Con la consigna “Paren de matarnos”, habitantes de las favelas de Río y movimientos sociales salieron a protestar contra las matanzas perpetradas por fuerzas de seguridad y parapoliciales. Cada 23 minutos, un joven negro muere asesinado en Brasil. De cada 100 personas asesinadas, 77 son negras.

Jair Bolsonaro llegó al poder con un discurso basado en la exaltación y reivindicación permanente de todas las formas de violencia. Reivindicó con insistencia la dictadura militar, sus desapariciones y el uso de la tortura. Machacó hasta el cansancio con su propuesta de “mano dura” y gatillo fácil para combatir la delincuencia, avalando y exacerbando la ya tradicional brutalidad de las fuerzas de seguridad brasileñas. Firmó un decreto para facilitar el uso de armas por parte de civiles. Y además, tanto el propio presidente como sus hijos han hecho público su apoyo y complicidad con las milicias clandestinas y los sicarios que se dedican a masacrar militantes sociales, feministas, y campesinos sin tierra, entre otros.

Ya en 2005, el entonces diputado Jair Bolsonaro defendió de manera enfática a Adriano Magalhães da Nóbrega, ex capitán de la Policía Militar, sospechoso de comandar la milicia del barrio Río das Pedras y también la Oficina del Crimen, el mayor grupo de sicarios de Río de Janeiro. El actual mandatario también defiende a Adriano, hoy sospechoso de estar involucrado en el asesinato de la concejala Marielle Franco.

Bolsonaro fue condenado en uno de los dos juicios que le inició la diputada del PT y ex ministra de Derechos Humanos, María do Rosario Nunes, y esta semana la Justicia dispuso que ese fallo deberá cumplirse. En los próximos quince días, el mandatario tendrá que indemnizarla por la suma de diez mil reales y retractarse en los medios y redes sociales por sus expresiones misóginas y sexistas contra ella. En 2003 el mandatario ultraderechista le gritó ante las cámaras de televisión que “no la violaría porque no lo merece” y el 9 de diciembre de 2014 repitió palabras parecidas en una sesión del Congreso.

En este marco de una violencia generalizada y creciente, que se suma a la persecución a militantes, estudiantes, mujeres e integrantes del colectivo LGTBI+, habitantes de favelas de Río de Janeiro y activistas denunciaron la brutal letalidad reciente de las operaciones policiales en esos barrios, y apuntaron a la gestión del gobernador Wilson Witzel, aliado del presidente Bolsonaro.

“Acaben con el genocidio de las favelas”, reclamaron los manifestantes, que acusan a Witzel de promover una política de gatillo fácil para acabar con la criminalidad de Río.

Según el Instituto de Seguridad Pública (ISP), 558 personas fueron abatidas en operaciones policiales en este estado entre enero y abril, un récord para ese periodo desde 1998, con un aumento de 19 por ciento respecto al año pasado.

Los manifestantes denunciaron que cada 23 minutos, un joven negro muere asesinado en Brasil. De cada 100 personas asesinadas, 77 son negras.

Los manifestantes acusan a Witzel de promover una política de gatillo fácil para acabar con la criminalidad galopante de Río.

Según informó el diario ecuatoriano El Comercio, uno de los oradores de la manifestación, el integrante del movimiento “La favela no se calla”, André Constantine, denunció “una política de guerra contra las drogas con trasfondo de genocidio del pueblo negro”.

Asimismo, los movimientos sociales manifestaron su preocupación por la flexibilización del porte de armas decretado por Bolsonaro, que podría beneficiar a las milicias parapoliciales que dominan vastos sectores de Río y también las zonas rurales.

Otro de las políticas cuestionadas fue el proyecto de ley anticrimen presentado por el ministro de Justicia y Seguridad Pública, Sérgio Moro, que prevé reducciones de pena, o incluso la absolución, de agentes que usen sus armas en situaciones “de miedo excusable, sorpresa o emoción violenta”. Para los organismos defensores de los derechos humanos, esta medida implica una suerte de “licencia para matar”

Los militantes denunciaron que, sólo en enero, 13 personas murieron en una incursión policial en favelas del turístico barrio de Santa Teresa. Y ocho fueron abatidas a inicios de este mes en el complejo de favelas de La Maré, según señala el diario El Comercio.

Pero la marcha contra la violencia tuvo su contracara. A unas diez cuadras de los que se manifestaban contra Bolsonaro, miles de partidarios del mandatario salieron a las calles a  denunciar las “trabas” que el Congreso opone a los proyectos del ultraderechista, como por ejemplo el de la legislación anticrimen, entre otros.

