Mariana conoció a Guille en un fogón en Capilla del Monte, en el camping que está al pie del cerro Uritorco. Había llegado con unas amigas con la idea de hacer cumbre una noche de luna llena que, según sus cálculos, sería la del día siguiente.
El vino y el porro que pasaban de mano en mano, las chispas hipnóticas que se perdían en la oscuridad al ritmo del viento, y la voz endulzada de ese flaco de ojos negros que le hablaba de un país con oportunidades para todos, la sumergieron en un sopor alucinante.
En un llano entre los árboles, a resguardo de miradas ajenas, se amaron en silencio y con pasión. Volvieron al grupo sin omitir palabra, y sin soltarse las manos.
La mañana la despertó con resaca y un puñado de recuerdos, y la premura de sus amigas por ir al encuentro de seres de otro planeta.
Al mes y medio, en la comodidad de su casa de Castelar, Mariana vomitó todas las verdades de su vida. Tenía 19 años y decidió, abrazada al inodoro, que si era varón sería Guillermo. Y si era nena, Luna.
Luna nació en junio del 78, el mismo día que Argentina le metió 6 a Perú. Mariana pujaba entre lágrimas y culpa mientras Leopoldo Jacinto Luque, tirándose en palomita y con su melena al viento, empujaba la Tango al arco del autotrol, en la cancha de Central.
Luna, hoy, esta noche de luna llena, cumple 40. Cuando sopla la velita que decora su torta, lo único que desea es saber qué carajo pasó con su viejo, militante peronista y montonero que fue visto por última vez con vida en un fogón en Capilla del Monte, en el camping que está al pie del cerro Uritorco.