Yo no sé, no. Con Pedro nos acordamos de cuando nos faltaban 5 para comprar la pelo de cuero, la número 5. A los meses, nos faltaban 5 para completar el pago de las camisetas, y Pedro se reservó la 5. Al año nos faltaban siempre 5 para la entrada del baile del club Las Palmeras o El Pino. Y también se acuerda de esa tarde lluviosa en la que nos faltaban 5 para la entrada a la matiné del Sol de Mayo, y de aquella vez que nos quedamos afuera del cirquito que por primera vez llegaba al barrio, porque nos faltaban 5 para la entrada.

En el corralón de Biedma, me dice Pedro, a uno le faltaban 5 y como yo venía con propinas, metí la mano en el bolsillo. Pero no eran 5 mangos lo que estaba pidiendo al fiado, sino 5 bolsas de cemento.

Cuando saltamos del Jockey  al L&M, recuerdo que más de una vez nos faltaron 5 para el atado. Los primeros mangazos fueron a la abuela: para la pelo seguro, pero para los puchos no daba. Hasta que un día vi a un San Cayetano colgado con monedas y un par de billetes de 5, y le tomé prestado uno para los cigarros y para la inscripción para un torneo. Eso sí, antes de empezar a jugar, Pedro mangueó para reponerle los billetes al Santo, no sea cosa que nos jugara en contra.

Foto: Manuel Costa

Una noche en La Sirena, nos quedamos hablando, militando, y entre café y café, nos gastamos hasta el último billete de 5. Volvimos a gamba al barrio, que quedaba mucho más lejos que 5 cuadras. Antes del 5 de cada mes, todos habían cobrado su sueldo y mi vieja, me dice Pedro, me mandaba a jugar 5 a la primera y 5 a los cinco.

El otro día cuando nos enteramos que estos que nos gobiernan (por ahora) quieren sacar el billete de 5, justo el que lleva la imagen del gran general San Martín, nos agarró una bronca bárbara. El que últimamente estaba ahí, junto a San Cayetano, colgadito de la cortina como haciendo el aguante. Yo lo miraba y parecía que decía: “¡Vamos, que volvemos. Que volvemos TODOS!”. Bronca que se nos pasó el día de San Cayetano, estando cerca del Monumento, pasaditas las 5 de la tarde, cuando empezaron a llegar todos los 5 de nuestra historia, personal y colectiva, como para acompañarnos en ese domingo a que se empezaran a recuperar las sonrisas, dejando atrás la angustia que nos agarra cuando nos faltan 5 para lo más básico. Meto la mano en el bolsillo y tengo dos San Martín que me alcanzan para cuatro bizcochos, para la mateada, que espero que pronto tenga otro sabor para TODOS.

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