Yo no sé, no. Con Pedro nos acordábamos que cuando eramos pibes, antes de mudarnos al sur de la ciudad, nuestras siestas con fulbito eran por las veredas de Zeballos desde Lagos a Rodríguez. Había que estar atentos al cerrar de las ventanas, cuanto menos  ventanas haya abiertas la posibilidad de que rompieramos un vidrio disminuía.

Cuando nos mudamos, los últimos partidos duraban hasta que una ventana de alguna doña, la misma que nos habilitaba la bomba de agua para refrescarnos, se iluminaba. Un día ocurrió que a pesar de que no nos veíamos ni los dedos de la mano, la luz por aquella ventana no aparecía. La mujer a la que llamábamos Doña, ya que nunca le conocimos el nombre, había enfermado y unas sobrinas se la llevaron para cuidarla. Esa tarde sin luz, extrañamos hasta la pelo.

Cuando empezamos a ir al Superior con Pedro, era como volver al barrio de la infancia. Una vez que teníamos que pintar unas consignas y demandas del Centro de Estudiantes, por 3 de Febrero, la luz apareció en algunas ventanas y otras se cerraban al notar nuestra presencia. Pedro pensaba cuáles serían las confiables, cuáles estarían llamando a la policía.

Mirá, me dice Pedro, hoy tenemos más ventanas abiertas en el celu que las reales, y si te descuidas te aparecen caripelas que para nada son confiables. Ahora, que se puso de moda resaltar la figura de vice, yo pienso en la calle Zeballos, mejor dicho en lo que fue Zeballos, el de la generación del 80, el que avaló la Campaña del Desierto, la que en el diferendo limítrofe entre EEUU y Chile, don Estanislao apoyó abiertamente a los cabezas de hamburguesas. No sé por qué, pero cuando veo la cara del rionegrino Pichetto veo una ventana donde él nos dice: “Aquí estoy para garantizar el Coloniaje”.

Cuando vayamos a votar, dice Pedro, ojalá veamos las fórmulas más luminosas, más confiables, y no para los mercados financieros, sino para nosotros y para muchos que aún  abrimos las ventanas para que entren y salgan nuestras luces, y nuestros sueños. Mirando una ventana que deja salir la luz, Pedro me dice: “Apuremos que Volvemos”.

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