El gobierno, apurado por la contienda electoral, vende que la economía dejó de hundirse y está lista para el despegue, mientras todas las variables muestran lo contrario. Las urnas llegan con derrumbe del consumo, cierre de fábricas, más desempleo, contracción de ingresos familiares, aumento de la pobreza, agudización de la crisis social. ¿Será inocuo para Cambiemos?  

El gobierno, “consultores” y medios amigos buscan instalar una sensación térmica de optimismo de cara a las elecciones presidenciales, aunque haya muertos de frío y la supervivencia se haga cotidiana. Si bien prefieren correr de la opinión pública el debate por la marcha de la economía, caracterizada por un brutal ajuste que azota a vastos sectores de la sociedad, cuando le entran al tema venden que la crisis dejó de profundizarse para alcanzar, al menos, una meseta. Sin embargo, indicadores económicos y sociales reflejan otra cosa, aunque el macrismo quiera hacer creer que se detuvo el estrepitoso derrumbe de la actividad productiva, que arrastró a millones de argentinos y argentinas a descender varios peldaños en su nivel de vida. 

Cambiemos, un gobierno de derecha encabezado por un empresario multimillonario, ensaya algunas medidas populistas aunque contradigan su filosofía e ideología política, en la previa a las Paso y con el claro objetivo de mantener viva la esperanza de revalidar en las urnas su verdadero rostro ajustador. Inyecta poquitos recursos en sectores castigados por sus propias medidas para ver si reactiva el consumo privado, con el apoyo de subsidios y créditos. Además, apuesta al dólar manso y a desacelerar la inflación, al tiempo que demoniza opositores y hasta los acusa de poner actores a dormir en las calles para mostrar un agravamiento de la situación social. 

El macrismo intenta ocultar las calamidades de su gestión e insiste con la máxima neoliberal: “Lo mejor está por venir”. O, la otra: “Estamos mal, pero vamos bien”. 

El discurso oficialista, apuntalado por Ceos de empresas organizados en grupos de Whatsapp, habla de recuperación industrial mientras las fábricas cierran, suspenden y despiden trabajadores. La actividad industrial argentina es la que más cae en el mundo y está en niveles de 2007. En la era Cambiemos se destruyeron más de cien mil empleos industriales. Los proyectos productivos fueron reemplazados por la especulación financiera, afectando el poder adquisitivo del salario y, por consiguiente, el consumo popular. En casi cuatro años que lleva la alianza Cambiemos en el poder hay unas 11.000 pequeñas y medianas empresas que bajaron las persianas. En el primer cuatrimestre de este año, según datos oficiales, cerraron más de 500 fábricas. 

El gobierno presentó como una buena noticia que la economía de abril, según las últimas cifras del Indec disponibles, bajó menos que la de marzo (1,3 contra 6,9 por ciento), aunque igual cayó y sigue su caída. Recesión con alta inflación espantan cualquier viso de recuperación, recita cualquier paisano. Para el macrismo, la estabilidad cambiaria, recostada en una menor demanda de divisas por caída de la actividad y en una mayor oferta de dólares por los desembolsos del FMI, ayuda a contener la caída de la actividad, aguantar la inercia inflacionaria y bajar las tasas de interés de manera gradual. De todos modos, pese a la reprogramación tarifaria para después de las elecciones, la inflación de los trabajadores avanza de la mano del aumento de la canasta básica de alimentos y del combustible. 

La remarcación en los supermercados no se detiene a pesar de la caída en picada del consumo. El gobierno no encuentra inyección para reanimarlo y será difícil que se levante antes de que abran los comicios. El escenario más optimista para la alianza Juntos por el Cambio sería un segundo semestre de estabilización económica y generar en la población una sensación de “alivio”. Pero, se sabe, una golondrina no hace verano.  

Un recuento de noticias publicadas en medios oficialistas y datos que se contraponen realizado por el Centro de Economía Política de la Argentina (Cepa), recordó que el empleo registrado volvió a descender, y se calcula unos 150 mil puestos de trabajo privados menos que a mediados del año pasado. Sólo en abril se destruyeron 11 mil empleos, seis mil correspondientes a la industria. Según el Ministerio de Producción y Trabajo, la contracción del empleo continuó en mayo. Y por lo visto en junio y lo que va de julio, la conflictividad laboral siguió en ascenso por cierres de fábricas, suspensiones, despidos y más pedidos patronales de procedimientos de crisis, que según el Frente Productivo Nacional se incrementaron un 160 por ciento con respecto a 2015.  

