lo otro. Que no quiere decir que tenga que ver con algo homofóbico, pero te marca como lo otro, como la impugnación, la etiqueta de que si no respondés a ciertos mandatos, te la llevas puesta”.

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