Hace algunas semanas, Lara Bertolini, quien se autopercibe como feminidad travesti y fue la primera en ser reconocida como tal por la Justicia, lo que marcó un hito al romper las formas masculino o femenino en que el Estado reconoce a las personas, participó en una mesa de discusión en Rosario en la que se planteó justamente la necesidad de dejar de lado el lenguaje binario y empezar a pensar en los cómo, cuándo y dónde de las nuevas formas de lenguaje inclusivo y diverso. Lara tiene 49 años, cuando el promedio de vida de las personas trans es de 35, y ejerció durante más de una década la prostitución, fue modista y hoy trabaja en la Procuración General de la Nación. En diálogo con El Eslabón, habló acerca de su activismo, sobre sus estudios en la facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Avellaneda, del lenguaje, de las identidades travestis y o binarias, del feminismo y hasta de la macrisis.

Pasado el mediodía, el encuentro es en el emblemático bar Victoria, en San Lorenzo y Presidente Roca. Lara terminó de almorzar y aguarda pacientemente el postre. Invita a la mesa y enseguida se predispone a escuchar las primeras preguntas.

Habla sin pausa, las palabras le surgen a borbotones y todas van a acompañadas de un marco teórico que deslumbra. Sabe lo que dice y cómo lo quiere decir.

En su corto activismo travesti, ya que a sus 49 años hace sólo tres que dejó de lado otras profesiones para dedicarse de lleno a sus estudios universitarios y a su trabajo en la Procuración, esta militante y futura abogada cuenta que sufrió un largo recorrido de injusticias y persecuciones que después de muchos años se reconvirtieron en activismo travesti y defensa de la comunidad trans y no binaria. “Tengo un dicho: pasás los 30 y sos sobreviviente, pasas los 40 sos histórica, pasás los 50 sos épica. Suena hasta poético pero es una realidad, el destino del patriarcado puede hacer que me extinga mañana”, define.

—¿Cuál creés que es el punto de partida que te lleva a convertirte en quien sos hoy?

—Parte de mi historia surge al momento de dejar de trabajar como modista en el 2016 y haberme incorporado en la Dirección General de Acceso a la Justicia (Atajo) como agente territorial. Eso me dio la posibilidad de tener acceso a la universidad y empezar a entender ciertas problemáticas del colectivo trans para las que yo no tenía las herramientas de conocimiento para poder cuestionarlas. Desde este lugar donde estoy parada no sólo cuestiono la justicia sino también al poder y al lenguaje de cómo seguimos repitiendo el mismo método binario de entendimiento de las personas y excluimos a aquellos que no están dentro de la norma o dentro de la forma que nos han enseñado a nombrar o a hablar.

A mí a veces me da no pudor, porque no tengo dimensión de lo que me esta sucediendo, porque cuando vos leés en un diario o una publicación solo tu nombre como núcleo de la noticia y luego el decantamiento de la noticia en sí misma, es fuerte. Yo no sé si represento, no necesito ser referente, necesito que la sociedad esté preparada desde la visión de una travesti. Eso me parece mucho más valioso que representar a mis compañeras porque ya tienen representatividad de personas trans que están en partidos políticos y organizaciones. Prefiero meterme a dialogar con las teorías y modos de construcción de pensar de las ciencias e interpelarlos. Empezar a pensar en una teoría crítica de la travesti y crear nuevas formas de pensar, hablar y entender en la sociedad”.

—Sos parte, como invitada, de una actividad de la Subsecretaria de Diversidad Sexual de la provincia de Santa Fe.

—Vengo invitada por la Subsecretaria de Diversidad Sexual de la provincia de Santa Fe a través de Esteban Paulón, desde donde motorizamos la posibilidad de trabajar en conjunto con Atajo y todas las organizaciones LGTBI de la provincia para poder acercar la posibilidad de que las personas en situaciones de vulnerabilidad puedan acceder a la justicia. No tienen acceso por desinformación, ubicación geográfica y porque la discriminación social estructural no se los permite.

