La 54° Cumbre de Jefes de Estado del Mercosur que se realizó en la ciudad de Santa Fe sirvió como tribuna a los mandatarios de derecha de la región para recitar sus dogmas: el libre comercio, la apertura económica, entre otros consabidos conceptos neoliberales y, como no podía faltar, el acoso al pueblo y al gobierno de Venezuela.

Sin resultados concretos para mostrar, la Cumbre tuvo un valor político y simbólico. Mostrar sumisión ante Europa, por un lado, y hacia Estados Unidos (EEUU), por otro. Una región que se entrega al mejor postor, literalmente.

Libre comercio y fronteras abiertas para el Viejo Continente. Y ataques a Venezuela para quedar bien con Donald Trump.

La intervención de los presidentes de Uruguay, Tabaré Vázquez, y de Bolivia, Evo Morales, evitaron que en el documento final se condenara al país caribeño en términos más duros, y que se incluyera la palabra “dictadura”. Morales, que fue una voz disidente con relación al acuerdo entre el Mercosur y la UE, entre otros temas, fue el único mandatario que se negó a firmar el documento final.

Bolsonaro y Macri buscaron que el comunicado sobre la situación que atraviesa el país caribeño tuviera un especial énfasis en la calificación del régimen que lidera Nicolás Maduro. La palabra buscada, clave era “dictadura” y además, ese primer borrador contenía la palabra dictadura y reconocía a Juan Guaidó “como presidente encargado y único interlocutor”.

“Venezuela está enfrentando una crisis humanitaria sin precedentes. Reconocemos al presidente encargado Juan Guaidó como única autoridad legítima en Venezuela y reclamamos que Maduro deje de obstruir la transición democrática y cese con las violaciones de los derechos humanos de los venezolano”, señaló el presidente de Argentina.

Si bien la comunicación oficial fue finalmente suavizada, Macri y Bolsonaro se despacharon con énfasis durante sus exposiciones. “Quiero expresar, una vez más, mi solidaridad con el pueblo venezolano que sufre una crisis humanitaria sin precedente en nuestra región”, señaló Macri.

“Reconocemos a la Asamblea Nacional y al presidente encargado Guaidó como única autoridad legítima en Venezuela, y demandamos a Maduro que deje de obstruir la transición democrática y cese con las violaciones de derechos humanos de los venezolanos”, agregó.

Por su parte, el mandatario brasileño, que recibió de manos de Macri el martillo que simboliza el liderazgo del bloque regional por seis meses, declaró que no se entiende cómo “un país tan rico como Venezuela llegó a donde está”. Y señaló: “Eso es fruto de la irresponsabilidad y el populismo”.

En el comunicado final, los presidentes expresaron “su preocupación por la grave crisis que atraviesa Venezuela, que afecta seriamente la situación humanitaria y de derechos humanos”, y utilizaron como argumento el informe que publicó la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, “que ha forzado al exilio a más de cuatro millones de venezolanos”.

En el documento se marca que los mandatarios, “coincidieron en que la comunidad internacional debe continuar contribuyendo, por todos los medios pacíficos a su alcance, a buscar un pronto retorno de la institucionalidad democrática a ese país” y ratificaron el pedido de “elecciones presidenciales libres, justas y transparentes en el menor tiempo posible”.

El comunicado menciona asimismo “el severo deterioro de las condiciones de vida del pueblo venezolano y la necesidad de continuar coordinando esfuerzos a fin de dar respuestas integrales para atender la crisis migratoria, humanitaria y social que vive ese país, preservando la dignidad y los derechos fundamentales de los venezolanos”.

El presidente de Chile, Sebastián Piñera, también se regodeó atacando a Venezuela. “Venezuela no es sólo una dictadura; es una dictadura corrupta e incompetente. No sólo es una dictadura equivocada, sino que es una dictadura que no respeta ninguno de los principios básicos que debe cumplir cualquier gobierno de izquierda o de derecha”, dijo el mandatario trasandino durante un encuentro con su par Mauricio Macri, que se llevó a cabo en el Museo de la Constitución en Santa Fe. Piñera no se había pronunciado sobre el tema durante la cumbre.

“En Venezuela, no sólo no hay libertad, democracia, separación de poderes, respeto por los derechos humanos y hay cientos de presos políticos, sino que además la dictadura se ha transformado en una asociación ilícita de corrupción y de narcotráfico. Por lo tanto, cuando tratamos con el gobierno venezolano, no es igual que hacerlo con otras dictaduras que hemos conocido en América Latina”, señaló.

Evo, la voz de la dignidad

El presidente de Bolivia fue la voz discordante, disidente, en todo sentido. Tanto con relación al acuerdo comercial con la UE, como con relación a Venezuela, se mostró en las antípodas de la derecha regional. La posición de Uruguay, aunque más tibia, se diferenció también de la derecha más rancia.  

“Cualquier acuerdo, convenio o tratado siempre deben estar orientados a resolver y atender las demandas de los más humildes, de los más pobres, de los más olvidados de la historia de la región”, consideró el presidente de Bolivia.

Morales retomó una frase de Bolsonaro sobre la necesidad de Estados autónomos, pero la colocó en un contexto ideológico bien diferente. “Esa es la lucha histórica de nuestros pueblos. Un Estado con soberanía, independencia, pueblos con dignidad e identidad porque somos tan diversos. Por eso, en Bolivia cambiamos la Constitución y hoy es un Estado Plurinacional. ¡Qué bueno sería que tengamos un Mercosur Plurinacional y una América Plurinacional! Dentro de esa diversidad la unidad justamente para garantizar y trabajar la igualdad entre los seres humanos”, propuso el mandatario de Bolivia, que también retomó una frase de Macri.

“Lo mismo para el hermano presidente Macri, quien planteó que la tarea del Mercosur era reducir la pobreza. En Bolivia, cuando llegamos al gobierno gracias a nuestra revolución democrática y cultural, en 2005, la diferencia entre el diez por ciento más rico de Bolivia y el diez por ciento más pobre era de 128 veces. En 2017, con nuestras políticas sociales y económicas, ese indicador se redujo a sólo 40 veces”, señaló Morales.

 

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