A la compañera Evita / que nos mira desde el cielo / va un saludo combatiente / de sus hijos montoneros”. El estribillo, punto de partida para este artículo, pertenece a una canción que en un ritual repetido cada año ante decenas de ex integrantes de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) de Rosario entona Gloria Canteloro, hija y nieta de obreros, peronista, ex presa política, exiliada y sobreviviente de la dictadura. A días del cumpleaños número cien de la Abanderada de los humildes, Gloria se sienta a charlar con El Eslabón, mate en mano, y a pensar qué significó esa mujer para aquella generación que asumió al ícono de Eva como “el espíritu de la revolución dentro del movimiento” y se sintió “su continuadora”.

La nota fue grabada este jueves 2 de mayo en el espacio de memoria que funciona en el ex Servicio de Informaciones, donde trabaja Gloria. La sobreviviente acaba de declarar hace dos días en San Martín como testigo de la causa donde se juzgan los crímenes de lesa humanidad de los que fueron víctima militantes montoneros que participaron de la “Contraofensiva” contra la última dictadura cívico-militar. Su testimonio estará muy presente durante la entrevista. Tras haber sido detenida a los 18, cuando integraba la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), Canteloro estuvo presa tres años en Devoto, luego salió del país, se reenganchó con “la orga” y, antes de retornar, realizó un curso acelerado de formación con los palestinos de Al-Fatah. Desde su niñez a la adolescencia, desde el Ludueña hasta el Líbano, de ayer a hoy, la figura de Evita marcó su vida y la de buena parte de sus compañeros y compañeras. Y tiene ganas de contarlo.

“Evita fue alguien idolatrada en mi familia”, recuerda Gloria al inicio de la charla en la que repasa su infancia en casa de sus abuelos en barrio Ludueña. “Mi abuelo era ferroviario, con mi abuela vivían en una casilla muy humilde, de madera y cartón. En las habitaciones y en el comedor había varios cuadros”, rememora. Y luego detalla: “Tenían uno de Perón con el traje de gala y otro de Evita con un vestido largo y su rodete. Me acuerdo que había uno que si lo mirabas de frente veías a Perón y Evita, y si lo veías de un costado veías a Perón y del otro lado a Evita”.

El padre y la madre de Gloria también eran peronistas, por eso ella dice que el peronismo es parte de su identidad desde la cuna. “Mi papá era muy sencillo, de casa al trabajo y del trabajo a la casa. Era peronista pero no se metía en política. En cambio mi vieja cuando laburó en fábricas, hasta que se casó, fue delegada. Cuando se casó no trabajó más, porque mi viejo no quería, eran chapados a la antigua, y aquella era una sociedad más machista”, cuenta.

“Cuando mi mamá hablaba de Perón y Evita se le notaba el sentimiento en la expresión de cada palabra, en el brillo de los ojos” se emociona Canteloro. “Hasta el día de hoy vos le hablás de Evita y Perón y se le ilumina la cara. No le hablés mal porque te fusila con la mirada”, añade Gloria para quien por el peronismo, y especialmente por Eva, “la familia tenía muy claro que era la oligarquía conservadora la que sojuzgaba a la clase trabajadora, los mismos que festejaron la muerte de Evita con la frase «viva el cáncer»”.

—¿Esa imagen de Eva adquiere otro sentido cuando vos comenzás a militar políticamente?

—Ya más adolescente, cuando la escucho a mi hermana, que empieza a militar en el ‘72, cuando se forma la UEL y después la JUP. Luego en el ‘74 yo me sumo a la UES. Ahí tengo más conocimiento del mito de Eva, el relato de cuando quiso formar las milicias obreras, su renunciamiento y lo que significó ese discurso, la Fundación que no hacía caridad sino que daba herramientas para que la gente pueda salir adelante, como con las máquinas de coser.

En esa etapa de militancia la figura de Eva aparecía más que nada para nosotras como una mujer que tenía un peso político y simbólico muy fuerte. En aquella época no se hablaba de lucha de género, era una sociedad sumamente machista, y las mujeres también éramos machistas. El feminismo era algo muy incipiente, un poco discutíamos qué era el feminismo porque no estábamos de acuerdo en un montón de cosas. Pero en la militancia política que nosotros asumíamos, Eva toma toda esa dimensión. Veíamos en ella a una mujer era capaz de tener un rol trascendente en la política y en el gobierno de Perón. Esa capacidad de movilizar el sentimiento de las masas.

Foto: El Eslabón

—¿La referencia de Evita fue un impulso para que las compañeras militantes se animen a disputar espacios hegemonizados por los hombres?

—En la militancia de los 70 y para atrás no hay una militancia de mujeres tan presente. Hubo, pero no como se da como entonces. En los 70 las mujeres volvieron a tener una mayor participación no sólo en la política sino en la vida pública. Nuestra disputa, la de las mujeres militantes, tal vez no era como se da hoy desde la lucha de género, pero sí había una disputa más en términos políticos dentro de la organización, dentro de las agrupaciones. Tenía que ver con la convicción de que teníamos la misma capacidad que los compañeros, la misma capacidad política, teórica, ideológica y también militar. Nosotras sentíamos que podíamos ser iguales que los hombres, en todos los aspectos.