Foto: Manuel Costa

—Las personas trans aún no cuentan con la posibilidad real del acceso a la salud, la vivienda o a un trabajo digno…

—Hay una situación de vulnerabilidad extrema donde ellas tampoco se saben acercar a la Justicia porque ésta las persiguió durante mucho tiempo. Ante esto acordamos con la subsecretaría y con la dirección de Atajo, en poder acercar este frente para poder sostener aún más la promoción de derechos de las personas trans. También surgió la posibilidad de participar de una mesa de debate, Le Ciudadane (convocatoria organizada por el diario El Ciudadano), como un pensar y utilizar una clave no binaria.

—¿Y cómo sería pensar en una clave no binaria?

—Hoy seguimos con un poder desde el lenguaje de invisibilizar, y no utilizamos formas neutras de nombrar que puedan hacer entender que hay otras diversidades e identidades posibles. La «e» es una, por ejemplo. En muchos países de la Patria Grande se utilizan los artículos neutros y acá no. En los pueblos originarios se utilizan palabras con sentido neutro. Una compañera peruana, por ejemplo, me contó que en su comunidad se nombra una niñez sin género, el término «guagua» se utiliza tanto para niñas, niños y niñes.

—¿Entonces vos creés que la incorporación de la «e» en el lenguaje es la mejor forma reconvertirlo inclusivo y diverso?

—Es una opción, sí, puede ser. El lenguaje inclusivo tiene que ser una forma de estructura social que se debe utilizar y determinar de acuerdo al ámbito donde estés. Si yo estoy hablando con una mujer o una feminidad, el lenguaje desde el «la» debe ser entendido como tal. Ahora, si yo estoy en una mesa y hay una multiplicidad de identidades –y quizás no sé la autopercepción de cada una o no la leo–, bueno, ahí sí utilizo el lenguaje inclusivo.

A mí ya no me molesta la ignorancia que aporta el otro, mi objetivo es desaznar a esa persona y hacerle entender qué es el lenguaje inclusivo y la diversidad en el lenguaje.  Tenemos que empezar a pensar formas de nombrar para remarcar ese poder del lenguaje respecto al binomio femenino-masculino como normativo dentro de la lengua.

Sabemos que el lenguaje y el poder están íntimamente relacionados a la estructura cultural y de dominación.

—¿ En ese orden, habría entonces que reestructurar el uso de ciertos términos como «travesti» por ejemplo?

—El tema es que el término «travesti» siempre fue usado peyorativamente e inclusive es un término negativo y doloroso para el colectivo, la palabra y la identidad travesti fue perseguida por los edictos policiales, son más de 70 años de persecución. Tomar esa palabra, revalorizar, darle una estructura identitaria y encima darle un valor de lucha política es doblemente reivindicativo.

—¿Cómo ves la creciente participación, aunque aún en una medida muy pequeña, de personas trans en la política nacional, como es el caso de Paula Arraigada?

—En este último tiempo veo que está muy bueno que una persona se presente en una lista y que el partido obviamente le corresponda. Más allá de Paula Arraigada, lo importante es cuestionarnos y pensar si esa persona se ha preocupado y preparado. Sino seguimos repitiendo los mismos métodos patriarcales de acción partidaria y la cuestión trans queda nuevamente relegada, el poder por el poder mismo a veces hace olvidar la lucha primaria.

—Hay toda una reivindicación y visibilización de la lucha que hasta gobiernos de derecha, como el de Mauricio Macri, se hacen eco y utilizan a su favor. ¿Cómo te cae eso?

—Un gobierno de derecha que está construido desde el cercenamiento de derechos y de políticas públicas, y desde el desconocimiento de las violencias contra personas trans. A debida cuenta de todas las acciones de violencia a nivel regional y nacional contra el colectivo trans es evidente el anacronismo en el entendimiento de las identidades transgénero y no binarias. En estos últimos años, han recrudecido las tasas de violencias a las personas trans, como por ejemplo las violaciones correctivas a varones trans y se ha incrementado la violencia física hacia las maricas putos y tortas, y eso es algo que la derecha está permitiendo. Entonces, ese pinkwashing, esa bonita diversidad que por ahí festeja una Marcha del Orgullo se está olvidando de todas las travas putos, putas y tortas a quienes golpean diariamente en la Argentina.

-–Vos sos la primer persona trans que consigue que el Estado reconozca su identidad travesti, no binaria ¿Es un avance no?

