En sus orígenes, allá por la década del 60, se llamaba Agrupación Rosario Central y su cuna era la esquina de Crespo y Pellegrini, ya que una vecina, la señora De Palmieri, había donado esos terrenos al Arzobispado “para la práctica deportiva y el entretenimiento”. Allí surgió el Ateneo Juvenil Paulo VI, que después pasó a ser Pablo VI a secas, pero siempre bajo la estricta autorización de la mismísima Santa Sede. Además, la institución que desde 1994 ocupa el predio ubicado en Bulevar Seguí y Garzón, es “tía” de Juan XXIII y El Torito, clubes que surgieron de sendos desprendimientos. A partir de 1979, el Canario, tal el apodo impuesto por la preponderancia del amarillo en la indumentaria, comenzó a participar en la Asociación Rosarina de Fútbol Infantil (A.R.F.I). Supo ser una filial de Lanús, y de su cantera salieron jugadores de la talla de Ariel Cuffaro Russo, Gastón Liendo, Alberto Gallucci y Andrés Malvestiti. Hoy, lamentablemente su nombre ganó lugar en las páginas policiales porque en una de sus canchas, un pibe de apenas 8 años que entraba en calor antes de jugar un partido de fútbol, fue alcanzado por una bala perdida que lo puso al borde de la muerte. Aquí te contamos la historia de este club que cumple un rol social fundamental, en un barrio castigado, con el fútbol como motor.

Como en casa

A fines del 94, esta humilde entidad que supo reunir en sus primeros años de vida a más de 1.200 chicos en el fútbol infantil, tuvo que dejar el predio ubicado frente al Heca –donde hoy hay un enorme Carrefour– y trasladarse a su actual ubicación. A los pocos meses de esa mudanza, Matías Almirón, nacido y criado en ese barrio de la zona oeste, se metió en el club y nunca más salió. “Vine por primera vez en el 95, con mi hermano que arrancó a jugar ahí. Yo hice lo mismo desde el 2000. Tenía 17 años, jugué en la Primera local hasta 2014. Después me retiré y me metí en la comisión a dar una mano, como profe”, cuenta el hoy secretario del club, que se dió el gusto de levantar el último trofeo conquistado, allá por 2014, nada menos que en el Coloso Marcelo Bielsa.

Este ex marcador central, que hacía dupla en la zaga con el actual vicepresidente Luis Emanuel Manzanelli, colgó los botines después de aquel título –el tercero en las vitrinas del Paulo VI– y luego siguió involucrado, pero desde atrás de la línea de cal. “Cuando nos retiramos y veíamos que el club se venía abajo, formamos una comisión directiva”, sostiene quien además dirige a la 2017, que sería la pre mini, pibes que ya hace 3 años juegan en cancha grande. “El club siempre fue el fútbol, contó con todas las divisiones de cancha de 11. Ahora estamos peleando el ascenso con las inferiores, porque estamos en la divisional 2. Se suman las 7 categorías en una tabla acumulada. Estamos peleando con todas las divisiones, venimos peleando hace 3 años, pero siempre nos falta un poquito”, se entusiasma el DT, y destaca que “la Primera local está en la zona campeonato en el Molina, en la A”.

El equipo de camiseta amarilla con vivos blancos (o viceversa) ascendió a la máxima categoría de la Liga Rosarina en 2005, cuando ganó el torneo Pinasco. Dos años más tarde logró su primer título en Primera al conquistar el Molinas, y en 2013 y 2014 repitió la hazaña, con un bicampeonato.

Más alejado de esas proezas deportivas, Matías se entusiasma ahora con el crecimiento del fútbol femenino y la mayor concurrencia de pibes y pibas a pesar de la crisis. “Lo bueno es que desde hace un tiempo se están agregando las chicas, incluso desde muy pequeñas. Tenemos la Primera del fútbol femenino, y fuimos uno de los primeros clubes en formar equipo de mujeres. A principios de año arrancaron, por iniciativa de un padre que tenía una nena con unas cinco amiguitas, a entrenar en el club. Les dimos el lugar, y ahora ya son más de 70 de entre 6 y 16 años. El año que viene, posiblemente la Rosarina tenga 2 categorías (sub 16 y sub 12) así que estamos fichando a chicas y armando equipos para sumarnos”, celebra, y agrega: “Ya tenemos alrededor de 350 pibes y pibas en el club. Desde la Primera hasta la categoría 2014 que arrancan ahora, que son los más chiquitos”.

