Las Paso en la provincia de Santa Fe dejaron –en la categoría Gobernador– sorpresas, escenarios abiertos, derrotas relativas y mucho pasto para el análisis futuro, cuando amaine el ruido del festejo y se desvanezca alguna desazón.

Entre los datos o escenarios esperables que arrojaron las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (Paso), el peronismo hizo una elección ponderable. Era previsible que la sumatoria de los sufragios de dos figuras de peso como Omar Perotti y María Eugenia Bielsa potenciarían las chances del Frente Juntos, pero lo interesante es que hacia adentro del Partido Justicialista santafesino, el resultado deja aislados a quienes no ponían en valor con la fuerza necesaria a la unidad en la diversidad.

El otro dato esperable era la recuperación del socialismo de la debacle de 2017, cuando sólo pudo meter un diputado nacional, en una elección de tres tercios que no se repitió en estas Paso, y en las que el Frente Progresista se jugaba no sólo la Gobernación sino su bastión de más de tres décadas: Rosario.

Sin embargo –y también era previsible–, Bonfatti carga con el desgaste de las sucesivas administraciones socialistas, de las cuales él es uno de los tres responsables, y con un karma del que parece no será fácil despegarse: las impotentes cuando no condescendientes políticas públicas para combatir los delitos complejos, que no se circunscriben al narcotráfico, pero que se ramifican desde ese poderoso comercio ilegal: el lavado de dinero a través de desarrollos inmobiliarios cuyos capitales resultan indescifrables, es parte de la cosa.

Así, aunque Bonfatti no debió dirimir su candidatura con alguien más, en estas Paso estuvo tres puntos por debajo del 45 por ciento obtenido hace ocho años, cuando en dupla con el radical Jorge Henn venció a las fórmulas Barletta-Comi, (30,92%) y Giustiniani-Copes (23,36%).

Pero lo que debiera inquietar a Bonfatti es que en 2011, luego, en la general, el porcentaje de votos decayó a un 38,74, esto es 6,3 puntos menos que en las Paso. En aquellos comicios, el socialista logró retener la Gobernación para el Frente Progresista por muy poco frente al candidato de Unión-PRO Federal, Miguel Torres Del Sel, y contó con la peor elección del peronismo en mucho tiempo, ya que la fórmula del PJ apenas alcanzó a sumar un 22,24 por ciento de los votos.

Qué ocurrirá en junio no deja de ser un misterio, ya que el socialismo espera que migren a su molino parte de las aguas que tributaron a Bielsa, y algo de las que enjuagaron las barbas de José Corral. Entre el “progresismo” que no digiere a Perotti y los espantados del PRO ante un retorno del peronismo, ¿se llegará a la masa crítica que necesita Bonfatti para volver a ser el jefe de la Casa Gris?

El peronismo, se sabe, ante una chance como la que no tuvo hasta ahora de recuperar el timón de la segunda provincia después de Buenos Aires, redoblará esfuerzos, y en esa faena puede vislumbrarse el trabajo de senadores, intendentes, presidentes comunales y referentes de todos los departamentos de la bota. Así de sensible se pone el PJ cuando huele una victoria cercana.

Un rasgo a analizar es que Perotti hizo campaña casi en silencio. No hubo grandes manifestaciones, su exposición fue en extremo medida y su discurso, discreto y direccionado a su mejor capital político: la producción y el desarrollo con crecimiento, empleo y mercado interno activo. Quienes quieren divorciarlo del kirchnerismo deberían preguntarse cuán diferente es el modelo económico del rafaelino del que impulsaron desde 2003 Néstor y Cristina Kirchner.

Antes de pasar a las claves que sintetizan este análisis previo, cabe destacar una estrategia fallida del socialismo: durante toda la campaña, desde el gobernador Miguel Lifschitz hasta el último de los precandidatos del Frente Progresista eligieron como contrincante a Perotti, casi vaticinando su triunfo frente a Bielsa, acaso con la intención de no tener que competir con una rival que pudiera “robarles” votos progresistas, tal vez con la idea de que Perotti no llegaría a casi empardar el caudal de Bonfatti. Por las razones que fueran, la dirigencia peronista parece haber hecho oídos sordos ante cualquier canto de sirena de ese tipo, y una importante porción del electorado independiente ve con simpatía un cambio de ciclo, con el peronismo como protagonista.

Lo que dejaron las Paso en clave de síntesis:

  • El socialismo, con Antonio Bonfatti, arañó el medio millón de votos, fue quien cosechó más votos a nivel individual, y redondeó un 31,87 por ciento de las voluntades santafesinas,muy por debajo de los 45 puntos obtenido hace ocho años, en las Paso de 2011. En la general, Bonfatti llegó a ser gobernador con 38,74 por ciento. Le estarían faltando 7 puntos, si todo fuera como entonces, y parece que puede ser peor, porque esta vez habrá polarización.
  • El peronismo unido obtuvo casi 700 mil votos (677.288, para ser más precisos), superando el 42 por ciento de los votos.
  • Omar Perotti será el candidato que esté más cerca de recuperar el gobierno de la provincia de Santa Fe desde aquel 2007 en que la saga de administraciones justicialistas inaugurada en 1983 fue interrumpida por Hermes Binner.
  • La ex vicegobernadora de aquel último gobierno peronista, María Eugenia Bielsa, obtuvo en estas Paso casi medio millón de votos menos que en 2011, cuando encabezó la lista de diputados provinciales del peronismo.
  • Miguel Lifschitz, si el peronismo ganara la Gobernación y él mismo repitiera la performance de estas Paso, lograría por segunda vez en la historia de Santa Fe que la Cámara de Diputados no sea del mismo color político que el Ejecutivo. La paradoja es que la primera vez fue cuando la excelente elección de la arquitecta Bielsa permitió –merced a la boleta única– que el peronismo tuviera mayoría propia en la Cámara baja, con Antonio Bonfatti como mandatario. Se repiten algunos actores, las condiciones cambian.
  • Los márgenes por los que Perotti se impuso a Bielsa no estaban, probablemente, en los cálculos previos de la mayoría de los analistas, ni qué hablar de los encuestadores, que colocaron a ambos contendientes muy cerca uno del otro.
  • Es importante destacar –como ya ocurrió en las Paso de 2017– el clima respetuoso que primó entre Perotti y Bielsa, un rasgo que si se extiende a las generales de junio, sería clave para una victoria peronista. Salvo segundas líneas que acompañaron a la ex vicegobernadora, no hubo discursos agresivos hacia la figura del senador nacional rafaelino.
  • El resultado conseguido por Bielsa, lejos de sacarla del tablero político del peronismo santafesino, la consolida como una de las dirigentes más lúcidas y preparadas, con un plus para ofrecer que no pueden ostentar muchos dirigentes del PJ: su base electoral en Rosario es indispensable para cualquier estrategia provincial. Es más, muchos se preguntan qué hubiese sucedido si la arquitecta hubiera enfrentado a Mónica Fein en 2011 y 2015, o si la estrategia del PJ hubiese sido Perotti a disputar la Gobernación y Bielsa la Intendencia de Rosario pero, como se sabe, todo análisis contrafáctico conspira contra la política real.
  • Por último, el candidato radical de Cambiemos, José Corral, como se esperaba, fue casi un espectador, quedó tercero, muy lejos, y de no ser por el magro desempeño de Bielsa, podría haber sido cuarto. Lo cierto es que sus votos fueron menos de la mitad que los del Frente Juntos. Nadie sabe qué festejaba el intendente santafesino este domingo en su búnker, pero sí se puede intuir que donde nada se celebró fue en Olivos.
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