La escritora Raquel Robles presenta este sábado 13 de julio, en Mal de Archivo (Moreno 477), su última novela Papá ha muerto, una ficción que transcurre en la selva boliviana, justo después de la muerte del Che Guevara, y sobre la orfandad en la que han quedado sus combatientes, que huyen de los soldados. La autora estará junto a la periodista Sonia Tessa y al escritor Mario Castells.

Raquel Robles nació en Santa Fe, en 1971, y es periodista, escritora y docente. Sus padres, Flora Celia Pasatir y Gastón Robles, fueron desaparecidos durante la dictadura cívico militar cuando ella tenía 5 años. Fue una de las fundadoras de la agrupación H.I.J.O.S y militó durante 10 años en esa organización. Raquel Robles es reconocida por su labor como profesora de literatura para jóvenes en conflicto con la ley penal, siendo responsable de varios proyectos de integración. También, como periodista, ha colaborado en el diario Página|12 y las revistas Tres puntos y El Planeta Urbano.

Su obra literaria cuenta con los títulos Pequeños combatientes, La dieta de las malas noticias, y la compilación de cuentos La política del detalle. Por su novela Perder, Robles obtuvo el premio Clarín en 2008.

Su cuarto libro, Papá ha muerto, editado en 2018 por el sello Factotum, es una historia sobre la orfandad de los combatientes que lo acompañaban a Ernesto Guevara cuando murió en 1967 en La Higuera, pero también un relato sobre la hospitalidad que reciben estos guerrilleros por parte de una familia de campesinos mientras intentan huir de Bolivia, del hambre y la muerte.

En ese paraje se empieza a narrar esta historia, a través de diálogos o conversaciones, aunque sin marcas gráficas, como una forma de dar testimonio no sólo de una gesta revolucionaria que ha fracasado, sino de los valores que la impulsan y mantienen vivos todos los sueños de emancipación, como la voluntad, la solidaridad, la ternura.

En una charla con el eslabón, la autora indaga sobre los procedimientos literarios que se pusieron en juego para construir esta obra, y sobre los temas que se anudan en la trama. También sobre la evocación, en tiempos sombríos, de la palabra revolución que resuena aún después de haber leído el libro.

 

¿Cómo y por qué decidiste ficcionar a Guevara en la figura de un padre? ¿Qué idea o función le das a la paternidad en esta novela?

Por varias razones. Por un lado, porque tenemos a los padres de la revolución, y la muerte de esos padres nos ha dejado una orfandad que nos hermana, los hijos y las hijas de ese padre tenemos una fraternidad; y por el otro, porque es un libro que intenta hablar sobre ese vínculo, padre e hijo, y padre e hija. Pero con la figura de quien te orienta hacia donde seguir, una figura que es fuerte, intensa, contradictoria y también a veces cruel.

Además de ficcionar un acontecimiento como la muerte del Che, ¿qué otros recursos narrativos pusiste en juego en esta obra?

Yo estaba haciendo una búsqueda de lenguaje, hacer un ensayo, probar un procedimiento literario, que era tomar la trama estructural de una obra clásica en general, y sobre esa trama escribir otra historia. Y elegí un episodio de la biblia que es la historia de Lot. Podría haber elegido a los dos fugados de Auschwitz que fueron a refugiarse a un pueblo también, pero no quería meterme en un campo de concentración, entonces estos guerrilleros tratando de huir de Bolivia después de la muerte del Che sirvió para probar esto que estaba buscando. Otro de los procedimientos literarios que hice de manera deliberada es uno que es muy usado por mucha gente, por Walsh, por Borges, donde una historia es narrada a su vez por uno de los personajes de la trama. Y a su vez, que quien contara esta historia lo hiciera en tercera persona aunque fuera una historia propia.

En toda la novela subyace la voluntad de dar testimonio ¿pero de qué cosas?

Bueno, no sé si dejar testimonio de algo de manera prescriptiva, pero sí quise dejar testimonio, más allá de la derrota y la victoria, de los detalles, de las pequeñas cosas aparentemente triviales de las que están compuestas tanto la derrota como la victoria, y que son aquellas cosas que se pierden en la gran historia, que quedan sin contar. Creo que contando esas cosas se puede entender mejor que la derrota está llena de pequeñas victorias, incluso de victorias inesperadas, y que por supuesto la victoria también está agujereada por pequeñas derrotas, pequeños sucesos miserables, inesperados también, que van haciendo un padecimiento en la vida del victorioso. La vida del Che es una vida tambien que cuenta eso. El Che es protagonista de una de las pocas revoluciones triunfantes del mundo y su vida está llena de pequeños detalles penosos.

Tomaste un texto bíblico para narrar esta historia, ¿hay un punto de encuentro entre la gesta revolucionaria con lo mesiánico o religioso?

Pienso que lo mesiánico y lo religioso está ligado a la revolución pero no en un sentido negativo sino en el sentido de tener una misión y de sentir la trascendencia. Las dos cosas se conjugan: la necesaria locura de creer que se puede cambiar al mundo y de sentirse lo suficientemente poderosa para hacerlo, la sensación de tener un papel en esa lucha, pero además, tener la humildad para entender que ese papel es uno entre muchos y que trasciende el tiempo histórico de una vida. Un tiempo vital que viene de hace mucho y que tal vez se tarde mucho más que una vida. Y eso se comparte en la religión como en la tarea revolucionaria.

¿Cómo crees que se interpreta hoy la idea de revolución?

Lo que yo creo humildemente es que en este tiempo de resistencia, de retaguardia, para hablar en términos guevaristas, para mí lo más importante es entender que la verdadera grieta, lo que nos separa a unos de otros, es la ética de la solidaridad. Después se puede devenir en distintas identidades, de distintos pueblos, de distintas tradiciones y rituales, pero se puede compartir esa ética de la solidaridad o no. Más allá de lo discursivo, de lo que un discurso diga que quiere o puede hacer, está en lo que cada uno puede hacer, ponerse en los zapatos del otro, de la otra, y quienes no. Quiénes pueden sentir felicidad en el logro de lo colectivo y quiénes no, porque no está el nombre propio ponderado. Esa es mi idea de la revolución en este momento.

Si bien estamos en un momento duro para todas las revoluciones, es un momento interesante porque se puede entender que el patriarcado es el modo en que el capitalismo propone los vínculos, y como no hay vínculos que estén por fuera de un sistema social, para cambiarlo todo hay que hacer caer al patriarcado. No se puede resolver una cosa sin la otra. No es una novedad en sí misma pero si para el campo popular.

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