Nadia Schujman es abogada, madre de Juana y Pedro, esposa, compañera, militante y una de los cientos de hijos e hijas que parió nuestra sociedad como resultado del terrorismo de Estado. Desde hace más de 20 años, a poco de recibirse y con la urgencia joven de trabajar en pos de una causa colectiva, se unió a la agrupación Hijos. Desde allí comienza gran parte de su historia, la cual estará atravesada siempre por esa organización en la que conoció a compañeros y compañeras que se volvieron hermanos y hermanas

Nadia nos recibe en su casa, no hubo mucho que insistir pero sí convencerla para participar de una entrevista. Es tímida y no tiene problemas al decir que la exposición le da vergüenza. A lo largo de su vida participó de la gran mayoría de los juicios por delitos de lesa humanidad celebrados en Rosario y Santa Fe. También ocupó cargos públicos en la provincia y participó de cada una de las actividades, marchas, escraches e intervenciones que Hijos realizó en nuestra ciudad. Aún así es una mujer reservada a la que la intimidan los flashes y las cámaras.

Nos sentamos en el comedor con algún juego de play de fondo y mientras sus hijos se divierten y charlan en la misma sala, nos disponemos a hablar acerca de su historia, de su vida y su trabajo en derechos humanos. Su vida y su trabajo pocas veces van por carriles distintos, la militancia forma parte de la cotidianidad.

Foto: Candela Robles

Búsqueda colectiva 

Criada en una familia de clase media, con padres abogados y militantes políticos, en cuyas charlas familiares siempre estuvieron presentes los temas que luego se convertirían en parte de su rutina.

 —¿Cómo llega esa necesidad de lo colectivo, de buscar una causa en la que se reivindique a toda una generación, una parte de nuestra historia?

—Me crié en una familia en la que siempre estuvieron presentes la militancia y la política.  Desde la secundaria tuve una vocación por la militancia y por construir con otros. Cuando estaba en la secundaria quise armar el Centro de Estudiantes, me incorporé a lo que era la ESU (Estudiantes Secundarios Unidos) y después, en la facultad, tuve militancia estudiantil.

Empecé a trabajar en el estudio de mi papá y al recibirme empecé a ejercer derecho laboral, que dentro de mi profesión es lo que uno sigue cuando quiere salirse del individualismo al que la misma profesión predispone. Milité en la juventud de la CTA e hice laburo barrial con lo que en ese momento era la gente de Barrios de Pie y Patria Libre –atendía todos los sábados en una mesita en Las Flores– hasta que Rodolfo Scholer y Juan Lewis me convocan para formar parte del equipo jurídico de derechos humanos. Ahí dejé la especialización que estaba haciendo en derecho laboral y empiezo a trabajar en ese equipo, con compañeros y compañeras de distintas edades y adscripciones políticas. Apenas llego, me incorporo a llevar los juicios por la verdad, y a partir de eso es que conozco a algunos de quienes serían mis compañeros y compañeras de Hijos.

La madre de todas las causas

—Después de empezar activamente a militar y formar parte de los equipos jurídicos que realizarían uno de los trabajos más minuciosos de investigación referidos⁶ a delitos de lesa humanidad, ¿surgen los vínculos, esos que te definen?

—Empiezo a entablar una relación cada vez más cercana con algunos compañeros hasta que los voy conociendo a todos. Además le propongo a Eduardo Toniolli que se constituya como querellante en la causa del padre, que fue después la causa Guerrieri. Y siempre cuento la misma anécdota en la que el Edu me da la primera lección de lo que era Hijos.

“Yo voy a ser querellante, pero no va a ser Eduardo Toniolli querella por su padre, sino que Hijos va a trabajar esa querella como de todos, porque la causa de cualquiera de nuestros viejos, viejas, es de todos. Y vamos a trabajar colectivamente como organización”.

Así fue. Me citaron a una reunión en la que estaban todos y me preguntaron de todo, un montón de cuestiones técnicas y dudas que tenían en aquel entonces. Cuando me puse a pensar, y le dije también al Edu que me quería sumar al espacio, me contestó que era la última en enterarme, porque ya formaba parte de eso.

Fue una época de una militancia muy intensa, en el sentido que no se abraza de la misma manera la militancia a los 20 que a los 40. Tenía todo el tiempo abocado a eso y los lazos que se tendieron entre nosotros no son los mismos de ahora, tampoco son los que había encontrado en las militancias anteriores ni en las posteriores. En Hijos sentí que encontraba una dimensión muy profunda de lo que es un compañero, una compañera, que es tu familia, tus hermanos.

—Toda esa militancia fue paralela a un momento en el cual las causas empezaron a tomar cada vez más trascendencia y surgieron los primeros juicios. ¿Cómo se le dieron seriedad, dimensión, volumen, calle y actividad a juicios con plazos que imponian otros, con formalidades?

