Infinitas historias y anécdotas han circulado sobre el libro “¿Maestro pueblo o maestro gendarme?”, tanto sobre su contenido como sobre su autora: María Teresa Nidelcoff, desde que la Vigil lo publicó por primera vez, en 1974. La oportunidad de volver a leerlo o leerlo por primera vez, y conocer cuál es el verdadero origen de este trabajo lo da la reciente reedición del sello Biblioteca de la Biblioteca Popular Constancio C. Vigil. La obra se presenta el viernes 24, a las 19.30, en la sede de Gaboto 450, junto a otra producción bibliográfica trascendental de la misma educadora: “La escuela y la comprensión de la realidad”. Se trata de versiones ampliadas, que suman textos de docentes locales: Natalia García, Mariana Caballero, Laura Bravi (en Maestro pueblo); y Ariana Revelli, Fernando Mut y Claudia Abraham (en La escuela).

Tapa de la edición original del libro.

“Todo el mundo me asocia a Santa Lucía pero yo comencé mucho antes. Mi experiencia era mi cabecita y la casilla de calle Ocampo”, les confió MaríaTeresa Nidelcoff al equipo de la Vigil que trabajaba en estas reediciones.

La educadora, actualmente de 82 años, nació en Maggiolo (Santa Fe), estudió en la Escuela Normal de Venado Tuerto y los dos últimos años del secundario en el Nacional 2 de Rosario. Se graduó como profesora de historia en la entonces Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias del Hombre de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Ejerció la docencia en diferentes niveles y ámbitos de trabajo, entre ellos en el Colegio Inmaculada y más tarde en la Escuela N° 565 Bartolomé Mitre, las dos de Rosario. También dio clases en Carcarañá, en el secundario y en el nivel superior. Y en la universidad pública.

Tomó parte de las luchas gremiales, siempre con la esperanza de unir a los sindicatos docentes de entonces. Su trabajo se dio en antes y durante el nacimiento de la Ctera (en 1973). La profesora e investigadora de la UNR, además de integrante de la actual comisión directiva de la Vigil, Natalia García, es quien realiza para la versión ampliada de Maestro pueblo un exquisito registro de la obra y trayectoria de Nidelcoff.

“Yo no soy teórica, soy práctica. Yo no soy de la pedagogía ni de ciencias de la educación, a mí me gustan las manos en el barro. Perdón, pero yo siempre digo que somos la única profesión en las que nos vienen a dar órdenes los que no han ejercido la profesión”, cita García que les expresó Nidelcoff sobre cómo entendía el oficio docente.

Pero hay otro costado menos conocido, al menos no ha trascendido con la fuerza que la autora le otorgó en su vida: su vínculo con el cristianismo de base. “Yo vengo del ideal cristiano. Fui etiquetada en otras culturas políticas”, compartirá la educadora para sumar: “Mis motivaciones fueron religiosas y no políticas. Después comprendí que no se podía trabajar con los pobres sin acción política, eso lo comprendí perfectamente”.

Desde mediados de los 60, laicos y católicos se iban reuniendo para trabajar codo a codo en las zonas más vulnerables. Así comenzó María Teresa Nidelcoff su labor de maestra, primero de catequista en barrio Godoy, más precisamente en una casilla precaria, levantada en un terreno que le cedieron los vecinos, en Ocampo al 6500. Un rápido recorrido por esa cuadra confirma que hoy no hay vestigios de esa experiencia, las calles de tierra hoy son asfaltadas y solo conserva el perfil de un barrio de laburantes.

“Yo era una vaca sin cencerro. Una persona de gran fe y de gran mística, pero no me movía en las estructuras de la iglesia (…) yo quería trabajar con niños ¿y cómo se empieza? ¿Cómo se empieza en un barrio que no tiene estructura alguna, que no tiene institución, que no hay nada…¿cómo se empieza? Entonces tuve que empezar con la catequesis, cosa que no entraba en mis planes en absoluto, no porque yo lo rechazara porque era católica y lo fui muchos años (pero) la catequesis me daba una presencia en el barrio”. El recuerdo también lo ofrece para el libro. A esas tareas de evangelio viviente con el tiempo se sumaron otras: desde apoyo escolar hasta charlas educación sexual.

Lo que define como su “primera y gran experiencia” como educadora popular –dice Natalia García– no trascendió como sí sucedió con la escuela construida en el barrio Santa Lucia en 1973 (zona oeste de la ciudad), por quien fuera su esposo, Néstor García. A la fama de la Santa Lucía, sin proponérselo, se estima que contribuyó la bella foto tomada en 1974 por el conocido fotógrafo Norberto Púzzolo, quien retrata a MaríaTeresa Nidelcoff apoyada en el ingreso de lo que se percibe un aula muy humilde, junto a un grupo de niños de guardapolvos blancos jugando. La foto se hizo en Santa Lucía y es la que ilustró (e ilustra) la tapa de Maestro pueblo.