También había algo en mi caso que tenía que ver con un modo de ser personal. A mí no me gustaba jugar a las muñecas o a la maestra. Yo jugaba a policías y ladrones, me gustaba correr, odiaba profundamente no haber nacido varón, porque sentía que el varón tenía más libertad, y la mujer no.

Si Evita viviera sería montonera

—¿Cómo se dio tu acercamiento a la participación política?

—En la secundaria, yo hice el Superior de Comercio a la noche, y durante el día empecé a trabajar en un taller de costura, donde aprendí lo que es la explotación. Pero la idea era tener mi plata, terminar la secundaria y luego entrar a la universidad. Rápidamente sentí que no participar de lo que estaba ocurriendo en esos años, era un acto de cobardía, de traición a mi misma. Veía a los compañeros de la escuela, tan chicos, organizándose, discutiendo política y eso me generaba mucha admiración. En el ‘74 me sumé a militar en la UES.

¿Qué papel creés que tuvo el emblema de Eva Perón en esa experiencia militante a la que te sumaste?

— Para nosotros, no era un eslogan la frase «Si Evita sería montonera». Nosotros éramos la continuación de la figura de Eva como militante aguerrida, como mujer como quien se había enfrentado a la oligarquía como muchas más fuerza que Perón. La  teníamos como referente, como mito y figura central de nuestro accionar político y hasta te diría que militar.

Eva era el espíritu de la revolución del peronismo. Ella dijo: «el peronismo será revolucionario o no será nada“. Y nosotros pensábamos, si en una isla pequeña como Cuba habían hecho una revolución, cómo no lo íbamos a hacer nosotros, si Evita lo había dicho «revolución o nada».

En esos términos, tan binarios, que también vivíamos en todos los niveles. Era una sociedad binaria, un mundo binario. En ese escenario sin grises, esa Eva sin términos medio, tomó para nosotros un rol central. Desde la UES tomábamos a Montoneros y a Evita no como algo diferente sino como una continuidad. Por eso las pintadas «Si Evita viviera sería montonera». Éramos más la continuidad de ella que de Perón.

Por otro lado estaba el secuestro del cadáver de Eva durante 17 años. Eso también caló hondo en nuestra generación. Era inconcebible que se secuestrara un cadáver. Podríamos decir que Eva podría ser la primera desaparecida. Hasta qué punto llegaba ese odio hacia su figura y lo que representaba. Y lo que representaba éramos nosotros. Para mi no había discusión sobre eso, no había duda.

—¿Desde un plano más individual, personal, Evita cuánto incidió en tu militancia política?

— Lo que me lleva a militar son muchas cosas, pero sin dudas la figura de Eva fue central. Cuando canto esa canción (refiere a la del inicio de la nota) tengo que pensar en otra cosa, sino se me quiebra la voz y no puedo cantar. Fue una mujer tan fuerte, tan capaz, tan entregada. Hasta último momento ella trabajó para la clase obrera, para los pobres. Que haya sido artífice de que la mujer pudiera votar, si bien es una lucha que viene de muchísimo antes, y hay otras que lucharon mucho. Pero ella toma esa lucha y la hace realidad en el gobierno de Perón. Es el día de hoy que mi vieja con 90 años va a votar. Si no la llevo a votar, y llega a ver en la tele que hubo votación y ella no fue, se que nos lo va a reprochar hasta el día que se muera.

“Eva hubiera podido ir más allá que Perón”

Gloria se sentó a dialogar con el eslabón apenas dos días después de haber viajado a San Martín (Buenos Aires) para declarar en la causa Contraofensiva. Con los recuerdos aún frescos de su testimonio, revivió el reencuentro con compañeros y compañeras de militancia a quienes no veía desde hacía décadas, tanto de su exilio como de sus años como presa política.

“Fui la primera militante de la UES en caer en cana, y encima mujer. Tenía 18 años y parecía mucho menos. Si bien las compañeras me exigían como a cualquiera, sentía que era como la mascota, por lo bien que me trataban”, relata la sobreviviente. Y agrega: “Ahí aprendí mucho, hice toda la universidad que quería hacer, un posgrado y un doctorado incluso. Me enseñaron a resistir y eso es impagable para mi. Yo había sido una hija muy sobre protegida en mi casa. Así que estar detenida, con otras compañeras, hacinadas, a pesar de lo doloroso, fue todo un aprendizaje”.

A lo largo de la charla, Gloria sobrevoló la etapa de instrucción con los palestinos de Al Fatah en el Líbano que recibió junto a compañeras y compañeros montoneros que se formaban para resistir a la dictadura argentina –sobre la que ya habló en otras notas–. Recordó el esfuerzo físico que tanto le costó, el entrenamiento exigente sin distinción de género que practicaban, y en ese marco volvió la figura de Eva Perón. “Eso también tiene mucho que ver, creo que desde mi inconsciente. A Eva no la vimos nunca subir un muro, jamás supimos si ella manejó alguna vez una nueve, pero creo que en el inconsciente esta cuestión de que la mujer puede tanto como los hombres y que ella hubiera podido incluso más que Perón, pero lo impidió primero el propio Perón y después su muerte”.

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