—La decisión no fue unánime. Habíamos decidido poner todas nuestras energías militantes en eso, cuando antes hacíamos otro tipo de cosas que también hizo que fuéramos dejando compañeros por el camino, porque no todos se sintieron contenidos con el hecho de que es más aburrido que hacer escraches o muchas de las otras cosas que hacemos. Fuimos de los primeros que hacíamos laburos territoriales en barrios y no lo hicimos más. Hubo que tomar decisiones. Entonces creamos un área de investigación, para juntar pruebas, un área de prensa, un área jurídica, armamos toda una estructura, y una base de datos para encarar ese laburo, a nivel nacional incluso.

Había llegado el  momento histórico y la oportunidad política de llevar eso adelante con la mirada en un aporte colectivo mucho más grande que nosotros. No es que nosotros hicimos los juicios, pero sí puedo decir con certeza y con orgullo que nosotros le imprimimos nuestra mirada y le dimos nuestro aporte, de una manera militante pero también dándole la mayor seriedad posible. Hubo hitos como la sentencia en la causa Guerrieri II, que fue ver que era posible  Que eso que siempre dijimos “lo imposible solo tarda un poco más” era posible.

Esas cinco perpetuas, esa alegría en la calle donde me siento hermanada con miles de personas que nos esperaban cuando salimos del juicio, esos abrazos, esas lágrimas, lo tengo grabado a fuego.

Foto: Candela Robles

Cuando todo empezó a cambiar

Con la llegada de Néstor Kirchner al poder, la lucha histórica de juicio y castigo a los verdugos de la dictadura, comenzó a tomar forma. El Estado se hacía cargo del terrorismo y ponía sobre la mesa todas las verdades.

—¿Qué significó para vos en lo personal y cómo lo viviste desde lo colectivo?

—A mí me jode cuando se le atribuyen los juzgamientos exclusivamente a un gobierno o sólo a la lucha de los organismos, invisibilizando algo que fue absolutamente clave como la decisión de Néstor de hacer políticas públicas de los juicios. Creo que ninguna de las dos cosas hubiera sido posible sin la otra. Fue fundamental la decisión del gobierno de Néstor primero, y de Cristina después, fue una época gloriosa. No se arrancó de cero, igual. El mismo Juicio a las Juntas fue un hito en la historia argentina y en la historia del mundo con relación al juzgamiento de los crímenes de lesa humanidad. Sin dudas la cantidad de sentencias y genocidas presos a lo largo y ancho del país tiene que ver con esa transformación de una lucha a políticas públicas, gestos simbólicos fundamentales y asignación de recursos, que es gran parte de lo que determina a una decisión política la posibilidad de transformarla en un hecho. No sólo en relación a los juicios, sino en cuestiones más amplias que tienen que ver con memoria, recuperación de los sitios de memoria, producciones culturales, instalacion de debates. Eso merece un reconocimiento hacia el  gobierno que transformó en políticas públicas nuestras reivindicaciones históricas. ¿Cómo no reconocer, cuando es lo que reclamamos toda la vida?

Y justamente a partir de Macri, pude resignificar un montón de esas cosas y darles otra dimensión y entenderlas de otra manera. Cosas que en su momento nos emocionaron, pero que no las dimensionamos, como volver a ver cuando Néstor baja el cuadro de Videla, la significación que eso tiene o cuando pide perdón en nombre del Estado argentino o tantas cosas que sucedieron en ese momento.

Potenciar el trabajo militante

Durante el gobierno de Antonio Bonfatti, Nadia fue convocada a formar parte de la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe

—¿En qué momento decidís formar parte del Estado, y cómo lo pudiste enlazar con tu militancia?

—Hace unos diez años me ofrecieron que me sume a la Secretaría de Derechos Humanos, justo a mí que en el medio de un escándalo en la legislatura le había pedido la renuncia a la  primer secretaria de Derechos Humanos que había puesto Binner, Maria Bresa, y lo había conseguido.

Claramente ellos no tenían ningún cuadro en Derechos Humanos para poner ahí, y con Juan (Lewis) había una confianza absoluta. Por eso, con todas las contradicciones que me generó a lo largo de los años, la verdad es que tuve la libertad de hacer lo que me parecía y la satisfacción de que cuando me fui, las personas de los organismos de derechos humanos, preguntaron porque ya no estaba más.

A mí me interesaba potenciar lo que venía trabajando desde hacía años, que eran los juicios. Creía que desde la Secretaría se podían hacer un montón de cosas, por la cantidad de recursos, entonces presenté un proyecto que discutimos y armamos con Hijos, y me llamaron enseguida. Ya el primer dia me di cuenta que no era lo que pensaba, pero seguí adelante. Así conformamos el Área de Ampliación, Apoyatura y Seguimiento de los Juicios de Lesa Humanidad.

