El ministro de Seguridad provincial, Maximiliano Pullaro, se ufanó de “lo sencillo que es hoy organizar un operativo de seguridad para un clásico”. El de este domingo será el último bajo su gestión y no sólo no se pudo lograr la vuelta de los visitantes sino que el de Copa Argentina debió jugarse a 300 kilómetros de Rosario y sin hinchas en las tribunas.

En la previa de una nueva edición del partido que parte la ciudad al medio, el encargado de brindar seguridad en todo el territorio santafesino se reunió con los dirigentes de ambas instituciones y logró la foto que quería. Dijo ante los medios presentes que se avanzó mucho en los últimos años y que “hoy se nos hace muy sencillo organizar un operativo de seguridad para un clásico hablando con las autoridades de los clubes”. El operativo al que se refiere, constará de la friolera de casi 700 efectivos para custodiar una sola parcialidad, ya que durante su gestión no se pudo, como sí ocurrió en otros distritos, resolver la ausencia de hinchas visitantes en los estadios. Tampoco recordó que un derby rosarino debió jugarse bien lejos de la ciudad y con las tribunas completamente vacías. O que en los años de su mandato se tirotearon las casas de dirigentes rojinegros, se amenazó de muerte a familiares de jugadores, se vandalizaron paredones, sedes y hasta un mural que recuerda la gesta de Malvinas por el sólo hecho de que allí practican pibes con la camiseta de Newell’s. 

Es verdad que el enfrentamiento entre leprosos y canayas tiene antecedentes nefastos, que incluyen muertos y hasta un disparo de bala que surgió de la popular ocupada por los simpatizantes auriazules, en el Coloso del Parque, y que impactó en un agente policial que estaba en el mismísimo campo de juego. Aquí no se pone en duda que la violencia siempre acompañó y empañó lo que debería ser una fiesta de la Cuna de la Bandera, pero ufanarse de avanzar en materia seguridad en torno al fútbol en la provincia, suena cuanto menos exagerado.

Boca y River, más allá del gas pimienta en la Bombonera y los piedrazos al bondi xeneize en inmediaciones del Monumental, juegan varias veces por año y nadie pone en duda la disputa de esos encuentros. Copa de Oro en Mar del Plata, Copa Ciudad de Córdoba, y Copa Pindonga los tienen como protagonistas sin que ninguna voz se alce para evitar su realización. Es más, hasta se dieron “el lujo” de disputar la final de la Supercopa Argentina 2017, en el Malvinas Argentinas de Mendoza, con ambas parcialidades. Pero cuando el destino quiso que Central y Newell’s chocaban por los cuartos de final de la Copa Argentina, el país entero, y sobre todo los canales que se pasan las 24 horas opinando al borde del papelón sobre el mundo de la redonda, puso el grito en el cielo y el partido, por desidia de los funcionarios provinciales y municipales, se jugó en cancha de Arsenal, cuyas gradas celestes y rojas fueron el único decorado más allá de lo que ocurría en el verde césped. Nadie quiso arriesgarse a pagar el costo político en caso de que algo hubiera salido mal. 

Hace años que cada vez que se acerca el verano se habla de la posibilidad de organizar un mini torneo en Rosario que tenga a los equipos grandes de la ciudad como partícipes. Nunca se logró. Ni siquiera se pudo jugar un amistoso en Arroyito que se recuerda por el consejo que le dio un hincha leproso ante las cámaras a otro ministro de Seguridad provincial: “Suspendelo, Lamberto”. Pero Pullaro se sacó la foto que quería, y dijo que se avanzó mucho.

Violencia también es mentir

La “sencillez” y “los avances” de los que se jactó el funcionario y dirigente radical ya arrancaron con torcidos en este clásico que se viene. Como en absolutamente todas las ediciones anteriores bajo su gestión (y también desde mucho tiempo antes, bah), la previa estuvo marcada por episodios violentos. En esta ocasión, el blanco fue un mural que decoraba el predio leproso Malvinas Argentinas: ese homenaje al archipiélago ocupado por los ingleses fue alcanzado por las llamas este jueves, con el operativo policial para el derby ya en marcha.

Pero esto que padeció la legendaria escuela de fútbol infantil rojinegra es historia repetida a medida que se aproxima el día pautado para disputar el encuentro. Las maneras en que se cola la violencia ante la inminencia de cada clásico van desde destrozos a las sedes de ambos clubes, pintadas intimidantes contra dirigentes y/o jugadores, entre otras barbaridades peores. Como en 2015, cuando varias amenazas alcanzaron a jugadores de la Lepra, incluso hasta ¡la abuela de Maxi Rodríguez! O en 2016, cuando el vicepresidente de Central, Ricardo Carloni, sufrió un robo en su domicilio, y minutos antes del arranque de ese partido fue apedreado el micro que trasladaba al plantel de Newell’s al Gigante, adonde llegó con varios vidrios menos. O un año después cuando policías e hinchas leprosos intercambiaron balas de gomas contra piedras en las cercanías del Coloso. Es más, ese partido ni siquiera terminó en tiempo y forma, por decisión arbitral, debido a los disturbios. En 2018 la ligó, aunque parezca mentira, el Brujo Manuel en su domicilio en la ciudad de La Plata, que fue atacado por supuestos hinchas auriazules, al parecer enojados por los servicios que el hechicero pincharrata ofrecía a los del Parque Independencia ante el cruce de cuartos por la Copa Argentina. O el último derby, que arrancó un poco más tarde por la denuncia de los utileros del club de Arroyito, que acusaron encontrar sustancias extrañas en el vestuario visitante del Marcelo Bielsa, lo que luego se comprobó que era talco.

En fin, en el medio quedaron varios episodios de parecidas características, todos totalmente alejados de “la seriedad” con la que trabajaron dirigentes, y más lejos aún de los “avances” en materia de seguridad.

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