Yo no sé, no. Con Pedro nos acordamos cuando la seño de tercer grado nos dio como tarea hacer un diario escolar. Bah, un diario de un solo número. La idea era ser periodista por un día y poner casi todo en 4 páginas.

La idea nos quemaba el marote, había tantos hechos que no salían en ningún lado, como la eminente desaparición de una quinta que estaba cerca de la escuela, o el ir y venir de una pareja de ancianos en busca de agua potable, porque vivían solos en uno de los primeros ranchos entre la quinta y la Vía Honda. También nos hubiese gustado poner el resultado de un partido que ganaríamos en barrio Triángulo, pero eso ocurriría una semana después, así que nos quedamos con las ganas.

Pasaron unos años y en el Superior de Comercio, en la Secretaría de Prensa del Centro de Estudiantes, se barajaba la posibilidad de hacer un diario, pero no hubo tiempo, las cosas se pusieron fuleras.

Para ese entonces la figura de Rodolfo Walsh y su obra marcaba en algunos de nosotros el cómo informar, y rápidamente pasamos del deseo de tener un periódico del Cetup a gacetillas y por último a las paredes. La verdad, me dice Pedro, me hubiese gustado escribir en La Gaceta dirigida por Mariano Moreno, también con Rodolfo en aquella prensa clandestina dando a conocer la verdad sobre los fusilamientos de la Fusiladora, haber seguido haciendo el diario en tercer grado, que el mimeógrafo del Superior siga a nuestro alcance para hacer realidad el periódico con nuestras noticias, nuestras verdades.

Sabes qué, me dice a pesar de todo, sé que hay gente peleándola día a día para ejercer el oficio de periodista. Ante ellos me saco el sombrero y me solidarizo con los que quedan en la calle, los que no les pagan su salario, los que sufren la censura, porque las noticias ahí están y los periodistas también. Esto me lo dice mirando para el lado de la cancha de barrio Triángulo donde ganaron y se quedó con las ganas de publicarlo.

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