Luego de 30 años, el socialismo no tiene candidato propio a la Intendencia de Rosario. Javkin dará la pelea por el Frente Progresista con el peronista Sukerman, que quiere romper la racha negativa de 46 años, desde que a Ruggeri lo echó la dictadura. Cambiemos y Ciudad Futura buscan lo mismo, desde un poco más atrás.

A treinta años de la elección que llevó a Héctor Cavallero a la Intendencia de Rosario de la mano del entonces Partido Socialista Popular (PSP), por primera vez esa fuerza –ahora adelgazada a Partido Socialista– no tendrá este domingo un candidato propio en la ciudad. No es poca cosa. El Frente Progresista Cívico y Social, que integra el socialismo, estará representado en la boleta única por un radical desencantado con paso por el ARI-Coalición Cívica –donde sufrió similar decepción– y hoy dueño del sello partidario Creo: el abogado Pablo Javkin.

Después de 46 años el peronismo rosarino también cree. En su caso, poder llegar al Palacio de los Leones, cuyo último representante fue Rodolfo Ruggeri (1973-1976), cuando la primavera camporista entibiaba el país y esa palabra no estaba ligada a la agrupación que fundó Máximo Kirchner. El abogado constitucionalista Roberto Sukerman es quien busca la proeza de desalojar al oficialismo de la Municipalidad luego de tres décadas de gobierno, mediante el voto popular y no del modo en que fue desahuciado su antecesor justicialista. Los sondeos previos –que ya no pueden publicarse por imperativo legal– ubicaban a esos postulantes como los dos con más chances de triunfar el domingo, en un poroteo que los especialistas en opinión pública intuían parejo.

Otro abogado, Rodrigo López Molina, alias Roy, procura desde un poquito más atrás el mismo objetivo pero por la marca Cambiemos, otrora insufladora de generosos sufragios y hoy convertida en inusual espantavotos. Tanto, que para los comicios presidenciales harán uso de la ley que permite el cambio de identidad –aprovechando el travestismo de la fórmula– con el apresurado objetivo de intentar camuflar la calabaza como carruaje.

Por la izquierda no tradicional es el licenciado en Comunicación Social y concejal, Juan Monteverde, quien posee el mismo deseo que sus competidores, aunque el resultado de las elecciones primarias del 28 de abril lo hacen comenzar la carrera  desde una ubicación un poco más rezagada.

Soy pero no

Pablo Javkin se impuso por menos de 9 mil votos en las Paso del Frente Progresista (FP) a la postulante socialista Verónica Irizar. Lo previeron varios sondeos, pero por esa razón no dejó de constituir una novedad.

Luego de tres décadas, el PS no tendrá candidato propio para la ciudad que gobierna desde aquél sepia 1989.

Independientemente de las cualidades de cada contendiente de la interna del Frente Progresista, el resultado podría leerse como un agobio ciudadano con la larga gestión del socialismo, que si se mantuvo por 30 años no fue por un golpe de suerte.

En ese contexto, la campaña de Javkin tuvo la doble misión de mostrarse como continuador de lo anterior y, a la vez, como algo nuevo. La renovación de un modelo que durante años enamoró a una porción mayoritaria de los rosarinos. Pero la cotidianidad y el paso del tiempo hieren la monogamia.

Así, Javkin se comprometió a mantener lo mejor y cambiar lo peor. Habló sobre los problemas de movilidad y prometió trenes, planteó reformular el Estado para dar respuestas más directas a las demandas vecinales, debió vestirse de sheriff y prometer coordinación con fiscales y comisarios porque, dijo, “el intendente debe tener el control del territorio”.

Las políticas de seguridad suelen constituir un escollo difícil de sortear para el progresismo, azuzado por las recetas mágicas y la demagogia punitiva de la derecha, cuyos resultados son un fracasado comprobado pero lucen encantadoras a los ojos de los debidamente atemorizados.

“Los rosarinos tenemos que volver a enamorarnos de la palabra respeto”, dijo el candidato del FP en busca del voto que desea –sin tener que realizar ningún esfuerzo que lo involucre- la conversión de un supuesto “caos” en un presunto “orden”.

Javkin está acompañado por un grupo de viejos amigos y amigas radicales de los tiempos dorados de la Franja Morada y el bar Salamanca (que entre otros capitaneaban Carlos Comi y Ariel Bermúdez), que lo llevaron a presidir primero la Federación Universitaria de Rosario (FUR) y luego la Federación nacional (FUA), en oposición al neoliberalismo menemista.

De allí saltó a un cargo en el gobierno de Fernando De la Rúa (Alianza), el neoliberalismo radical, para seguir su camino con la entonces disruptiva Elisa Carrió (ARI), aquella que se definía como “gorda, periférica y provinciana”.

Con su espacio propio, Javkin construyó una fuerza que hace cuatro años fue indispensable para que Mónica Fein consiguiera su reelección, acechada por la creciente figura de la presentadora televisiva Ana Laura Martínez.

Entonces se vislumbraba que ese pequeño poder podía –con paciencia, inteligencia y esfuerzo militante- convertirse en algo mayor. Como, por ejemplo, el postulante a la Intendencia del Frente Progresista.