Foto: Maximiliano Gómez

Es con todos

La adversa situación económica que padecen los clubes barriales de la ciudad casi no registra excepciones. Y menos aún en el populoso barrio Triángulo (o Moderno, como también lo llaman los vecinos), uno de los más castigados por la crisis. Claro está que a las familias de las y los chicos, cada vez les cuesta más afrontar el pago de la cuota mensual, por más mínima que sea, y eso hace tambalear a cualquiera de estas instituciones que no tienen mayores ingresos que el que aportan sus socios. Pero a pesar de esas dificultades, nadie se queda afuera. “La Rosarina es una liga importante y eso demanda mucho dinero, hay que pagar los árbitros cada fin de semana, los seguros obligatorios, entre varias otras cosas. El ingreso del club es a través de las cuotas societarias. Quisimos exigir un poco más pero no se puede en esta situación en la que estamos, porque hay mucha gente del barrio que no tiene muchos recursos. Y nos cuesta cobrar una cuota como la de otros clubes, por eso cobramos lo mínimo”.

En este sentido, Almirón aclara que “tampoco queremos que sea algo selectivo, y que alguien que no tenga para pagar la cuota no venga más. La idea es que todos estén adentro, y que si alguien tiene algún problema por falta de trabajo o lo que sea que no pueda pagar la cuota, se va hablando. El objetivo es que estén dentro del club y no en la calle”. 

Es por eso que ante la falta de recursos, los dirigentes y los socios le buscan la vuelta para gambetear el mal momento, según comenta el entrevistado: “También recaudamos con las entradas los fines de semana, con alguna pollada cuando hace falta dinero para algo, alguna rifa para construir alguna obra grande. Este año, la idea es techar los vestuarios de inferiores, así arriba podemos ganar un espacio, que será para las chicas, que nos demanda más lugar”. 

“Por suerte cada vez más chicos se suman al club”, continúa resaltando Matías, pero reconoce: “Lo que sí se ven cada vez más necesidades, cada vez a más chicos se les dificulta abonar la cuota. Nosotros necesitamos los fondos, porque los profes son padres que dan una mano y lo que necesitamos es gente formada, especializada, profes para la parte física, algún DT recibido para que nos oriente con los trabajos, porque la verdad que la Liga es cada vez más competitiva. Así que con algo de la cuota podemos acomodarnos con algún profe para que se encargue de la preparación física, porque eso no es para cualquiera, y hay otros padres que se van capacitando, algunos van a hacer el curso de profe en el Isef (Instituto Superior de Educación Física). Si queremos competir en la Liga y ascender con las inferiores, necesitamos gente capacitada. Y esta situación nos complica más, porque vienen más chicos, pero cada vez les cuesta más pagar la cuota”.

El peor partido

La página más oscura en la historia del club Paulo VI se produjo el pasado sábado 17, cuando una bala perdida impactó en la cabeza del pequeño Benjamín Biñale –mientras defendía los colores del club 7 de Septiembre– quien luego debió dar una gran batalla desde el Hospital de Niños Víctor J. Vilela para salir adelante. “Lo de Benja golpeó mucho. Por ese lugar pasan más de 100 chicos, y vienen con sus padres. Y eso que le pasó a él, le podría haber pasado a cualquiera, entonces todos estamos conmocionados”, relata Matías Almirón.

Y hasta las puertas del nosocomio fueron el pasado miércoles los pibitos y pibitas del Canario, con la indumentaria que representa al club y banderas en apoyo a su par, quien al cierre de esta edición logró despertarse y hasta pidió que lo llevaran a su casa. “Como club nos movimos, conmocionados por la noticia. En seguida nos pusimos en contacto con la gente del 7 de Septiembre para ver qué necesitaban. Los padres también se ofrecían para colaborar”. Y con la cabeza en otro lado, decidieron “no dar entrenamiento de baby esta semana, así los chicos pueden tranquilizarse un poco, porque todos estamos en otra, preocupados por la salud de Benjamín. Después iremos arrancando de a poquito”.

“Lo que veo en el club desde los años en que estoy –reflexiona el directivo–, es que si a los chicos vos les das contención, los chicos vienen al club. Muchos salen de la escuela y vienen con mochila y todo para acá, se quedan a entrenar. Y a lo mejor el hermano más tarde también entrena y se quedan a esperarlo. Se pasan 3 o 4 horas acá”.

Con el objetivo de convertir la institución en una segunda casa para los chicos y chicas, Almirón adelanta que “ahora queremos construir un salón para que ellos se sientan cómodos en el club, que se sientan contenidos. Porque además de darles fútbol, también queremos que de acá surjan amistades, y que estén todo el tiempo que quieran en el club, así no están en la calle. La amistad dentro de un club siempre va a ser sana”. 

 

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