A Cintia la conocí seis años atrás, cuando terminaba con sus alumnos un mural alusivo a la obra de
Juan Grela, en el patio de la primaria de Nuevo Alberdi. Estaban con ella Alan, Kevin, Anahí, Liliana
y Guti -de 7° grado- quienes debatían si era mejor Picasso que Dalí o Frida Kahlo. De ahí en más
nos seguimos cruzando en alguna marcha o protesta callejera. Cuatro años después, en 2017, la
volví a encontrar en un merendero que armaron con el barrio y otras docentes “porque ni la copa
de leche ni el comedor alcanzan” para paliar el hambre creciente. Y luego, el año pasado, cuando
con Matías grabamos unos videos para los “Yo Leo”, ese espacio tan maravilloso donde las chicas y
los chicos tienen la palabra. Ayer la volví a ver, estaba ocupada en la organización del Congreso
Pedagógico de Amsafé que llamó a pensar la “Educación pública, en tiempos de luchas y
resistencia”. En Cintia se sintetizan historias de cientos de maestras que dan pelea para garantizar
el conocimiento, la igualdad de oportunidades, que asumen la lucha gremial porque saben que
nadie se salva solo, y no se someten a la “pedagogía de la resignación”. También en quienes saben
que en el oficio de enseñar no se puede ser neutral.

Esa idea de “pedagogía de la resignación” fue replicada desde el inicio de las disertaciones: cuando
se abrió el congreso y Pablo Juncos y Alejandra Biancotti recordaron que el magisterio no sólo
pelea por “salarios, sino también contra la desigualdad”. También con las orquestas infantiles que
trajeron el himno nacional y al Flaco Spinetta. O cuando Roberto Baradel lo dijo expresamente:
“No queremos la pedagogía de la resignación y enseñar que ‘pobres hubo siempre’”, y llamó a
pensar “qué educación tenemos, qué educación queremos”.

(A propósito de ese llamado, en ese momento recordé el proyecto de ley provincial de educación
que impulsó el Ministerio de Educación de Santa Fe –iniciativa que ahora duerme en el Senado- y
al que jamás el gobierno de Lifschitz convocó a debatir seriamente a los sindicatos docentes, ni les
dio el lugar principal que deben tener las trabajadoras de la educación, después de todo son
quienes la deberán llevar esa norma a la práctica).

Hugo Yasky ubicó a la educación como “un campo de disputas”, para marcar el avance de “un
modelo de educación de la sociedad mercantilizada”, no sólo en la Argentina sino en América
latina. Además de rescatar a la docente como una figura clave para oponer el pensamiento crítico
ante tanto avasallamiento neoliberal.

“¿Para qué peleamos?” tomó Eduardo López (UTE-Ctera) esa pregunta que muchas y muchos hoy
utilizan para poner en duda el sentido de los paros, de las marchas y protestas. “Para no estar peor que antes”, respondió para repasar que sin esa lucha los genocidas estarían sueltos o la reforma
laboral hubiese pasado como si nada. “Ahora peleamos por comida, por zapatillas cuando
recuperemos eso volveremos a pelear por las orquestas, las netbooks y los libros que les sacaron a
nuestros pibes”, enumeró y subrayó que la lucha pasa por recuperar “una escuela con centralidad
en el conocimiento”.

Compartió el dolor de escuchar cómo crece en las aulas el “Seño, me olvidé el cuaderno”, porque
“los pibes prefieren mentir o pasar por distraídos antes que decir mi papá no tiene plata para
comprarme uno”.

La historia de “La planta de Bartolo”, de la escritora santafesina Laura Devetach, prohibido en
dictadura y miles, miles de veces contado en las aulas argentinas, irrumpió en ese momento en el
congreso.

Para hacerle frente a esa educación de la resignación, la Ctera prepara un programa con el acento
en la defensa de la educación pública. Sonia Alesso habló de ese plan que quiere a la docencia en
un lugar digno de trabajo, escuelas seguras y la comunidad unida a estos desafíos. Pero también
enfatizó en algo común a toda la provincia: “La preocupación central de nuestras compañeras es
el hambre. Piden comedores donde antes no había. Volvimos a la colecta de zapatillas, de ropa…”.
Además de señalar una gran deuda que tiene el Estado provincial -entre otras- con el transporte
de la docencia rural.

A la historia de Cintia se unen las de Silvia, Mariana, Ramón, Daniel, Marcela, Laura, Florencia,
Flavia, Soledad, Teresa, Adriana, Mónica… que ayer también estaban en el congreso, buscando
pensarse junto a otras, a otros, porque como bien se expresó una y otra vez, de diferentes
maneras en este encuentro: “Nadie enseña sola”.

El panel que invitó a pensar en la formación docente –estaban Myriam Feldfeber, Alejandra
Birgin y Liliana Sanjurjo- se detuvo en el papel político que tiene la enseñanza, en ese lugar de no
neutralidad que tanto marcó Liliana. (Y de paso reclamar a las políticas educativas provinciales que
tengan más en cuenta la riqueza de las producciones de los institutos superiores y de la
universidad pública, antes que contratar a los expertos de Finlandia).

Se hizo presente entonces María Teresa Nidelcoff con su “¿Maestro pueblo o maestro gendarme?”
(libro recientemente reeditado por La Vigil en una versión ampliada), en especial en esa
convocatoria a no ser neutrales ante la injusticia ni gendarmes de las fronteras de las clases
sociales.

Gabriel Brener de alguna manera se sumó a este llamado de no neutralidad y convocó a darle
batalla a “los Bolsonaros” que conviven en las salas de maestros. Y para oponer a esos demonios
que agitan oscuras formas de pensar la educación (y la vida) rescató el ejemplo de nuestro querido
Rubén Naranjo y su libro “Maestro de la humanidad”, dedicado a contar la vida y obra del médico
y educador polaco Janusz Korczak.

En el taller sobre Pensamiento Latinoamericano -uno de los 21 que funcionaron-, donde la figura
del maestro Simón Rodríguez fue la invocada, Pablo Imen habló de “un decálogo del buen maestro
emancipador”, donde son puntos de partida, la igualdad y el reconocimiento de la diferencia; la
formación del pensamiento autónomo y el carácter integral de la educación en ese saber hacer,
saber pensar, saber sentir…

No cualquiera se banca el continuado de casi nueve horas de debates (no son solo los que se
proponen desde el escenario, porque hasta en el baño se seguían intercambiando experiencias e
ideas para pensar la clase); de pasar de un tema a otro; de buscarse un termo lleno para que el
mate ayude a resetear la mente y poder ir de la situación latinoamericana de la educación, a la
enseñanza de la ESI o la literatura en la escuela. En los congresos docentes (como este, no los del
mercado), siempre se va y se viene, abundan las selfies, las fotos grupales donde se estrechan
abrazos casi contagiosos que dicen “estamos en la misma”. Este no fue la excepción, se multiplicó
entre los más de dos mil presentes. Terminó como empezó, con música, entre carnavalitos y
cumbia. No hay otra, siempre hay que hacer valer la esperanza de que lo mejor está por venir. Y
además porque en la docencia siempre se pone el cuerpo.

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Un comentario

  1. Nora Mirta Lijtmaer

    08/06/2019 en 18:58

    Excelente nota que refleja lo que fue el Congreso Pedagógico de AMSAFE. Gracias Sra. Marcela Isaías.

    Responder

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