el eslabón, como uno o una más entre miles, se metió entre la multitud de almas que se apretujó frente al Monumento Nacional a la Bandera para participar del acto de cierre del Frente de Todos. La crónica de una fiesta popular signada por el entusiasmo y la esperanza de “volver para ser mejores”.

El cierre de campaña de la fórmula Fernández-Fernández excedió los márgenes de militancia, adhesiones, simpatías y afines. Como en las tardes de clásico o en las previas de los grandes recitales, algo flotaba en el ambiente desde temprano. “Viene la jefa”, mentó irónico un taxista al desviar el recorrido cuando apenas comenzaba la tarde. “Menos mal que somos pocos”, dijo otra voz, con ironía inversa, cuando el río de gente se desconcentraba eufórica después de cuatro o más horas en el Monumento. En el medio había pasado de todo. 

Para empezar, la vida misma se multiplicada en mas de cien mil versiones. Y justamente de eso hablaban durante la espera del inicio del acto que ocurrió alrededor de las 19. Hablaban de ser felices, del bienestar para hijos y nietos y de aquella añorada tranquilidad de bolsillo de un pasado reciente, que así como estaban no podían planificar ni siquiera el mes ni hablar del futuro, y que habían venido para recuperar la vida en modo digno. Por eso estaban allí, decían.

Foto: Javier García Alfaro

Expectantes y confiados, serenos y entusiastas, capaces de justificar el voto explícito colmados de argumentos. “¿Adónde se vio que no hay que explicar por qué uno vota?”, preguntaron desde un grupo a la cronista, en una especie de picnic reflexivo, entre mates y camperas, recién llegados desde el sur provincial. Estamos acá porque amamos a Cristina y vamos a volver, porque queremos tiempos mejores, porque amamos a nuestro país, por mis hijas, mis nietos”, decían en consenso dos rosarinas llamadas igual: Verónica. 

“Macri trabaja para algunos pocos, para los que tienen plata, que la reme él, que no pida esfuerzo, porque se burla de la gente, de quienes la pelean día a día”.  La frase festejada entre cánticos de quienes las rodeaban, se repitió a lo largo de la tarde. Un emergente que confirmaba el poder de tracción de la ex presidenta, por más alambicada que se disponga su participación. Habían ido a verla, aplaudirla, a certificarle la adhesión de siempre o la recuperada, o con el crédito de los recién llegados a la convicción de la lucha colectiva. Porque no fueron pocos los que dijeron que habían sucumbido a las promesas de cambio y ahora querían ver “otra cosa”.

Estamos acá para hacer el aguante a Cristina, a Alberto y a todos los intendentes que vienen”, dijo Araceli, mientras buscaba un lugar en el pastito ya cerca del río, porque aún faltaban varias horas y los lugares con mayor expectativa visual del escenario estaban casi colmados. 

Foto: Javier García Alfaro

Gente, banderitas, banderas, remeras, tortas asadas, vendedores con bandejas de gaseosas por encima de sus cabezas, sólo por citar con trazo grueso. Algunos pregonaban sus mercancías, otros aguardaban sentados la empatía de los clientes por lo que ofrecían. 

“Somos Nuevo Encuentro de Villa Gobernador Gálvez y vinimos a dar nuestra presencia y apoyo, estamos en un momento histórico, vamos a ganar y a retomar el rumbo de una Argentina nacional, popular y democrática, la que siempre quisimos construir, con vaivenes como este tropiezo que es Macri”, dijo Raúl, enfundando en una bandera que oficiaba de poncho.

Somos del grupo de Lisandro Viale, te voy a dejar este folleto”, dijo Carlos Paniagua mientras extendía el texto Un sueño de millones, Argentina para todos, con El y Ella es posible. Y evocó la figura del político santafesino del Partido Intransigente: “Inclaudicable, ético, que no dejó de luchar un solo día, un grupo de compañeros tomamos su legado y estamos formando un centro cultural con muchas ideas acá en Rosario”, comentó.

Los redoblantes no cesaban, el sol definía contornos, la música del escenario llevaba la voz del Indio Solari a todos los rincones del área preparada, mientras la gente no paraba de llegar. Clima de fiesta. Estar ahí, una consigna encriptada que afloraba en sonrisas entre desconocidos, confiados en la pertenencia.