Me aboqué mucho al proyecto de transformar el espacio de memoria y ahí fue que se hizo la obra, ese proyecto que creo que lo pudimos desarrollar lo más colectivamente posible, porque se le pidió opinión a sobrevivientes, organismos, a mucha gente. Desde su inauguración, aún hoy, sigue siendo un espacio en donde quien quiera puede ir a visitarlo.

—A veces los cargos públicos vienen acompañados de algunas rupturas con la militancia orgánica, ¿cómo encontraste la manera de mantener ese espacio?

—También en la Subsecretaría hubo experiencias muy fuertes. Vivíamos un montón de situaciones límites que después, al volver a los juicios, me hicieron sentir renovada y mucho más segura. Me dieron una experiencia que de cierta forma la pude volcar ahí.

La asunción pública te lleva a una dinámica y una lógica muy distinta a la militancia en cualquier otro lugar. Mi manera de no subirme a una nube de pedos era seguir yendo todos los viernes a las reuniones de Hijos y decirles lo que estaba haciendo, consultarles, comunicarles.

Hay algo personal

En el medio de todos estos años, Nadia vivió diferentes experiencias que calaron profundo en su militancia, su profesión y también en su familia.

—¿Cuándo lo colectivo se vuelve personal?

—Realmente vivimos la causa de cada compañero como la de todos. Quien no puede vivir la experiencia de compartir una pelea colectiva, no tiene ni idea de lo que es la dimensión de un triunfo colectivo, lo que se siente poder tener una victoria cuando la peleaste con otros y otras por muchos años y saber que, a su vez, esa pelea viene de otros que ya no están y te dejaron esa posta.

Y al mismo tiempo tuvimos la experiencia familiar de que yo sea la abogada de Juane (Basso). Poder trabajar en la condena a los asesinos del abuelo de mis hijos, fue intenso. La sentencia estuvo llena de familia, de compañeros y compañeras. Eso para mí fue un antes y un después, porque yo sentía que para poder mirar a la cara a mis hijos tenía que hacer eso. Que ellos supieran el día de mañana que yo había hecho algo por meter en cana al asesino de su abuelo. Esa perpetua fue muy fuerte.

Foto: Candela Robles

La resistencia nunca cedió

Desde hace cuatro años, con la llegada de Mauricio Macri al gobierno, todo lo referido a las políticas públicas en materia de Memoria, Verdad y Justicia se ha visto disminuido y atacado permanentemente.

—¿Cómo te posicionas ante esta realidad que ha sido desfavorable? 

—Hoy en día, cuando ellos quieren barrer, borrar las huellas de esta lucha, cuando ellos restauran la placa de los jueces que formaron «El Camarón», cuando ponen en crisis el número de los desaparecidos, ahí vuelve la disputa. Que nunca dejó de estar, pero con otra intensidad. Había un montón de cuestiones que creíamos saldadas, y cuando llegó este gobierno al poder volvieron a ponerlas en cuestión y hubo que salir a dar esa disputa nuevamente en todos los lugares.

Ahí es cuando aparece la resistencia que las Madres nos marcaron, cuando en épocas mucho más duras resistieron y nunca abandonaron la pelea. Volvimos a las calles con una intensidad muy grande y la mayor prueba de eso fue el intento del 2×1. Fue tan contundente la respuesta popular en todos los órdenes, que no les quedó otra que salir a despegarse de ese fallo, los jueces a despedirlo y ningún tribunal del país a aplicarlo. Para mí fue un termómetro muy importante de que realmente y pese al discurso nefasto permanente de los medios hegemónicos, la gente en las calles dio a entender que era una conquista del pueblo más allá de lo que fuera. No queremos retroceder 30 años y vivir en la impunidad.

Foto: Candela Robles

Hijas contra las injusticias

Más allá de las causas directamente relacionadas con sus seres más cercanos, dentro de la agrupación también nació la necesidad de plegarse y manifestarse a favor de otras causas.

—¿Se puede decir que esta vez son las Hijas quienes dan una lección acerca de lo colectivo?

—Todo el tiempo nos quieren decir desde los medios que ya está, que ya fue, que es pasado. Y la respuesta en las calles es otra que se atraviesa con otras luchas, como siempre. Por eso nosotras fuimos incorporándonos a las marchas de Ni Una Menos, o por el aborto, desde Hijas. Porque sentimos que era algo de lo que no podíamos no ser parte, porque también tenía que ver con nuestra lucha, con la lucha de las compañeras. No podíamos ser indiferentes al movimiento quizás más grande que se está dando en la Argentina en este momento. Con todas las discusiones que lo atraviesan, porque no es hegemónico, no es lineal y hay un montón de disputas, por todo lo que eso significa, pero teniendo en claro que hay cuestiones que nos unen y que en la calle tenemos que estar. Todas lo entendimos así.

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