El tipo que le dio el pase a Maradona ante los ingleses, campeón del mundo con River y con la Selección, apoya públicamente a la fórmula presidencial Fernández-Fernández.

Los futboleros de ley se saben de memoria el relato del mejor gol de la historia de los mundiales. Desde que Víctor Hugo Morales narra “ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona”, pasando por el “barrilete cósmico, de qué planeta viniste”, hasta llegar al conmovedor “gracias Dios por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0”. Pero hay un antes, que en la mayoría de los videos de YouTube no aparece y en el que el uruguayo cuenta, sin saber lo que vendrá: “Enrique engancha y va a tocar para Diego”. Enrique es Héctor, el Negro, el pibe que arrancó jugando de 9 en Lanús, al que Pedernera transformó en 8 en River y el que una semana más tarde de aquel “pase gol” besará la copa de oro en el estadio Azteca con la celeste y blanca tatuada en la piel. Y también es el hombre que unos días antes de las Paso, decidió estampar su nombre y su apellido en la lista de futbolistas que apoyan a Alberto y Cristina Fernández para empezar a enderezar el rumbo de un país que le duele, como a millones de compatriotas.

En diálogo con el eslabón, además recuerda cómo se gestó aquel gol del siglo que “nació en sus pies”, se alegra de remarcar que el Diego, su amigo, es peronista como él, y llora la reciente partida del Tata Brown: “Me pegó en el corazón”.

Negro peronista

Héctor Enrique es tan seguidor del movimiento creado por Juan Domingo Perón que cuando pisó suelo argentino, junto con el plantel campeón del mundo en el 86, se fue para su casa, porque en la Rosada estaba el radical Raúl Alfonsín como presidente. “Fotos de Perón y Evita había en todos lados en mi casa”, revela este hombre de sus tiempos en su Burzaco natal, donde además de la pelota, también conoció de cerca la pobreza: “Sabemos lo que es la calle de tierra, lo que es el frío, lo que es ir a mear afuera. Hay muchos que de esto no entienden nada, tocan de oído”.

Es por eso que el Negro se agarra una bronca bárbara “cuando dicen que los peronistas son todos vagos”. Y ante ese comentario gorila, recoge el guante: “Me molesta muchísimo. Yo vengo de cuna peronista, y mi vieja laburaba en tres casas, mi viejo hombreaba bolsas. Cuando éramos chicos y veíamos a mi papá fusilado, le decíamos que pida parte de enfermo. «Pero cómo me van a decir eso, qué van a pensar los vecinos, que soy un mantenido», nos respondía. Entonces, cuando dicen que son todos vagos me agarro una moto terrible”.

Foto: El Gráfico

Y como desde pibito agita las banderas justicialistas, el ex volante también quiso jugar para el equipo de los que apoyan a la fórmula presidencial del Frente de Todos. “Mirando la tele veía que estaban los actores y actrices (bancando con un documento a Alberto y Cristina), y me pregunté qué pasaba con los ex y actuales jugadores de fútbol, ¿qué somos, un par de medias y unas canilleras, no tenemos sentimientos acaso, no vemos la situación en la cual está sumergido el país?. Y al otro día me llama por teléfono una chica, se ve que alguien le contó de mi posición, de mis pensamientos, y le dije que sí, que apoyaba a los Fernández, obviamente”, revela sobre el ingreso a ese amplio plantel conformado por un centenar de futbolistas, entre los que también se destacan Nahuel Guzmán, Pedro Troglio, Macarena Sánchez, el Puma José Luis Rodríguez, Kurt Lutman, el Chino José Vizcarra, entre tantos otros y otras.

“Yo no saco ventaja de nadie”, aclara este hombre de 57 años, y define al ángulo: “Desde que tengo uso de razón siempre hubo problemas, pero lo que estamos viviendo es caótico, y por eso quise participar con nombre y apellido. No sé si sumó algo, pero a mí me hace bien porque no me gusta darle la espalda a la gente de donde vengo yo, de barrio humilde, de calle de tierra. Y no ver eso sería darle la espalda a mi infancia, a mis viejos”.

Y antes de dejar atrás las elecciones y la política, Enrique expresa el deseo para él y para los suyos de cara a la patria que se viene: “Quiero que quien conduzca al país lo haga con respeto, cariño y con el corazón. Y que piense sobre todo en el de abajo, en los abuelos, en los chicos, que no haya miseria. Eso me jode, no me puedo quedar callado ante tanta injusticia. Tengo hijos chicos, uno está en Banfield y juega en la Selección juvenil, mi hijo Fernando en Brown de Adrogué. Así que por ellos, no me callo nada. Tampoco estoy diciendo nada raro ni malo, y no estoy defendiendo mi bolsillo sino el de todos, quiero que haya trabajo y que no le hagan perder la dignidad al pueblo. No puede ser que alguien no le pueda comprar leche a sus hijos, o no les pueda festejar un cumpleaños”.