En las Paso Javkin obtuvo 93 mil votos, contra 84 mil de Irizar. La suma convirtió al FP en el frente más votado. El objetivo del abogado de origen radical consiste en que las adhesiones socialistas no se fuguen, al menos no de modo significativo. Sobre el final de la campaña, obtuvo el apoyo explícito del radical en Cambiemos Jorge Boasso, quien fue a la interna con López Molina pero ahora se volcó por sus orígenes ucerreístas.

Juntos y a Sumar

Roberto Sukerman es el principal postulante con chances de destronar al Frente Progresista de la Intendencia rosarina, de poner fin a la hegemonía socialista en Rosario.

Hasta el filo del plazo para la inscripción de los frentes electorales buscó que Monteverde (Ciudad Futura) compitiera en la interna del peronismo con él. No lo lograron.

De todos modos, el abogado constitucionalista y ex encargado de Ansés en Rosario, fue el candidato individual más votado en las primarias de fines de abril. Allí consiguió, solito y solo, 113 mil votos. Todos suyos, sin compartir.

Se postuló como el único candidato del Frente Juntos, como se denominó a la coalición que encabeza el PJ. La lista se llama Sumar, metáfora de la operación aritmética que después de muchos años reunió al conjunto de las tribus peronistas detrás de una misma candidatura.

Tras su paso por la Ansés, que le dio notoriedad pública a través de su participación en micros de TV y radio, fue electo concejal en 2011. Cuatro años después probó suerte, por primera vez, en su carrera a la Intendencia.

En esos comicios de 2015 logró imponerse en la interna del peronismo y fue el candidato de las generales.

Obtuvo el 23 por ciento de los votos, quedando en el tercer puesto de una elección que se polarizó entre el oficialismo local –que buscaba la reelección de Fein- y la concejala Anita Martínez.

Dos años después, en las legislativas de 2017, Sukerman le ganó a Javkin. Aunque sus postulaciones resultaron segunda y tercera en esos comicios al Concejo Municipal, que ganó el ahora también candidato a intendente, López Molina.

Eran los tiempos –a pesar de que pasaron menos de 700 días puede entenderse como una añoranza- en la que la ola amarilla crecía como un tsunami electoral.

Sin embargo, Sukerman logró quebrar en esas elecciones la polarización entre el Frente Progresista que representaba Javkin y el popular Cambiemos. El peronista consiguió el 20 por ciento de la torta de votos en juego.

Durante la campaña que lo depositó con chances en las elecciones de este domingo, Sukerman también apeló al doble juego de decirle al electorado que no viene a “refundar Rosario”. Un interesante aprendizaje de la política.

“A Rosario no hay que refundarla. Lo que hay que hacer es mantener y acrecentar. Más y mejor de lo que hay. Y, por supuesto, ver todo lo que no se hizo. Todo lo que no está. Lo que hay que corregir”, sostuvo en un reportaje al diario digital porteño Infobae.   

El concejal peronista también hizo eje, profusamente, en la cuestión de la “seguridad”, principal demanda de “la gente” según los sondeos de opinión. Su perspectiva también fue, como hace cuatro años cuando grabó una pieza audiovisual en la que bajaba de una patrulla a combatir personalmente el delito, la del intendente-sheriff.

Consecuencia, como se dijo antes, del avance del temor social como agrio aderezo del crecimiento de los discursos demagógicamente punitivos. El problema existe y sería descabellado que los candidatos no lo abordaran. El modo en que lo hacen, en cambio, es materia discutible.

Paralelamente, Sukerman planteó en la campaña la necesidad de crear una Secretaría de Trabajo, producto de la malaria producida por cuatro años de gobierno de Cambiemos en la Nación.

También propuso “bajar el precio del boleto” con el noble fin de subir más pasajeros al transporte, a modo de compensación, y en sentido inverso a lo que ocurre en la actualidad. Y militó la propuesta de Omar Perotti del boleto escolar gratuito.

Otro rasgo que distinguió la campaña de Sukerman fue su planteo acerca de que no se puede gobernar solo y, por ende, es menester realizar una amplia convocatoria. Golpe de efecto mediante, le ofreció la Secretaría de Salud, en caso de resultar electo intendente, al socialista Miguel Cappiello. Que agradeció y declinó el convite.

Desde atrás

Por razones distintas, y en veredas opuestas, el macrista López Molina y el urbano futurista Monteverde largan la carrera desde gateras más retrasadas.

El candidato de Cambiemos que hace apenas dos años parecía tener el camino despejado hacia la Intendencia rosarina, sufre hoy las consecuencias locales de las políticas nacionales contrarias a los intereses mayoritarios, el empleo y la producción, entre otros ítems abordables.

En las Paso, López Molina obtuvo 62 mil votos y su contendiente interno, el radical Boasso, casi 40 mil. La suma le dio un 12 por ciento del total, pero política no es matemática.

El propio Boasso sorprendió sobre el cierre de la campaña dando su apoyo a Javkin, del Frente Progresista, y distanciándose de la alianza en la que participó. El domingo se conocerá cuán cautivo es el voto de sus seguidores.

Sin internas, Monteverde obtuvo 54 mil votos en las primarias, todos suyos. Casi el 7 por ciento de los sufragios válidos. La izquierda novedosa y no dogmática de Ciudad Futura tejió alianzas con el Frente Social y Popular de Carlos Del Frade y otras fuerzas progresistas, que al menos en las Paso no le alcanzaron para quedar en un lugar expectante. El domingo buscará mejorar ese desempeño y mantener la fuerza legislativa del partido.

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