Marcha a favor de Bolsonaro y contra el Congreso

En medio de una caída libre en los índices de aprobación de su gestión, cada vez más comprometida en casos de corrupción, y con las reformas estructurales que debe cumplir para congraciarse con los poderes fácticos todavía en veremos, los partidarios de Bolsonaro se manifestaron en varias ciudades de Brasil en apoyo del ultraderechista. Uno de los blancos preferidos de las indignadas personas que ganaron las calles fue el Congreso, al que acusan de no cooperar.

Los partidarios de Bolsonaro cantaron el himno nacional y ondearon banderas mientras coreaban los nombres de funcionarios de su gabinete. Se escucharon duras críticas contra las “instituciones que no dejan gobernar” e incluso pidieron el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal.

Bolsonaro viene elevando su tono en cuanto a sus dificultades para gobernar. Señaló que el problema de Brasil “es su clase política”, y compartió en las redes sociales un texto de un autor desconocido que afirmaba que Brasil “es ingobernable”.

“Como en casi todas sus iniciativas, resulta difícil entender cuál exactamente era el objetivo de Jair Bolsonaro al convocar manifestaciones callejeras en defensa de su gobierno y algunos de sus programas, con énfasis en la reforma del sistema de jubilaciones. Siguiendo otra costumbre, luego de movilizar ejércitos de robots en las redes sociales bajo comando de su hijo Carlos, Bolsonaro dio marcha atrás. Pasó a decir que eran manifestaciones “espontáneas” y que no aparecería en público para dejar en claro que “no se trataba de una iniciativa personal o de su gobierno”, analizó Eric Nepomuceno en su nota publicada en Página|12, el 27 de mayo, titulada “Las calles generan crisis”.

Nepomuceno señala que, en principio, la convocatoria de los partidarios de Bolsonaro tenía un tono mucho más violento y autoritario. Pero después, el propio mandatario debió salir a bajarle los decibeles.  

“Las primeras convocatorias distribuidas masivamente en las redes incitaban ataques al Congreso, con foco en los partidos de centro, y eran inusualmente agresivas con el Supremo Tribunal Federal. Varias pedían, además, intervención inmediata de las Fuerzas Armadas para asegurar al presidente espacio para llevar a cabo las reformas pretendidas”, señala el analista. Pero luego, presionado por los militares que integran el gobierno, el mandatario suavizó su discurso, defendió el “derecho democrático” de manifestarse a su favor, pero “respetando las instituciones y actuando dentro de la ley”.  

Bolsonaro fingió no tener ninguna participación en la convocatoria de los actos en apoyo de su gobierno, pero compartió en las redes sociales gran cantidad de imágenes y declaraciones de los manifestantes en su favor. Y señaló que las calles se llenaron de los que se oponen a “la vieja política con sus viejas prácticas”. Esta idea se relaciona con una de las consignas que más utilizó durante la campaña. El ex militar se presentó como alguien ajeno a la política tradicional, pese a que fue diputado durante 28 años.

Lula comparó a Bolsonaro con Nerón

“Bolsonaro está más para ser Nerón que para ser presidente de Brasil, parece que está prendiendo fuego al país”, dijo el ex mandatario en una entrevista que brindó a la revista alemana Der Spiegel desde la cárcel en Curitiba, reproducida por Página|12 el 27 de mayo.

“No existe en su diccionario la palabra empleo, no existe la palabra crecimiento, la palabra inversión, desarrollo, no existe la palabra construir, educación, o sea, todo en ellos es destrucción, como si fuesen una plaga de langostas”, señaló el ex presidente.

“El pueblo no eligió a Bolsonaro para que destruya Brasil. Y lo que es más grave son los militares que están con él, que me parece que se olvidaron de cualquier principio de nacionalismo, de defender nuestras fronteras, a nuestro pueblo, a nuestra tecnología, a nuestra diversidad, a nuestra Amazonía, a nuestro agua, a nuestro territorio, a nuestra industria, a nuestros bancos, a nuestra Petrobrás”, agregó Lula.

“Ganó las elecciones un ciudadano que no está preparado. Sinceramente creo que el pueblo brasileño no merece lo que está pasando, que Bolsonaro haga el esfuerzo que tiene que hacer, que tenga juicio, que gobierne este país pensando en el pueblo brasileño, pensando en las mujeres, en los hombres, en los trabajadores. Que quiera ser presidente, que aprenda a ser presidente, que aprenda a ser civilizado por lo menos”.

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