Ya de bebé

Hijo futbolístico del potrero, el Negro Enrique logró sus primeros mangos gracias a sus habilidades con la pelota cuando en su barrio, Loma Verde (del partido bonaerense de Almirante Brown) se jugaba por plata. Allí, donde aún viven su vieja y sus hermanos mayores, formaba parte del Círculo Amigos de Loma Verde, equipo con el que ganaba el dinero suficiente para viajar y entrenar en Lanús, su primer club. “Mi vieja dice que cuando yo gateaba ya me iba para una cancha de fútbol que había atrás de casa. Me iba en pañales”, recuerda de sus inicios en esto que luego se transformó en su gran pasión. “Los campeonatos por plata –continúa– me servían porque como casi siempre ganábamos, me alcanzaba para viajar a practicar. A los 14, 15 años mi viejo nos cortó el potrero y cuando mi viejo decía que se cortaba, se cortaba (risas). Y nos decía que ahora nos dedicamos nada más que al club, que nos cuidemos las piernas”. Y así fue. Esas piernas debutaron con gol en su primer partido en el Granate, que por aquel entonces militaba en la C. “A los 17 empecé a entrenar con la primera, a los 18 ya jugué. El debut fue con Tristán Suárez: yo estaba desesperado por jugar, por salir a la cancha, además jugaba mi hermano Ramón, el mayor. Y el partido se suspende por lluvia, y me quería matar. Se jugó el martes, ganamos 2 a 1 y marqué el gol del triunfo. Arranqué bastante bien, porque en los tres primeros partidos, contra Suárez, Lamadrid y Excursionistas, hice los tres goles del triunfo”, se agranda, sacando a relucir su impecable memoria.

De esos años, cuenta: “En el 81, don Manuel Guerra armó un equipo bastante parejo, mejorado. A mi me pretendía Tristán Suárez y me quería ir porque necesitaba plata y ellos pagaban. No era plata para lujos, era para mis viejos, para aliviarlos un poco. Le dije a don Manuel, como yo estaba de suplente, que me dejen ir, y me dijo que si yo me movía de ahí a él lo mataban. Me pidió que espere en el banco 5 partidos, que después iba a jugar. Y fue tal cual: cuando entraba y hacía goles (porque yo jugaba de 9 y no de 8) me gané la titularidad y fuimos campeones de la C”. Y en este sentido, destaca: “Así que tuve la suerte de salir campeón del mundo pero también de la C, no sé si muchos pudieron lograr eso”.

En el 83 ya defendía los colores de River, donde su arranque no fue propicio: “En el segundo partido hice un golazo, los engañé a todos y me compraron. Y después no hice ninguno más”, dice entre risas. Su mejor nivel en el club de Núñez se hizo esperar, pero llegó con todo: “Tuve la suerte de cruzarme –además de con don Manuel, que siempre confió en mí– con don Adolfo Pedernera, un maestro total. Yo había tenido problemas con Cubilla y otros más, no sé por qué porque ni hablaba yo, lo que sí jugaba mal, como el resto del equipo. Viene don Adolfo y me pide para hablar. Lo escuché y me dijo que mientras él sea el DT de River, yo iba a ser el 8, y yo era 9. Pedernera fue quien armó el equipo que luego ganó todo con el Bambino” Héctor Veira. Es que luego de sus endebles pasos iniciales, llegó el glorioso año 1986, sin dudas el más importante de su carrera: levantó la Copa Libertadores, la Intercontinental y la del Mundo. Pavada de títulos, en tan sólo 365 días.

“El fútbol no tiene misterio, sino que está lleno de misteriosos”. El Negro dice que aprendió esa frase de sus dos grandes maestros, Guerra y Pedernera. Y la argumenta: “Hoy parece que te tenés que poner un traje caro, un reloj de oro para explicarle algo a un jugador. El fútbol es mucho más simple que eso: hay que darle libertad a los jugadores. En todos los clubes tiene que priorizarse la técnica, porque eso no se compra en la farmacia. A lo demás lo podés aprender”.