Para el ministro Nicolás Dujovne, la pérdida de poder adquisitivo del salario se detuvo. No obstante, en lo que va de 2019 el salario experimentó una caída de tres puntos. Mientras que las remuneraciones crecieron 16 por ciento en la primera parte de 2019, la inflación trepó alrededor del 20 por ciento. Para el Instituto Estadísticos de los Trabajadores, los ingresos reales de junio de este año se ubicaron un 16,4 por ciento por debajo de noviembre de 2015, luego de diecinueve caídas interanuales seguidas. En tanto, la jubilación mínima subió 172 por ciento, cuando los medicamentos aumentaron 314 por ciento, de mayo de 2015 a mayo de 2019.

Que el gobierno de Mauricio Macri consiga mantener una calma relativa en la cotización del dólar como principal política económica para llegar con aire a las elecciones presidenciales no significa que el modelo Cambiemos no siga haciendo percha los motores productivos del país. En modo campaña, el macrismo agita un supuesto combate a la desigualdad y a la pobreza. Pero desde el Cepa señalaron que se ensanchó la brecha entre el 10 por ciento más rico de la población y el 10 por ciento más pobre, de acuerdo a los ingresos individuales. En 2015 la diferencia entre los dos polos sociales era de 19,7 veces, en 2017 era de 24,6 veces y en el primer trimestre de 2019 llegó a 26,1 veces. Es decir que la diferencia entre los más ricos y los más pobres se agrandó un 33 por ciento desde que Macri bailó en el balcón de la Casa Rosada. 

El gobierno, después de una mala gestión, eligió la campaña del adulterio. La ficción protagonizó los primeros spot de campaña. En clave pro-selitista, Macri protagonizó festejos oficiales por el Día de la Independencia y hasta se animó a comparar su gobierno con la gesta de 1816, aunque la mayoría de sus medidas trajo mayor dependencia. Con la alianza Cambiemos la deuda externa aumentó de manera exponencial, el pago de intereses por esa deuda se incrementó 230 por ciento, el país volvió al tutelaje económico del FMI, mientras se desfinanció la ciencia y la investigación, se impulsó el libre comercio, se castigó a la industria nacional y se reprimarizaron las exportaciones. 

El gobierno sigue la defensa con bombos y platillos del preacuerdo con la Unión Europea, como parte de la campaña electoral. Según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda (Undav), las exportaciones argentinas a la Unión Europea cayeron 11,3 por ciento interanual y alcanzaron el peor registro desde 2005. Argentina vende a Europa productos con menor valor agregado y dicho tratado afectaría principalmente a la industria nacional volcada al mercado interno, un sector que viene padeciendo los efectos devastadores de las políticas neoliberales que aplica el macrismo desde hace tres años y medio. 

Pese al denodado esfuerzo del oficialismo y los medios de comunicación afines de instalar la idea-eslogan de campaña de una economía en “recuperación”, mientras se bate la consigna de “no hay vuelta atrás” para contraponerla al “vamos a volver” del kirchnerismo, la gestión Macri deja una Argentina con altísimos niveles de endeudamiento, una economía en caída y subordinada al Fondo Monetario Internacional, una inflación descontrolada, desempleo en subida y un incremento de la pobreza. 

La muerte del ex presidente Fernando de la Rúa trajo a la memoria colectiva un país en llamas, jornadas violentas, de represión y de reclamos, con los estallidos del 19 y 20 de diciembre de 2001 como resúmenes de la hecatombe. El respaldo de Estados Unidos, la asistencia del FMI, la promoción del megacanje, el blindaje, la reforma laboral, el descuento de sueldos a empleados estatales no eran buenas noticias a comienzos del siglo veintiuno. Tampoco lo son ahora.

Focus groups, trolls, community manager, estrategas de campaña (sucia), fake news, marketing político, medios de comunicación bajo control. El Ejército Amarillo pone todo su arsenal comunicativo y cibernético para hacer parecer lo que no es e intentar mejorar sus chances electorales. Para lograr ese cometido, en el discurso de campaña de Juntos por el Cambio vale falsear la realidad que enfrentan millones de argentinos, adulterar información, en definitiva, y dicho en criollo, hacer pasar gato por liebre. 

Pero el menú que ofrece la dupla Macri-Pichetto no es de repunte económico, sino que re cae pesado. Se verá en las urnas si la sociedad argentina está dispuesta a seguir tragando más ajuste y desolación.

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