—Si estas oportunidades que tuve desde mis 47 años, en donde he producido y he revolucionado lo que revolucioné por mi deseo de ser, las hubiese tenido estas a los 18, la historia sería otra. Pero bueno, la historia es sabia y no sólo soy histórica en el momento cronológico de mi existencia sino también por las acciones legales es que he entrado en la historia y eso nadie me lo va a quitar. Hay un entendimiento desde el poder judicial de mi identidad, no autopercibida, sino como yo lo entiendo mi  soberanía identitaria. Soy una femeneidad travesti, algo que habla con lo no binario. Algo que no habla en el sentido agénero, algo que no habla de lo intersex. Es una identidad que habla inclusive con valoración negativa. Ser travesti en este país es lo peor que te puede pasar, ser travesti y migrante es lo primero peor que te puede pasar. Tenemos que reivindicar la palabra travesti que sumada al entendimiento de un fallo judicial es histórico. Como fue histórico que reconocieran a Diana Sacayán como travesti asesinada. ¿Por qué el Estado no puede reconocerme como una feminidad travesti en vida?. Y es acá como vemos que el aparato del estado se resiste, por el modelo de control binario, patriarcal y heteronormativo que hace que mi identidad no pueda ser entendida.

—¿Entonces el problema recae en el sistema judicial?  

—El problema no es del poder judicial  que inclusive está emitiendo fallos a favor de multiplicidades identitarias, es del Estado, que por no querer abrir un campo identitario está cometiendo un delito a mi entender de lesa humanidad porque me está negando mi identidad a pesar de las leyes nacionales, los fallos judicial y pactos internacionales lo avalan. El término Trans es un paraguas universal de todas aquellas personas que no son cis, es decir que su genitalidad no se corresponde con su identidad. Una persona trans es aquella que se transiciona  más allá de su genitalidad y su identidad, la cual puede coincidir o no. Yo me identifico como feminidad travesti porque también pueden haber masculinidades travestis, travestis como fueron Lohana, Diana,  Marlene Wayar Susy Shock, Violeta Alegre, y muchísimas más. No tenemos que olvidarnos de las transgéneros, de las que no puedo identificar cómo se identificaban, entonces por respeto les digo transgénero ya sean Pía Baudracco, Mocha Celis, Nadia Echazú. Un montón de activistas que han hecho historia y muchas veces nos olvidamos. La historia del colectivo travesti transgénero es una multiplicidad de identidades que ha creado miles de historias para que estemos hoy en este contexto de lucha plurinacional, como la marcha del 28 de junio.

¿Por qué “Orgullo travesti” y no simplemente orgullo LGTBI?

—No se de que orgullo puedo hablar, si va a hacer que nos asesinen y el de no tener derechos. No me corresponde LGBI y dejo afuera la T a propósito. No es lo mismo ser puto que travesti.

—En tiempos donde el movimiento feminista ha tomado un lugar muy importante, ¿cómo crees que este movimiento impacta o intercede ante la lucha travesti?

—Pienso que hay una visibilización de las luchas y creo en el poder del plurifeminismo, no creo en transfeminismo porque ningún movimiento puede coptar una identidad y utilizarla para nombrarse y subsanar cosas que no han podido entender ni subsanar. En ese sentido, sí hay un carril en el que le feminismo y las identidades transgénero y no binarias lo transitan fuertemente, inclusive hay puntos de encuentro. En algún momento esos puntos se bifurcan y la necesidad que tenemos desde el movimiento feminista es que sigan acompañando esos puntos. La gran problemática es que hoy el feminismo con el poderío que tiene se ha nombrado transfeminista, yo no me considero transfeminista, una vez más un aparato de poder hegemónico me nombra y no me pregunta si yo soy eso. Yo me considero una travesti feminista, por qué ponerle el trans.

—Entonces, como en toda lucha hay subdivisiones que hacen creer que unas son más que otras y resulta necesario hegemonizar las luchas de todas.

—El movimiento feminista académico blanco, con todas las oportunidades que tiene, ha decidido coptar la palabra trans y utilizarlo como un modo de desvanecimiento. Utiliza sutilmente desde el poder a la identidades transgénero. Si el movimiento feminista binario se nombra transfeminista ¿Por qué no se nombra en disidencias también? Porque creo que todavía no tienen la fuerte capacidad de interpelar al patriarcado como nosotras las identidades transgénero y no binarias hacemos.

 

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