El pase del siglo

En la calurosa tarde del 86, en México, corrían 10 minutos del segundo tiempo cuando Héctor Enrique habilita a Diego Armando Maradona ¡a unos 60 metros del arco rival! para que éste, unos segundos después, convierta el gol más lindo de la historia de este deporte, dejando despatarrados a seis ingleses. El Negro, que vio todo eso desde un lugar privilegiado, lo relata así: “Nosotros sabíamos que podía hacer algo de ese estilo porque él solía hacer esa jugada. Yo lo sufría en los entrenamientos. Una vez que recibió, controló y se afirmó, era difícil que se la saquen, y así fue. Cuando se afirmó pensé que no lo paraba nadie y que era gol, y estaba lejísimos”. De todas maneras, a esa hermosa obra de arte la pudo apreciar con el tiempo, porque en ese momento sintió “alivio”, según confiesa. “Ese gol nos daba tranquilidad. Los ingleses jamás bajan los brazos, siempre la pelean. Y casi nos empatan después”.

Minutos antes, el mejor jugador de todos los tiempos había marcado el famoso gol con la mano, y Enrique vio lo mismo que Ali Bennaceur, árbitro de aquel histórico cruce de cuartos de final: “No lo vi, y el referí no es que se hizo el boludo, no la vio como nosotros, que también estábamos cerca. Y hoy cuesta verlo”.

“Después del partido con los ingleses nos toca, al Diego y a mí, el control antidoping”, comenta el ex volante de la Albiceleste, que no quiere quedarse afuera de tamaño gol, aunque sea en un papel secundario: “Todo el mundo abrazando a él, por el golazo, y a mí no me daba bola nadie. Entonces les digo, «lo saludan todos al Diego, pero si yo no le daba el pase… (risas)».

En la previa a ese torneo ecuménico, el futbolista con pasado en Deportivo Español, comenta que en medio de los festejos por el campeonato con River “entraron los hinchas a la cancha, y como siempre pasa, te dejan en calzoncillos. Cuando me estaban sacando los botines, yo pensaba «que no me saquen los botines, mirá si llego a ir al Mundial». Aún no sabía nada, pero existía la posibilidad, me lo decían el Cabezón Ruggeri, Nery Pumpido. Y yo estaba jugando bien, porque el que primero se da cuenta de eso es uno. Cuando me convocan y jugamos los amistosos yo no tenía botines, te lo juro por mis hijos y nietos”. En esos partidos anteriores a jugar por los porotos “los jugaba con los de Nery o de Giusti, que calzaban 42, un talle más que yo, así que me quedaban re incómodos, pero si no tenía que jugar descalzo”. Y la complicada situación con el calzado recién se solucionó horas antes del debut ante Italia. “Un día antes de empezar el Mundial voy a la habitación de Diego, y le cuento. «¿Cómo que no tenés botines, pelutudo?» me dice así en su tono característico. Y gracias a él, la gente de Puma me dio unos botines. Pero solo un par, si se rompían cagaba. Pero eran buenos”.

Para el Negro Enrique, que acompañó a Maradona como ayudante de campo en el Al-Fujairah de Emiratos Árabes Unidos y en la Selección Argentina, D10S hay uno solo: “El Diego es lo máximo, es lo más grande. El Diego es el fútbol. Eso es. Yo me puedo morir tranquilo, porque jugué al lado de Bochini, Francescoli, Ruggeri, Pumpido, del Negro Palma, y de Maradona. En lo futbolístico puedo morir ya. Y además, el Diego es peronista como yo, es perfecto”.

“Cuando estábamos en Dubai y la gente me pedía para ver al Diego, se ponían nervioso, me decían que tenían ganas de llorar, que temblaban. Y yo los entendía porque a mí me pasa todos los días lo mismo. Eso es Maradona, no habrá otro igual. Podrá alguno jugar muy bien. Messi para mí es un fenómeno, un genio, ojalá y mis hijos jueguen el 5 por ciento de lo que juega, pero no se puede comparar. Si Messi entra a algún lugar la gente le pide fotos, lo abrazan. Llega Diego y la gente se emociona”, cierra.

El corazón hecho pelota

José Luis Brown, otro campeón mundial, falleció el pasado lunes a los 62 años, y Héctor Enrique guarda los mejores recuerdos. “Me pegó en el corazón, como a todo el grupo del 86, porque somos muy compinches. Lo que se veía adentro de la cancha lo éramos afuera. Unidos, vivíamos de joda, en el sentido de que hacíamos chistes en las concentraciones, nos escondíamos, éramos como chiquilines, pero muy serios cuando entrábamos a la cancha.

El Tata, como todo el mundo conocía al ex Estudiantes de La Plata y defensor de la Selección, que llegó sin club a jugar ese Mundial y marcó el primer gol en la final ante Alemania, “era un líbero espectacular que no se complicaba nunca, y si la tenía que mandar a la tribuna lo hacía”, lo define el entrevistado.

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