Pero ya hacía ocho años que la maestra María Teresa Nidelcoff vivía y trabajaba en la zona de Ocampo al 6500, el lugar donde verdaderamente se gestó Maestro pueblo. Un libro nacido desde la práctica de todos los días, que tiene en cuenta el pensamiento de Célestin Freinet, Paulo Freire, Anton Makarenko y el maestro Luis Iglesias.

La versión ampliada

“Hay maestros que encuentran que todo está muy bien como está, que los valores y características de la sociedad actual no deben cambiar, que deben ser difundidos. Actúan conscientemente como representantes del actual régimen social, asumen la responsabilidad de incorporar a los alumnos a dicho régimen, adaptándolos al sistema de vida y a los valores que este propugna. Los rotularemos: ‘maestros gendarmes’. Ellos también desde sus tareas vigilan las fronteras, pero en este caso se trata de las fronteras de clase de nuestra sociedad. Otros, la mayoría, se definen como ‘maestros’ a secas, ‘maestros maestros’. Afirman que ‘la escuela es la escuela y la política es la política’. En otras palabras: no perciben o no quieren percibir las implicancias ideológicas y sociales de muchos de las tareas y ‘ritos escolares’. Con su aparente apoliticismo y con su postura ‘acrítica’ se convierten, de hecho, en gendarmes del régimen social, sin saberlo y, a veces, sin quererlo. Al no trabajar para cambiar, ayudan a los que quieren conservar. La tercera opción la definiremos como ‘maestro pueblo’. No cree que su misión sea difundir en el pueblo los valores del opresor sino que, por el contrario, cree que el sentido de su trabajo es ayudar al pueblo a descubrirse, a expresarse, a liberarse. Quiere construir la escuela del pueblo, desde el pueblo (…)”.

La cita anterior pertenece al libro “¿Maestro pueblo o maestro gendarme?”, la obra que nunca dejó de circular, que marcó a generaciones de docentes y de estudiantes, y desde su misma concepción mostró una manera de pensar y hacer educación popular.

La idea de reeditar Maestro pueblo comenzó a acariciarse hace unos años. “Fueron Ariana (Revelli) y Mariana (Caballero) quienes hacía mucho tiempo tenían esta intención, incluso antes de que la editorial comenzara su etapa de recuperación”, repasa en charla con Redacción Rosario, desde la sala de lectura de Tablada, el director de Editorial Biblioteca, Patricio Bordes.

Versión nueva y ampliada.

A esa iniciativa el director Bordes le sumó una lectura propia del catálogo de Vigil, del papel de María Teresa Nidelcoff y de los inicios de la educación popular en Rosario. “Tiene el valor del diálogo con prácticas concretas, que vienen de la mano de Paulo Freire y de las pedagogías populares” de otras regiones. Lo que siguió -dice- fue lo más difícil: contactar a la autora. “Hace muchos años que vive en España, se exilió tras el golpe de Estado de 1976. Un exilio sin retorno”.

Pero el contacto se dio y comenzaron los intercambios. Lo primero que les preguntó cuando le plantearon la idea de reeditar Maestro pueblo fue “¿Por qué ustedes quieren reeditar el libro? Es un libro para otra época, para otro contexto”.

Entonces –relata Bordes– le hablaron de la importancia que tenía su obra en la recuperación de la Editorial Biblioteca, por el valor de ese catálogo, por las consecuencias del terrorismo de Estado y lo que significó el arrasamiento de todos los bienes de esa institución. Otra razón que le dieron es que a la reedición de los libros la planteaban como “una invitación al diálogo con docentes de la provincia, de la ciudad y del interior del país”. “Esa invitación a volver a pensar, a generar nuevas conversaciones con las prácticas en el aula y abrirlas al debate público. Y nos interesaba que fueran maestras quienes pudieran sistematizar sus experiencias”, señala el director.

A María Teresa Nidelcoff le gustó esa idea y significó el compromiso que asumieron para poner otra vez a circular sus producciones. “Creo que lo que más le gustó a ella es que nosotros a la recuperación del catálogo no nos interesa con una finalidad museística, patrimonial, sino ver si en esa relación pasado-presente podemos recuperar la participación como biblioteca en esos debates, en la formación de los docentes”, expresa Bordes.
Algo similar a este planteo –repasa– ya había señalado Nidelcoff en el prólogo que escribió en 1985 para una reedición de su libro en Brasil, donde proponía abrir la agenda a temas como los derechos humanos, las cuestiones de género y el lugar del juego en la educación. “Nosotros lo tuvimos en cuenta, fue como un esquema de trabajo para poder reactualizar no tanto la teoría como la práctica”.