Estar ahí

El acto tuvo por igual un sentido épico como reparatorio, como si hubiese mucho pendiente por resarcir. “Si a pesar de todo estoy acá parada, es por el amor de ustedes”, decía a modo de confesión más tarde Cristina desde el escenario en sintonía con la gente. “¿Alguna vez vio algo así?”, preguntó Elsa, quizás sin saber que su interrogante, en tanto retórico, no esperaba una respuesta sino la confirmación de que se estaba ante un hecho extraordinario. ¿Cuántas convocatorias políticas de cien mil personas se vieron en la ciudad en las últimas décadas?

Estoy trabajando y al mismo tiempo estoy para que el país cambie, para que venga la verdad de vuelta, que venga Cristina a cambiar las cosas de lugar, a que ponga las cosas en orden”, dijo Sebastián vendiendo “las banderas de los F”, mientras hacía coros a La Gran Bestia Pop.

Foto: Manuel Costa

Imposible no levantar la vista y ver si en algunos de los balcones de esa costa vip, había alguien atisbando ese mosaico multicolor de vivencias.

“Venimos para apoyar, por el futuro de los jóvenes que estamos estudiando queremos progresar, Macri cerró un montón de empresas y no hay laburo, estamos con Cristina y Alberto”, dijo Bárbara, una estudiante de ingeniería en alimentos. Más allá, Valenzuela Delia Emiliana, tal como se presentó, junto a su hijo y nieto Nicolás y Matías, fue categórica: “Apoyamos a Cristina y a Fernández porque van a sacar el país adelante”. 

 “Vinimos porque queremos ver a Cristina, a Fernández también, y porque quiero un futuro mejor para nuestro país, las cosas están mal, no llegamos a fin de mes, eso que ahora tengo un micro emprendimiento, pero a veces me quedo con las cosas porque no me compran. Mi esposo quedó con una discapacidad por un accidente, no puede volver a trabajar, pero tenemos esperanza”, fue el testimonio de Marcela Beatriz Mantilla, de Granadero Baigorria, quien hizo un curso de panificación para llegar a fin de mes. Se autodefinió como “madre con todas las letras y luchadora, criando a un nieto”. En el medio de redoblantes y petardos, entre humitos y trapos flameando, hubo un alto en la búsqueda de opiniones, en un paréntesis para asimilar el pleno que producía la claridad de clase que ella daba con una sonrisa, señalando a su familia, mirando el grabador. 

Había tanto de noble en el instante que el contraluz llegó al galope, como la petición de Macri, de desgajar el voto sin argumentos solamente con el me gusta de las blancas y perfumadas cabelleras nórdicas. Qué abismo, Señor, qué abismo.

Los cielos mayores

El aguante y la emoción se potenciaban con el paso de las horas. De tanto en tanto, la voz del escenario daba alguna indicación, sugerencia o arengaba. El sol ya estaba en el poniente y las nubes hacían raros dibujos en abanicos sobre miles y miles de jóvenes, adultos, más que adultos, de familias enteras, de agrupaciones, militancia dura y gente suelta que decía haber “llegado por las suyas”. 

El abanico de arriba reflejaba al de abajo. Otros llegaban de Buenos Aires, Córdoba y Entre Ríos, de ciudades cercanas y lejanas. “Por Cristina, por una Argentina mejor, por trabajo, educación y salud, por eso estamos acá”, dijo Alicia Moreno de Caballito, Capital Federal. A su lado, de la agrupación La Nona y Malagueño, Raúl fue directo con respecto a Macri: “Este tipo nos está fundiendo”.

Foto: Manuel Costa

Cuando las luces fueron necesarias, el escenario se transformó. El Monumento fue una bandera vertical y muy cerca, el Concejo brillaba en tono rosado. Los drones también brillaban y cuando se anunció la entrada de los candidatos, la multitud viró a fervor. Luego silencios y aplausos, otra vez a escuchar y cantar, mientras hablaban “Cristina y Fernández”, como los nombraba la mayoría.

El momento de los discursos casi fue breve comparado con la espera. Pero ya se sabe que en los rituales no cuentan los tiempos. Y así fue el acto de cierre de campaña del Frente de Todxs. Una comunicación visceral, a porfía, entre la esperanza que cien mil personas que fueron a dejar al pie del escenario y los encargados de concretarla. “Si me desvío, les pido que salgan a la calle”, prometió Fernández y llegó el aplauso final mientras la música de Fito Paéz hilvanaba una emoción común. 

Después el río de gente comenzó a serpentear por las calles aledañas, sin dejar de fluir por un largo rato, mientras comenzaban a desmontar las estructuras, juntar los restos de botellas y papeles con rapidez innecesaria. La noche ya caía en un lugar del mundo.

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