Droga y delincuencia, Gay Gay Guys (BPM Discos, 2019)

Todos nos encontramos en distintos momentos de nuestras existencias con une pelotude que vive bajo la premisa «yo voy de frente, siempre digo lo que pienso, si no te gusta, lo siento mucho». Los Gay Gay Guys (GGG) son el equivalente musical a ese tipo de persona. Entiendo que esto puede parecer peyorativo pero lo que para la vida cotidiana es un plomazo, para el arte es un asunto completamente distinto: los GGG son frontales, honestos, con pocas vueltas, adolescentes en cuerpos de adultos. Te dicen en la cara todo el tiempo lo que piensan en términos líricos y musicales. Su reciente disco, Droga y Delincuencia, editado por el sello porteño BPM, no abandona esa identidad conseguida en el anterior trabajo, Degenerado (Rock Villero, 2016). Eso sí, la lleva a un lugar más elegante, menos sórdido, algo más serio y que suena mucho mejor.

¿Tiene sentido en 2019 hablar de géneros musicales? Ni idea. Igual se puede decir que estamos ante un disco completamente stone, en el sentido amplio del término que adoptamos en Argentina y sin chocar con el significado global de la palabra.

¿Tiene sentido en 2019 hacer referencia en una reseña a otros artistas? Me chupa un huevo. A mí me hace acordar a los discos de The Verve de mediados de los 90, pero sin esas orquestaciones rompebolas de los ingleses (¡gugleen centennials!).

¿Tiene sentido en 2019 destacar canciones sobre otras? Les podría decir que no, pero cuando estén pasando los temas y lleguen a la seguidilla de «Para vos papá», «Saladillo Blues» (pica para el guitarrista que estuvo escuchando Aguas Tónicas) y «Nueva oportunidad», no van a poder evitar repetirla varias veces. Y esto no implica hablar mal de los otros tracks. Con respecto a «Nueva oportunidad»: me da ganas de recomendarle a la banda que escuche enterito This is the sea, el disco que grabaron en 1985 los Waterboys, antes de meterse a un estudio para el sucesor de Droga y delincuencia. ¿Tiene sentido en 2019 recomendarle a un artista que escuche algo? No, nunca lo tuvo. Es una boludez, Andrés.

Más allá de todo esto, este disco es lamentablemente significativo además porque fue lanzado por un sello porteño, que también publicará el próximo de Bubis Vayins. Resulta que hay una teoría que circula en el ghetto musical/independiente local que dice que les rosarines, al estar completamente fuera de cualquier aspiración comercial con sus proyectos musicales, tienen mayor libertad creativa. Dicho de otra manera: como se van a cagar de hambre indefectiblemente, hacen lo que se les canta. Obvio que el de GGG no es un disco experimental en el sentido estricto de la palabra pero tampoco está hecho para la hinchada: no es fiestero, te sorprende cuando crees que va para un lado y agarra para otro, y es absolutamente rosarino, lo cuál es casi un certificado de pobreza. Habrá que ver si hay un nicho en Spotify para el rosarinismo. Mientras tanto, yo iría como loco a ver como suenan estas canciones en vivo y después hablamos.

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