A las razones anteriores para que la Vigil volviera a publicar sus libros, le sumaron la intención de muchas personas de tenerlos. “Son herramientas -opina Bordes- que tienen una vigencia mas allá de la voluntad de la autora”.

Por pedido expreso de María Teresa Nidelcoff las regalías de estas nuevas ediciones de sus obras se destinan a La Casita del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (Medh), que funciona en José Ingenieros y Sánchez de Loria (“Fisherton pobre”), donde está al frente Oscar Lupori, un referente social y compañero, con quien la educadora militó en los barrios de la ciudad. Lupori fue uno de los fundadores del Movimiento de Sacerdotes Para el Tercer Mundo en Rosario, que junto a otros curas trabajaron en las periferias de la ciudad en los años 60 y principios de los 70. Entre estos sacerdotes estaba Néstor García, un religioso español que al poco tiempo se convirtió en uno de los llamados “cura obreros”, y más tarde en el esposo de Nidelcoff.

Tapa de la edición original del libro.

Maestro pueblo y La escuela y la comprensión de la realidad (este último se publicó por primera vez en 1971) están dedicados por la actual comisión directiva de la Vigil “a la memoria de Raúl Frutos y de Checha Frutos”; porque fueron –dice Bordes– quienes defendieron estas publicaciones al interior de la institución de Alem y Gaboto. Esa defensa no pasó inadvertida en los años de terror que llegaron después, de hecho “cuando estuvieron detenidos les preguntaron por estos libros”.

Las expectativas de la editorial ahora están puestas en darle continuidad a la Colección Praxis que tienen los libros de Nidelcoff: “La escuela ha sido siempre hablada desde afuera y quienes protagonizan el día a día de la escuela en el aula no tienen voz. La invitación es para que los docentes puedan teorizar sobre sus prácticas. Esto no es ir contra la teoría sino a que haya otro lugar de su enunciación”. Además de subrayar la perspectiva política en la que está escrita el libro que habilita a debatir el contexto actual.

“El deseo de la Biblioteca Vigil es que se llene de docentes y se inicie un camino de intercambio, de producción y de participación en la solución de los problemas de los que nos dedicamos al oficio de enseñar”, aspira el director de la editorial. Las versiones ampliadas de la obra de Nidelcoff también serán presentadas el próximo jueves 30 de mayo, a las 15, en la Feria del Libro de Rosario.

Más voces, nuevas miradas

Además de Natalia García, en Maestro pueblo aportan sus textos las profesoras Mariana Caballero y Laura Bravi. “El caminito que hizo María Teresa” escribe la profesora Caballero en un trabajo que reúne múltiples voces, de distintas generaciones, que cuentan cómo conocieron y se relacionaron con este libro “de escasas 86 páginas… que fue perseguido como si fuera un militante más de su tiempo: por él preguntaron en allanamientos, por él marchó al exilio la autora. Fue escondido en jardines y macetas, fue quemado…”. La educadora de la UNR y profesorados Laura Bravi trabaja sobre un costado imprescindibles para los tiempos que corren: “En la militancia de la educación pública hoy”; y que invita a asumir la docencia como un acto político.

Versión nueva y ampliada.

La profesora Claudia Abraham resalta que el libro “La escuela y la comprensión de la realidad” escrito hace casi cinco décadas “todavía tiene mucho para decirnos a quienes estamos frente al aula y a las futuras generaciones de docentes, sobre todo a aquellos quienes no estamos dispuestos a enseñar historia siguiendo las recetas de manual ni de las revistas de circulación masiva”. Abraham incluye en su texto una serie de propuestas prácticas, con fuerte énfasis en la enseñanza de los derechos humanos.

“De la escuela al barrio y del diario al mundo: experiencias de lectura crítica en el aula”, tal el título de la contribución de la profesora Ariana Revelli a la versión ampliada de “La escuela…”, donde describe la práctica de invitar a leer las noticias con chicas y chicos de la primaria y descubrir las formas de construir la realidad. Además comparte su propia historia vinculada a la obra de Nidelcoff, una manera de valorar los caminos diversos de la formación docente. También el profesor Fernando Mut escribe sobre ese recorrido posible que hacen docentes y estudiantes a la hora de aportar razones a sus prácticas. Además, un valioso aporte a la didáctica de las ciencias sociales con el llamado a “Pensar nuestro tiempo-lugar desde una pedagogía de las rebeldías”.

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