Yo no sé, no. Con Pedro nos acordamos que cuando faltaba una semana para arrancar primer grado, no nos podían arrancar de la calle. Horas y horas agachados por la boli o por la figu; o agazapados, atentos a la de goma en los interminables partidos a las cabezas en las veredas de la calle Zeballos, en las cuadras que van desde Lagos a Rodríguez.

Cuando faltaba una semana para mudarnos al sur de la ciudad, pensábamos cómo íbamos a suplantar las paredes, en un barrio casi sin casas, a la hora de “tirar una pared” con la pelo.

Cuando faltaba una semana para terminar la primaria, con varios de los pibes nos pegamos un faltazo a las horas de “taller”, que se daban 3 días a la semana por la tarde, para ir a atrapar ranas. Y digo atrapar porque así quedamos, después de una discusión porque había algunos que decían “cazar ranas” y otros “pescar ranas”. Lo que recuerdo de esa tarde, faltando una semana para terminar las clases, es que quedé “atrapado” por los ojos de aquella piba que se asomó por la ventana de una casa de Barrio Acindar cuando volvíamos de “atrapar ranas”, me dice Pedro.

Cuando faltaba una semana para que se jubile el abuelo, se le perdieron todos los papeles. Recuerda Pedro que le comentaba la tía Chela que de no ser por Evita, que apuró los trámites, la espera hubiera sido casi infinita

Faltaba una semana para jugar la final de un torneo en Barrio Triángulo y estábamos preocupados porque El Chueco no aparecía. La madre nos dijo que se fue a los pueblos a  vender los “plásticos” (palangana, fuentones, cortinas), y que ya tenía que estar de vuelta. El Chueco, aparte de jugar en varios puestos y bien, era recontra optimista, y había vivido en Triángulo, por eso con él nos sentíamos medio locales. Para bien de nosotros, justo a minutos de empezar el partido, el Chueco se bajó de un camión y se puso los cortos. 

Faltaba una semana para las elecciones en el Centro de Estudiantes del Superior, allá por mediados del ‘73, y de no tener nada empezamos a tener casi todo.

El mes pasado, una semana antes de cobrar el medio aguinaldo de la jubilación, una señora le decía al almacenero: “Cuando cobre, le pago la cuenta”. Esa misma señora, cuatro años atrás, una semana antes del medio aguinaldo, programaba un viaje para visitar a sus parientes en Santiago del Estero

Mira, me dice Pedro. Estamos a una semana de ir a la urnas y, ¿sabes qué? A pesar del bombardeo de las pantallas del coloniaje, por momentos sé que dejaremos de estar agachados para estar bien erguidos, como para pararla de pechito. Quizás aparezca en cada uno de los nuestros el espíritu del Chueco y seamos locales. Sé que Evita, desde donde esté, nos dará una mano. Creo que estamos a una semana de empezar a recuperar lo que nos manotearon.

Volviendo a casa, vemos al lado de una ventana un afiche y, por un momento, me siento “atrapado” por esos ojos que parecen decirme: “Puedo seguir mirándote a la cara”. 

Pedro murmura: Y bueno, si en una semana el 45 por ciento o un poco más “atrapa” esa boleta, la cosa empieza a mejorar con TODOS y para TODOS.

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